El presidente Petro no ha dudado a la hora de calificar procesos electorales en el mundo entero cuando gana la derecha. Desde España hasta Salvador, Perú, Bolivia y Argentina han recibido sus calificativos de “neonazis”, “fascistas” y tantas otras etiquetas, que para el lastre de todos nosotros, son recibidas a nombre del Estado colombiano y su ciudadanía. En la diplomacia y en la geopolítica, la impulsiva reacción desde declaraciones tan beligerantes está lejos de ser una virtud.

Por eso llamó tanto la atención que el pasado martes, la reacción del presidente ante el triunfo de Donald Trump fuera por fin moderada y equilibrada. Fue un acierto del presidente su decisión de no saltar de inmediato a señalar a Trump con una de sus desatinadas y chambonas etiquetas, como la del “1933 global” que ya lleva casi dos años repitiendo, con las que pone en serios problemas diplomáticos al Estado colombiano. Su reacción, esta vez, fue un mensaje de felicitaciones por su elección y llamó al diálogo entre los hemisferios del norte y del sur.

Cómo será de malo el manejo diplomático de las elecciones en otros países por parte de nuestro presidente, que esta vez celebramos que nuestro gobernante compartiera un mensaje casi estandarizado de felicitaciones y no nos metiera en un nuevo problema regional a través de sus publicaciones en Twitter. Lejos de posicionarlo como el líder regional que alguna vez buscó ser, las decenas de respuestas impulsivas y de descalificación de Petro que han caracterizado la diplomacia de su gobierno le restan credibilidad y seriedad a su discurso ante una arena global que desconfía de quienes llaman ‘fascistas’ a todos los sectores distintos.

Es imposible saber qué busca el presidente Petro con su uso casi cotidiano de esa falacia argumentativa -además de ser una ofensa histórica a los ocho millones de personas que sí fueron víctimas del nazismo- de llamar nazis a sus contrincantes a nivel local y global. Por supuesto que no se está repitiendo lo que ocurrió en el mundo en 1933, pero para la apocalíptica mirada del gobierno frente a la realidad global es una consigna fácil de repetir hasta el cansancio. Ya esa forma de comparar fenómenos políticos con el genocidio llevado a cabo por el régimen de Hitler le ha valido al estado colombiano notas de reclamo por parte del gobierno alemán. ¿Qué sentido tiene banalizar y convertir uno de los momentos de mayor horror en la historia humana en un punto de comparación en sus discursos cotidianos, en vez de mostrar respeto por las víctimas?

(Por otro lado, está claro que la furia del Presidente en sus reacciones ante elecciones en el exterior no ha llegado al más cercano vecino. A pesar de que el fraude electoral en Venezuela fue conocido por el mundo entero, la postura del presidente Petro ha sido la más cómplice y la menos contundente de toda la región. Esta misma semana, en una carta enviada a Nicolás Maduro en rechazo a la privatización de Monómeros, Petro cerró el documento con la frase “con mi más sincero aprecio y consideración”. Allá nosotros si escogemos no querer entender lo que el Presidente ha dicho con tal claridad).

Que el país haya celebrado que el Presidente felicitara en vez de atacar a un presidente electo debe decirnos mucho del mal manejo de la diplomacia twittera de nuestro gobierno. Habrá que ver cuál será el futuro de la relación con Estados Unidos, construida desde dos agendas que no coinciden en nada y liderada por dos hombres que no han entendido el valor que la diplomacia debe tener por encima de la furiosa ideología de cualquier dirigente. Pero si de algo debemos tener certeza es que el cuidado de la relación entre dos naciones con tantos intereses en común siempre debe estar por encima de los eventuales caprichos y las diferencias de sus dirigentes.