“Hermano, va muy regular el tema de Petro. Este país pasa del desencanto a la frustración. Y vuelve y juega", me dijo un amigo hace tres semanas, mucho antes del berenjenal de estos últimos días. Ahora, después de tanto disparate, volvió a dejarse oír: “Y eso que solo van casi siete meses”.

De alguna manera, lo de ese amigo se parece a lo que piensa Santiago Alarcón. Dice el actor, en su cuenta de Twitter:

“Señor @petrogustavo Muchos Votamos con la ilusión de no ver en Colombia lo mismo de siempre. Hoy seguimos con masacres, policías asesinados, corrupción, etc. Vaya a configuración y revise cuánto tiempo del que está gastando en el celular lo puede usar para ejecutar lo que prometió”.

Tampoco difiere la feminista Sara Tufano: “En serio, ¿están celebrando que Petro le haya pedido a la Fiscalía que investigue a su familia? ¡Es lo mínimo que podría hacer un presidente que se dice progresista!”.

Sumen esta reflexión del escritor y colega Ricardo Silva Romero, en su columna en El Tiempo: “Y sí, Colombia ha sido tierra de líderes decepcionantes. Pero esa no es excusa para despreciar al Icbf, para insultar el drama de las naciones ajenas mientras se empobrece la diplomacia del país, para echar a las patadas a esos tres Ministros -esos tres símbolos leales- como negando por un rato la tarea de las reivindicaciones”.

Cuatro personas distintas, e independientes, y una impresión verdadera: hay desencanto y preocupación por parte de gente que apostó u oyó hablar de un cambio que, de seguir las cosas como van, anda bien enredado.

En especial hoy, cuando a la improvisación y al desorden de los primeros meses le suceden la mentira, en medio de serios indicios de corrupción por parte del delfín presidencial.

Esto, que no pasaría de ser la aventura de la oveja descarriada de la familia, parece tener una cola enorme.

Porque si es verdad que ministros del gabinete y otros altos funcionarios se reunían a la sombra con quien, todo indica, es un hábil recaudador, la siguiente pregunta a ellos es, ¿a cuenta de qué lo hacían?

¿Qué tipo de intereses los movían para entregar a cambio, como dicen las conversaciones reveladas, “cuotas” en puestos (altos puestos) públicos? Eso no es una acción individual ¿O es que acaso eran ministros de día y trapecistas de noche?

Claro que ellos, y ellas, tienen derecho a la presunción de inocencia y al debido proceso, si es que hasta allá llegan las averiguaciones y los requerimientos de la Fiscalía y demás entes. Esto no da plazos, cuenten pues...

Y cierto es que de negocios de familia está hecha la historia del poder de esta Nación. Pero eso no puede ser ni atenuante ni consuelo de tontos.
Qué bueno sería además que muchas cosas turbias, actuales y del pasado, salieran a la luz. Viejos guardados que se esconden bajo tantas alfombras.

Si lo dice el mismísimo ‘Pacho’ Santos, qué duda puede haber: “Cambio no hubo, siguen la corrupción y los torcidos. Y las cosas por debajo de la mesa, todo sigue igual”. Importante reconocimiento el suyo sobre el inmediato pasado.

Pero que se comience con el aquí y el ahora. Quizás esto sirva para que se abra paso un auténtico Pacto Nacional contra la corrupción y por la verdad y por la vida. Uno de los pocos caminos que le quedan a Gustavo Petro en materia de gobernabilidad. Si es que él no quiere que estos próximos tres años se conviertan en los más largos de su vida. Y, cómo no, de las nuestras.

¿Lo hará o, por el contrario, elegirá el hombre otros caminos, incluso los culebreros? He ahí la cuestión.

Sigue en Twitter @VictorDiusabaR