Cumpliendo las órdenes del presidente de la República, el nuevo comandante de la Policía Nacional anunció los cambios que aplicará en el Escuadrón Móvil Antidisturbios, mejor conocido como el Esmad. Al parecer, es el cumplimiento de promesas de campaña que, sin embargo, no parecen dejar satisfechos a sectores que apoyaron al candidato Gustavo Petro.

La propuesta del general Henry Sanabria empieza con el nombre: “Unidad de Diálogo y Acompañamiento a la Manifestación Pública”, se llamará en adelante el cuerpo creado para responder a los desafíos que en todas partes del mundo generan quienes aprovechan la protesta social para sembrar el caos, y usan el terrorismo y el vandalismo para amedrentar a la sociedad. Ahora, y según el General, tratará de proteger a los ciudadanos y de agotar los recursos del diálogo antes de usar la fuerza legítima.

La nueva Unidad, o mejor, el nuevo Esmad, ya no será ese cuerpo dotado de los elementos necesarios para cumplir su misión y que causan repulsión entre quienes convirtieron el ataque a los servidores públicos que lo integran en una especie de desafío. Ahora vestirán de blanco, sus tanquetas serán ambulancias y sus integrantes serán divididos en dos grupos, uno destinado al diálogo y otro a responder a la protesta desbordada, en caso de que no prospere el primero.

La justificación parece estar en la necesidad de no repetir los errores y abusos que se cometieron en el pasado, desconociendo tal vez que a sus autores se les aplicaron normas y procedimientos creados para evitar el mal uso de la autoridad y los excesos. Pero no debe desconocerse la presión de quienes han tratado siempre de satanizar a los servidores públicos que cumplen con su deber, y aquellos que desde la posición ideológica y política del presidente Petro exigen la desaparición de un organismo que casi todos los estados tienen para contener la violencia en las movilizaciones públicas, sean de rechazo o respaldo a acciones que de alguna manera tocan a las sociedades.

La desaparición del cuerpo policial dedicado a atender los disturbios, el botín que reclaman los extremistas que desfiguran la protesta social, parece que no se hará efectiva por ahora. Y tocará esperar que se presenten los disturbios para ver si los policías, que reemplazan a los funcionarios civiles en el deber de buscar acuerdos mediante el diálogo, logran evitar las confrontaciones físicas que por lo general dejan lesionados de parte y parte.

O si, como se teme en sectores sociales y administrativos, esa transformación, que lleva a plantear una situación de democracia dialogante para enfrentar a los violentos que se empeñan en el terror y el vandalismo contra la ciudadanía, termine amenazando la función de proteger a la sociedad, uno de los fundamentos para la existencia de la Policía en todo el mundo. Cabría esperar entonces que los promotores de esos disturbios, diferentes a los dirigentes de la protesta social legítima, acepten el diálogo que les deberán plantear los policías.

Ojalá la seguridad de la Nación prime por encima de las ideologías que pretenden debilitar al Estado.