Cada vez más personas confiesan que compran, de forma compulsiva, vía Temu. Plataforma china que tiene la lógica perversa de un casino, lista para entrenar los mecanismos de adicción y enganchamiento del cerebro.
Ruletas con colores llamativos que prometen premios, descuentos del 90% o productos gratuitos, y cuando la rueda gira siempre cae en la franja de ganancia. Vaya casualidad, al parecer nunca se pierde en el casino Temu. ¿Cuál es la trampa? La compra gota a gota, que al final llena el mar de basura.
Hay botones para ‘aumentar’ los beneficios e invitaciones a antojarse de objetos gratuitos, a cambio de atraer nuevos reclutas al mundo Temu, entre otros entrenamientos al estilo Pávlov. Solo que aquí no hay condicionamiento por violencia física, sino por bombardeo de estímulos, que derivan en voluntaria entrega de transferencias.
He oído casos de gente que ya compra, varias veces al día, todo tipo de artículos que acarician esa zona cerebral de la recompensa, con ayuda de fotos atractivas que, buena parte de las veces, conducen a una confusión de tamaño.
O a un error de concepto, como le pasó a la mujer que se hizo viral por comprar una cartera de fiesta, y lo que le llegó fue un acrílico con la cartera impresa. Es decir, que prácticamente compró la foto de una cartera, en lugar de una cartera, por no leer la letra menuda. El acrílico, eso sí, traía una graciosa cadenita dorada, por si ella quiere salir de paseo con la imagen plana en la que no cabe nada, excepto la risa.
Luego viene el bombardeo diario de mensajes y recordatorios, de tentaciones recurrentes para el neo adicto de las compras, ‘descuento secreto’, ‘la sorpresa ha llegado’, ‘abre la caja’, ‘eres elegible para la recompensa’, ‘adivina cuánto obtendrás’, ofertas relámpago, carnaval de ofertas y todo tipo de mercadeo frenético.
Como en toda adicción, empieza con una probada y terminas haciendo los huevos del domingo en una ridícula microsartén con forma de carita feliz, o a usar maquillaje mágico bajo la promesa de tener la piel de las coreanas sin ser coreana ni saber cómo tienen la piel las coreanas. Al final de un año, ¿cuántas micro compras basura pudieron invertirse en cosas o experiencias que de verdad alimenten la mente y el alma?
Netflix amplía el debate con un documental llamado Comprar Ahora, donde los responsables de desarrollar las estrategias de mercadeo en Amazon, revelan las claves para hacernos desear más y más objetos, en especial de obsolescencia programada, sin medir el impacto ecológico (global) de los desechos, plásticos, cajas, empaques, bolsas, materiales y residuos involucrados en el proceso.
Algunos son desechos con cadmio, plomo, mercurio, sin plan estratégico de reciclaje. Y estamos todos contribuyendo a este desperdicio: 13 millones de celulares se descartan cada día en el mundo.
Recomiendo leer a Anna Lembke, de la escuela de Stanford y especializada en Medicina de las Adicciones, autora de libros tan reveladores como Generación Dopamina, Nación Dopamina o Drug Dealer, MD, quien dice que todos estamos más en riesgo que nunca antes, en la historia del planeta, de desarrollar una adicción; ya no solo a sustancias psicoactivas sino a drogas digitales como las redes sociales y, por supuesto, ‘compras compulsivas en línea’.
Mientras escribo esta columna, me llega la hermosa bandeja que compré, y que resultó tan pequeña que solo papá pitufo podría servir gotas de té y micro galletas en ella. Y un exprimidor de limones cuyo filo metálico amenaza con volarte las falanges mientras oprimes.
A lo mejor tendríamos que abrir los ojos y apoyar más a la industria nacional, en lugar de encargar basura del otro lado del mundo; cuidar a los que pagan impuestos, a las marcas de ropa, calzado y electrodomésticos que dan empleo y seguramente habrán visto decrecer sus ventas por cuenta de este fenómeno.
Si tenemos que volvernos adictos a plataformas para experimentar la emoción de recibir... pésimo síntoma, mucho me Temu.