Intimida a primera vista la imagen de días pasados en Moscú con Xi Jinping y Vladimir Putin juntos, banderas nacionales de fondo y carpetas de acuerdo en mano.

Quizás esa lectura sea demasiado elemental. Más allá de que una potencia en ascenso y otra en franco declive, sumadas, quieran constituir un bloque o nada más que una alianza fruto de las circunstancias.

Nunca se sabe. Podría ser una de las dos, las dos juntas o ninguna. De eso tratan la política exterior y sus juegos de interés, además de aquella otra infaltable compañera que no les pierde viaje, la incertidumbre.

El hecho de que China y Rusia parezcan otra vez tomarse del brazo, ya sea en la versión actual de Moscú o en la prolongada cómo Unión Soviética no es nada nuevo.

Su historia en el último siglo y monedas está colmada de hojas de margarita. Sobre eso hay un excelente artículo de la BBC que no dudo en recomendar https://www.bbc.com/mundo/noticias-internacional-65057505 , escrito por Paula Rosas.

Consecuencias de esos sentimientos encontrados llegaron incluso hasta nosotros. Basta mirar la historia de las guerrillas en Colombia para comprobarlo.

En esa nota de la BBC queda muy claro que en la relación de amor y odio entre chinos y rusos existen todas las posibilidades, menos una: ser auténticamente el uno para el otro.

Ahora el asunto, o la disculpa, para posar a la cámara es Ucrania. ¿Es la paz, o el fin de la guerra allí, el único fin que mueve a la República Popular de China a intentar mediar en ese conflicto, al que, para comenzar, ni siquiera se atreve a llamarlo así?

Difícil de creer. Bueno, como difícil de creer sería si Estados Unidos lo intentara, de no estar metida a fondo en el problema. En este tipo de intervenciones nada es gratis.

Pero dejemos a Estados Unidos y su preocupación por la foto aquella de los dos jefes de Estado, a la que el presidente Joe Biden ha querido salir a restar importancia para calmar nervios de quienes sienten pasos grandes de Dragón y Oso. Mejor, sigamos con China y este ajedrez.

¿Qué tanto está dispuesto a jugarse Xi Jinping al incursionar en semejantes terrenos, los de la obtención de una paz a la que no se le ve cara, cuando pocos confían en que vaya a obrar de manera neutral?

Es una apuesta gigante. Porque si logra abrir paso a esa absurda propuesta en la que muchos coinciden en ver perdedora a Ucrania y poco o nada responsable a Rusia de lo que ha pasado allí, el mundo se encontraría con una nueva e inesperada vocación de China: buscar la paz, allí y, por qué no, en otros lugares del mundo. Claro está, paz a su manera.

De suceder lo contrario, de fracasar en ese empeño, lo interesante sería saber entonces qué posición adoptaría frente a la situación actual en Ucrania.

¿Acaso se pondría abiertamente del lado de Rusia, más aún después de los acuerdos comerciales que acaba de firmar y que figuran en las carpetas de marras?

¿Y qué lectura de esa abierta militancia harían entonces Estados Unidos y los países firmantes de la Otan?

Aquí hay algo muy claro: definitivamente, lo de Ucrania, como capítulo contemporáneo de la historia bélica de la humanidad, es cosa seria.

Hace algunos meses alguien dijo que era lo más parecido a la amenaza de una Tercera Guerra Mundial. Por supuesto que eso era una exageración.
Digo, en ese momento. Ahora no estoy tan seguro.