Estados Unidos sube los aranceles a los productos importados de China y ésta responde incrementado los suyos a importaciones provenientes del país norteamericano. Y en el medio de esa guerra comercial que está causando ya consecuencias, quedan los mercados internacionales, la posibilidad cada vez más cierta de una recesión y los consecuentes terremotos que causan intranquilidad sobre el futuro de la economía mundial.
La historia de esta llamada guerra comercial se inició no bien llegado Donald Trump a la presidencia de la primera potencia económica del mundo. Desde ese momento anunció el resurgimiento del nacionalismo bajo el nombre de ‘America First’, y el establecimiento de un estilo pugnaz y desafiante contra China, contra Europa y contra cualquier país que, como México, presentara una balanza positiva en sus relaciones comerciales con Estados Unidos.
Hoy, el presidente Trump ha demostrado que su discurso no era sólo un recurso retórico. La última de sus acciones, presentadas a manera de sanciones por el “abuso” que según él comete China en las relaciones bilaterales, significará un gravamen de trescientos mil millones de dólares a casi todos los bienes producidos en el país asiático, los cuales tendrán efecto el primero de septiembre y el quince de diciembre.
La respuesta de China se conoció ayer, cuando sus autoridades anunciaron el establecimiento de aranceles a miles de productos de fabricación estadounidense por setenta y cinco mil millones de dólares, cuya aplicación se hará efectiva a partir de las mismas fechas anunciadas por el Presidente de los Estados Unidos. Es ya la ley del Talión que amenaza con retroceder décadas de esfuerzos por construir la globalización del comercio y el intercambio de bienes y servicios entre todas las naciones del mundo, que permite superar las barreras políticas e ideológicas.
Entonces las bolsas de valores tiemblan y en los círculos económicos se empieza a hablar de recesión, hipótesis a la cual ya se refirió el presidente de la Reserva Federal como una posibilidad. Y los mercados del mundo muestran comportamientos que como el petróleo se dirigen a la baja, en tanto el dólar se fortalece como refugio de los inversionistas que huyen de los riesgos.
Todo ello está influenciado por la campaña de los Estados Unidos donde el presidente Trump aspira a reelegirse con el nacionalismo agresivo que es contestado por China con la misma medicina. Sus amenazas han desatado el nerviosismo entre la inmensa mayoría de naciones que defienden la integración comercial, con sus imperfecciones y riesgos, como el vehículo más efectivo para conseguir el crecimiento.
El mundo está expectante. La próxima semana será crucial para saber hasta dónde puede llegar el choque de las dos potencias económicas del planeta en las últimas décadas. El primero de septiembre, cuando se hagan efectivos los aranceles anunciados, se sabrá si se producen los daños que todo el mundo teme, o si, como es de esperarse, aparece la reflexión y se produce la rectificación a una guerra que hoy no parece tener sentido.