Con la llegada del general William Salamanca a la Dirección de la Policía Nacional es de esperar que comience la transformación de una Institución que, además de vigilar y proteger a los colombianos en todo el territorio nacional, debe ser más cercana a los ciudadanos. Hay cambios que son necesarios y algunos que deben ser analizados con seriedad, anteponiendo los intereses de Colombia a cualquier intención diferente.

El nuevo Comandante de la Policía, de quien se conoce su cercanía con el presidente Gustavo Petro a quien acompañó en el empalme de gobierno y luego como cónsul en Miami, viste de nuevo el uniforme después de dos años de retiro. En su posesión, a principio de esta semana, esbozó cuál será su línea de acción así como los primeros pasos que dará para la que se espera sea la modernización de la Fuerza Pública.

La inseguridad y la violencia que padece el país, y que azota en particular a ciudades como Cali, es sin duda la mayor preocupación de los colombianos. Por ello se tienen que cumplir los anuncios del general Salamanca como la transformación de las ocho Regionales de la Policía, que pasarán a ser Direcciones Regionales para darles mayor autonomía y que así puedan fortalecer sus planes de inteligencia e investigación criminal. Un propósito que ojalá vaya acompañado del aumento del pie de fuerza policial para que se supla el actual déficit de personal que se presenta en la institución.

Además de los cambios que demanda la estrategia de seguridad para combatir el crimen en todas sus formas, es necesario trabajar en la confianza ciudadana hacia su Policía Nacional. Poco favor le han hecho a una institución antaño tan querida y respetada por los colombianos los escándalos en los que se han visto involucrados algunos de sus integrantes, los casos de corrupción detectados o los excesos policiales aislados.

En ese sentido se reciben bien las intenciones de reentrenar a los integrantes de la Policía, en particular a los asignados a la seguridad ciudadana, reforzar su formación en derechos humanos y reestructurar los CAI para que se conviertan en epicentros de encuentro con las comunidades. Ese acercamiento es necesario para consolidar la relación entre la Policía y los colombianos.

Tan importante como ello es levantar la moral de los uniformados, afectada por hechos recientes como el secuestro al que fueron sometidos 87 integrantes del Esmad en San Vicente del Caguán por una autodenominada guardia campesina o la retención ilegal esta semana de 24 soldados y dos policías dedicados a la erradicación de cultivos ilícitos en Patía, Cauca.

Quedan pendientes decisiones como la de determinar si se mantiene a la Policía como parte del Ministerio de Defensa o si, como lo han pedido algunos sectores, se traslada al Ministerio del Interior. No se puede olvidar que en Colombia la labor de la Fuerza Pública no solo se centra exclusivamente en garantizar la convivencia ciudadana y luchar contra la delincuencia. Su presencia ha sido fundamental para la persecución del crimen organizado y de las diferentes formas de violencia que afectan desde hace décadas al país.

Es en esas funciones y en lo que más le convenga a la Nación, no en los intereses políticos de unos cuantos, en lo que se debe basar cualquier cambio que se haga en La Policía Nacional.