No es difícil prever cómo serán los próximos cuatro años de gobierno de Donald Trump, quien este lunes 20 de enero toma posesión, por segunda vez, como presidente de los Estados Unidos. Es claro que hará todo para cumplir lo prometido en campaña, que puede resumirse en su lema de “Hacer a América grande otra vez”. Habrá que ver si la realidad de su país y la que vive el resto del mundo, se lo permiten.
Las puntadas que dio durante la carrera hacia la Casa Blanca, dejaron entrever los frentes de batalla que emprenderá y el tono con el que manejará tanto los asuntos federales como los internacionales. Una vez elegido, Trump se sintió en plena libertad para plantear sus intenciones más íntimas, algunas absurdas, otras preocupantes, unas irrealizables y aquellas que pueden volverse realidad, le guste o no al resto de mortales.
El Trump de esta era llega flanqueado por alfiles más afines a él, de ello no dejan duda los nombramientos en su gabinete. El senador de origen cubano Marco Rubio será su secretario de Estado, encargado de la política exterior, quien ya esbozó la línea de lo que será su gestión, incluido llamar narcotraficante al régimen de Nicolás Maduro y decir que Ucrania deberá hacer concesiones para parar la guerra con Rusia.
El petrolero y negacionista del cambio climático Chris Wright será el secretario de Energía; el contradictor de las vacunas Robert F. Kennedy, su secretario de Salud; el popular ‘Doctor Oz’, conocido por promover creencias paranormales y la sanación por fe, se convertirá en director de los servicios médicos; mientras que Tom Homan, quien en su anterior administración fue el artífice de la separación de las familias de inmigrantes ilegales, será ‘zar’ de las fronteras. No podía quedarse sin puesto el magnate Elon Musk, quien estará en el Departamento de Eficiencia Gubernamental, una nueva oficina que no se sabe bien qué hará.
Es de esperar que el tema de la migración ilegal ocupe parte importante de la agenda Trump, así como las relaciones de comercio exterior con el fin de cumplir con su promesa de priorizar la producción nacional por encima de las importaciones, lo que tendrá repercusiones contundentes en América Latina.
Sobre los conflictos mundiales, es predecible que siga del lado de Israel y que no sea aliado irrestricto de Ucrania, mostrando de nuevo su relación ambivalente con Vladimir Putin, mientras China continuará en su agenda como el contendiente a vencer, mientras seguirá mirando con desprecio a Europa, incluida la Otan. Sus pretensiones de retomar el Canal de Panamá, comprar Groenlandia o que Canadá sea el Estado 51 de los Estados Unidos se quedarán en deseos.
No se sabe a ciencia cierta si Colombia estará en su agenda o si será relevante en su política exterior. De seguro esperará a las elecciones de 2026 y se sepa quién es el mandatario que reemplazará a Gustavo Petro para determinar el tipo de relaciones que instaurará con nuestro país.
En todo caso, ya se sabe que el de Donald Trump será un cuatrienio de polémicas, confrontaciones, demostraciones de poderío y de querer devolverle a Estados Unidos el puesto que siempre ha ocupado en el panorama mundial, diluido en un gobierno insulso como el de Joe Biden, que hoy llega a su fin.