Interesante caso el de tres jóvenes futbolistas sorprendidos en Manizales mientras, supuestamente, incurrían en extorsión a una estudiante extranjera para devolverle su teléfono móvil.

Análisis y reflexiones obliga el hecho. Comencemos por el tratamiento del tema por parte de algunos colegas y medios. Jamás con el propósito de quien escribe de dar lecciones sobre cómo hacer este oficio. En cambio sí, en procura de algo fundamental: recordar que el periodismo no es la justicia. Por fortuna, además.

Y es que eso de ejercer de jueces, en lo que hemos caído la mayoría en más de una ocasión, tiene hoy mayores efectos nocivos que antes por el enorme alcance de las redes sociales, su perniciosa inmediatez y la falta de contexto que las caracteriza.

En ese sentido, decretar la culpabilidad (o la inocencia) de alguien en un micrófono y echarla a rodar es un flaco favor que se hace a la justicia. Además, obrar así debe suponer una presión nada fácil de manejar por parte de funcionarios que sí encarnan la majestad de ese poder público.
Funcionarios, o al menos algunos, que, por su parte, deberían preocuparse más por cumplir con su tarea que en ganar vitrina. Ya se sabe para qué: ganar puntos en sus hojas de vida de cara a posteriores ascensos o posibilidades de ellos.

Luego de poner la carne propia en el asador, vamos con lo otro. ¿Por qué estos tres muchachos querrían incursionar en ese tipo de acción delincuencial, por la que deben pagar si son hallados culpables?

Quizás, porque forman ellos parte de un medio, el del fútbol, escaso más que nunca de valores y de principios. Eso mismo que comienza en las canchas y se desbocan luego a las vidas privadas.

Y es que si nos ponemos en la tarea de recoger la serie de situaciones extra deportivas anómalas en que se ven envueltos casi a diario jugadores, dirigentes y otros allegados a esa actividad, no terminaríamos.

Aunque vale la pena detenerse en un renglón muy importante, el de las nuevas generaciones. Es a ellas a quienes se les recibe en clubes y escuelas con una frase que ha terminado siendo nada más que muletilla: “Antes que el deportista, nos importa el ser humano”.

Seguramente en algunos casos eso está escrito en piedra y, como tal, se aplica. Pero en otros, no. Ahí, en estos últimos, el denominador que rige es el de salir futbolista con un solo propósito: triunfar y alcanzar dinero para sí. Y, en especial, para promotores escasos de escrúpulos.

De ese todo por la plata, con las grandes estrellas y sus lujos, exageraciones y escándalos como referentes, surgen muchos males. Entre ellos, el de no andarse con consideraciones.

Incluso consigo mismos, como tristemente lo refleja la situación penal de uno o dos importantes ex jugadores del fútbol profesional colombiano. Y los líos ante tribunales en que andan otros colegas, muy célebres, en Francia y España.

No sé si el control sobre los innumerables centros de formación que hay abiertos, incluya ese punto en concreto, el de los valores y principios.

Lo que sí no debería quedar suelto es el papel decisivo de nosotros, los padres. Estamos obligados a un deber: el de preocuparnos para que sean, antes que buenos futbolistas, ciudadanos ejemplares.

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Sobrero: Con el fallecimiento de Antonio José González Caicedo se marcha no sólo el juicioso y pulcro ganadero de bravo. También, el hombre bueno y generoso que dejó sembrado de naturaleza viva el Valle del Cocora. Y de amigos, los lugares por donde transcurrió su vida. Paz en la tumba del inolvidable ‘Tuco’ y condolencias a su familia.