Sabíamos los vallecaucanos que vendría un año bueno después de aquel desencuadernado trienio, que no lo fue tanto en la Gobernación, pero que fue terrible en los terrenos de la alcaldía de Cali.
Hubo en esa ocasión una campaña feroz, a veces despiadada, tal como se han vuelto las campañas electorales. Y se combatió a la hoy gobernadora Dilian Francisca Toro y al aspirante a la alcaldía Alejandro Eder con odio, levantado sobre las aristas de ese sentimiento clasista con el que ha querido cubrir sus aspiraciones y fallas personales -que son grandes- el actual presidente Gustavo Petro.
Él, como todos ya sabemos, ha querido levantar un feudo de opresión similar al de Maduro y al de la Cuba castrista y la Nicaragua del odioso Daniel Ortega y su mujer. ¡Que Dios nos libre!
Afortunadamente, el pueblo analiza, observa y decide. En este país hay una gran clase media y popular que sabe tomar partido. Y he de advertir, una vez más, que no soy de derecha. Soy un liberal de centro izquierda que ama las libertades y las leyes sociales, que en Colombia se han dado gracias a ese pensamiento que viene de lejos y habrá de perdurar.
Aún los conservadores han estado en el plan de las mejoras sociales -es histórico y se puede revisar-; y el discurso demagógico populista del actual mandatario no puede conducir más lejos que la legislación social que nos rige, que es avanzada. Allí están los grandes adelantos en la educación universitaria, que son innegables; como la formación de una legislación laboral de las más avanzadas del mundo. Y por supuesto, el progreso es evidente en el campo de las carreteras. Y de la salud y la vivienda, cosa que no ha ocurrido así en las iniciativas implantadas por el marxista Petro.
Ahora mismo, por su culpa, estamos sufriendo la crisis de la salud, con la amenaza de que sobrevengan muchos muertos que surgen de la incompetencia y obstinación del régimen petrista en el manejo del servicio médico.
Y difícilmente se puede encontrar un gobierno más caracterizado por la corrupción y el mal manejo del estado. Pero el embaucador desconoce como fallas propias y descaradamente las atribuye a los contrarios. Vaya un cinismo.
Bueno, gracias a la gestión de la gobernadora y del alcalde, en el Valle del Cauca nos hemos salvado de esa hecatombe. Todo ha sido logrado a base de conciencia y buena ejecución. Esa es una garantía de honradez en el manejo de los bienes públicos. Hoy se observan las calles reconstruidas, una reforestación acuciosa que atrae turistas, avenidas nuevas y un afán de intervención en la adopción de medidas que garanticen la paz.
La gobernadora ha sido ejemplar y discreta. Ella llega donde se la necesita e interviene con eficacia y construye. Logró terminar ese galimatías del puente de Juanchito y está en Tuluá y Jamundí mostrando sus esfuerzos por conquistar una paz esquiva, mal trabajada por ese gobierno nacional que ha fallado en todo y le ha entregado un poder superior a los grupos crecientes alimentados por el narcotráfico, que el presidente ha hecho crecer. La paz existía, salvo con el Eln y algunas disidencias. Pero ahora, los violentos han hecho invivibles gran parte de los territorios. Y el Eln reina a pesar de sus golpes terroristas reiterativos. No quieren la paz, pero el gobierno se entrega en garantías irresponsables.
Mas quizás lo más importante para el Valle del Cauca y Cali es una obra ya proyectada, que traerá conjuntamente un gran adelanto urbano y que va adquiriendo perfiles: el tren de cercanías, tan importante para nuestra región, como el metro en Bogotá. Y tanto la doctora Dilian como el doctor Eder, con su dinamismo y perseverancia, habrán de llevarnos a él. Sí, el año ha sido bueno, pero vendrán otros mejores.