La Universidad del Valle, un referente académico de Colombia, vive una crisis en su gobernabilidad y convivencia en el campus de Meléndez, al sur de Cali, lo que afecta no solo a estudiantes, sino al entorno cercano de ese centro de educación superior.

Para empezar, hay una creciente polarización entre los minoritarios grupos de ‘capuchos’ que salen a la Avenida Pasoancho a armar caos en lo que llaman “el tropel”, y una reciente unidad de ‘anticapuchos’ que se opone a los aplazamientos de las clases y los semestres debido a las dinámicas de violencia que unos pocos pretenden imponer.

En todo ello no solo hay actores internos de la universidad -estudiantes- sino que también se presume de fuerzas externas que se aprovechan de la fragilidad del campus para sembrar el desorden.

Como lo señalan varios profesores, el problema de fondo en Univalle, sede Meléndez, es de falta de gobernabilidad. La autonomía universitaria, un principio sagrado que debe protegerse, ha sido vulnerado por la violencia que pretenden imponer unos cuantos.

A este panorama se suman otros problemas igualmente graves, como la falta de control en las audiciones –rumbas- que se realizan los viernes. En principio, son eventos de grupos estudiantiles para el esparcimiento cultural, pero se han transformado en escenarios de inseguridad, donde el microtráfico y el desorden son constantes.

Este diario ha recibido denuncias de tráfico de drogas, agresiones a guardas de seguridad, robos y acoso a mujeres durante estas fiestas, lo que afecta la convivencia.

El rector de Univalle, Guillermo Murillo, ha reconocido que la seguridad es una prioridad y se ha comprometido a generar estrategias de solución. Sin embargo, las acciones concretas aún parecen escasas. La comunidad universitaria se pregunta hasta cuándo se va a permitir que una minoría imponga su lógica violenta sobre el resto del alma mater.

Los expertos coinciden en que la única salida es la construcción de un cambio cultural profundo dentro de la universidad, que restablezca el respeto por el otro, por la pluralidad y por las normas que permiten una convivencia armónica, y no como se ha propuesto en años anteriores, con militares en el campus. Este cambio solo será posible si las autoridades universitarias toman decisiones firmes y concertadas con la comunidad univalluna para recuperar el control de la sede Meléndez, sin caer en la represión pero tampoco en la indiferencia.

El campus Meléndez de la Universidad del Valle necesita un acuerdo de convivencia que permita que esta siga siendo un espacio de reflexión, investigación y crítica, pero también de respeto y seguridad. Las luchas internas, por muy legítimas que sean, no deben trascender a la violencia, y mucho menos deben minar el propósito primordial de cualquier institución educativa: formar ciudadanos capaces de aportar a la construcción de una sociedad más justa y pacífica.

Univalle es un orgullo del Valle del Cauca, y la violencia que pretenden imponer algunos no puede ser el estigma que la cubra para siempre.