Sin duda alguna a Gustavo Petro le hubiera gustado mucho más sacarse la foto con Luiz Inácio Lula de Silva, electo por tercera vez como presidente de Brasil y referente de la izquierda democrática en América Latina, tal y como lo hizo su colega argentino, Alberto Fernández, que con Nicolás Maduro, un mandatario sin credenciales democráticas y un cuestionado historial de derechos humanos.
Pero la ‘realpolitk’ obliga y el Presidente colombiano, empeñado en darle contenido a la reanudación de relaciones y a la reapertura de la frontera con su vecino país para reactivar la economía de las regiones limítrofes y potenciar el comercio con Venezuela, a lo que se suma el papel que le ha otorgado al Gobierno de Maduro como garante de las negociaciones de paz con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), no ha podido posponer más este encuentro buscado con ahínco por Caracas desde que se anunció la normalización diplomática.
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Para Maduro es vital esta foto con el fin de demostrarle al mundo que no está aislado y que forma parte respetada de la comunidad de países de la región, especialmente en un momento en que América Latina se ha inclinado mayoritariamente a la izquierda, eso sí en la gran mayoría de los casos a través de gobiernos moderados y respetuosos de la legalidad democrática y de los derechos humanos, lo que no es el caso del sucesor de Hugo Chávez.
Esta cumbre colombo venezolana la ha forzado el Gobierno de Caracas, que desde un comienzo ha planteado públicamente que, solo a través de las conversaciones que puedan mantener los mandatarios de ambos países, podrían destrabarse los complejos retos que plantea el restablecimiento de relaciones entre Colombia y Venezuela.
El asunto reventó en Bogotá cuando el presidente Petro se hizo eco la semana pasada de los pobres resultados comerciales mostrados tras cumplirse un mes de la apertura de la frontera, donde se refleja que las trochas utilizadas para el contrabando siguen muy activas en contraposición con los pasos regulares, lo que va en contravía de los objetivos de reactivación económica fronteriza, que se habían trazado las autoridades colombianas.
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Pero Gustavo Petro también tiene sus cartas bajo la manga y entre ellas está la invitación que le ha hecho a su homólogo venezolano para que Venezuela reingrese al sistema interamericano de derechos humanos, a través de la cual busca abrir caminos para facilitar el proceso democratizador venezolano.
Falta por ver si el régimen madurista encontrará suficientes incentivos para aceptar plenamente el convite de su par colombiano. Maduro, a la salida del cónclave, manifestó sin excesivo entusiasmo estar receptivo a la idea. Si Petro lo logra, será un importante triunfo diplomático para él. La negociación no ha hecho más que empezar.