La población migrante velezolana, así como los colombianos que han retornado a su tierra natal después de vivir largos años en la vecina nación, se han convertido en una importante fuerza que dinamiza nuestra economía, enriquece nuestra sociedad y abre una enorme oportunidad de crecimiento para el país.

Las cifras así lo confirman. Según la más reciente medición oficial, más de 2,8 millones de personas han llegado a Colombia desde Venezuela. Y de acuerdo con un estudio realizado por la Organización Internacional para las Migraciones (OIM), solo en el 2022 esa población generó un impacto económico equivalente a US$529,1 millones.

Los migrantes venezolanos aportaron más de US$203 millones en IVA. Y sus pagos en impuestos directos como renta, cuotas de salud y pensión, sumaron más de US$311 millones. En impuesto al consumo su aporte fue cercano a US$13 millones y en importes a la gasolina más de US$1 millón. Al finalizar el presente año, dice el mismo estudio, el impacto económico que generan podría superar los US$804 millones.

Estas cifras, por sí solas, deberían ser suficientes para desmontar de una vez por todas la inaceptable y estigmatizante hipótesis de que los venezolanos que se vieron forzados a abandonar su territorio para venir a Colombia son una carga para el país. O que se trata de personas que prefieren vivir de la mendicidad, e incluso dedicarse a la delincuencia, antes que trabajar.

En realidad, en su gran mayoría, son personas que llegaron para construir nuevos proyectos de vida, aportando sus conocimientos, habilidades y experiencia al sector empresarial como trabajadores, o creando oportunidades como emprendedores. Y además de su valiosa contribución económica, han traído consigo su cultura, sus costumbres, su gastronomía y su natural alegría, fortaleciendo el rasgo más distintivo y poderoso de la sociedad colombiana: la diversidad.

De los 2,8 millones de venezolanos residentes hoy en nuestro país, unos 200.000 se quedaron en el Valle del Cauca. Y de ellos, cerca de 130.000 viven en Cali, que es la quinta ciudad del país con el mayor flujo migratorio procedente de ese país. Lo cual significa que la capital vallecaucana, así como el país entero, tiene una enorme oportunidad para fortalecerse, si logra integrar exitosamente a la población migrante.

¿Qué se requiere para lograrlo? Hay muchos retos por delante. Uno de los más significativos es articular adecuadamente todos los esfuerzos de las entidades públicas que trabajan para llevar su oferta de servicios a los migrantes. Y, por otro lado, el sector privado debe entender la necesidad de crear las condiciones adecuadas para generar empleo incluyente, entendiendo cada vez más las características de la nueva mano de obra disponible. Por supuesto, esto también pasa por crear condiciones para que las empresas puedan generar empleo formal.

Pero la sociedad, en general, tiene el reto de desterrar definitivamente los brotes de xenofobia que aún persisten frente a la población migrante venezolana y los colombianos retornados. Es preciso entender que, al acogerlos, lo que hacemos es crear oportunidades para todos.