La advertencia la acaba de hacer el observatorio climático europeo Copernicus: el mundo sufrió un aumento de su temperatura media de más de 1,5° C en los últimos dos años. Es justo el límite simbólico que no se debe sobrepasar en el planeta para que la vida sea viable, una ‘barrera’ establecida por el Acuerdo de París de lucha contra el cambio climático.

La situación, dijo la ONU (se viene diciendo desde hace años) exige “una acción climática drástica”. El 2024 quedará en la historia de hecho como el año más cálido jamás registrado desde que comenzaron las estadísticas en 1850. El nuevo año parece ir en la misma vía. Solo en Cali ya ocurren escenas inverosímiles: celulares último modelo que lanzan mensajes de alerta de temperatura, por lo que deben apagarse.

Pese a todo, las prioridades de las grandes potencias parecen ignorar lo que está ocurriendo. El esfuerzo de reducción de gases de efecto invernadero bajó en algunos países ricos, pero fue insuficiente. Para citar un caso, en los Estados Unidos el año pasado solo se logró disminuir un 0,2%.

El calentamiento climático actual no tiene precedentes en 120.000 años, lo que desencadena lo que ya se vive: más sequías, más inundaciones, fenómenos como el de La Niña o El Niño con más frecuencia.

Las olas de calor cobran miles de vidas: 1.300 muertos durante la peregrinación a La Meca, en Arabia Saudita; la Dana que sacudió a España; incendios en Los Ángeles, huracanes cada vez más violentos en los Estados Unidos y el Caribe.

La situación se complica con el regreso al poder de líderes que han minimizado la gravedad del cambio climático, como el caso de Donald Trump en los Estados Unidos. Durante su primer mandato no mostró interés por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, lo que podría repetirse.

Por fortuna, aunque es poco, muy poco, aún hay tiempo de hacer algo. Contener el calentamiento a 1,5° C en lugar de 2° C, el límite superior del acuerdo de París, permitiría limitar significativamente sus consecuencias más catastróficas, según el panel de expertos en clima de la ONU.

Es una responsabilidad de los Estados, pero también de cada empresa, de cada ciudadano. Las acciones cotidianas podrían ser un gran aporte para disminuir el calentamiento global, como migrar a transportes sostenibles, reducir el consumo de carne, evitar el desperdicio de alimentos. Salvar la Tierra de la crisis climática requiere de una acción colectiva.

Cali, que acaba de ser sede la COP16, debe ser ejemplo de ello para el mundo, honrando sus compromisos, no olvidarlos como por lo regular ocurre cuando terminan los eventos y la exposición mediática. Cuidar los Farallones es un gran aporte local al cuidado del planeta, así como construir de a poco una ciudad sostenible.

La financiación climática, la reducción drástica de los combustibles fósiles y el fortalecimiento de los compromisos internacionales son indispensables para contener la crisis. El futuro de la humanidad está en nuestras manos.