El asesinato de 24 jóvenes en 20 días volvió a prender las alarmas en Buenaventura por el auge de la violencia.
Ante ello, monseñor Rubén Darío Jaramillo, obispo de la ciudad, convocó a una Jornada en Familia por la Vida y la Paz durante esta semana.
Pero no son solo los homicidios. “La extorsión está disparada, la comunidad tiene miedo y zozobra de salir a las calles y se han incrementado las fronteras invisibles. Eso hace que la comunidad se encierre, esté confinada en sus barrios y haya un miedo generalizado, dice quien se ha convertido “en la campana que suena y suena” para llamar a la unidad en contra de los violentos.
Monseñor, ¿por qué se hizo necesario recurrir a este tipo de jornadas contra la violencia?
Del 1 al 20 de julio, reportamos alrededor de 24 asesinatos de jóvenes en las calles de Buenaventura de jóvenes y se ha incrementado la violencia. La extorsión está disparada, los robos, la comunidad tiene miedo y zozobra de salir a las calles y se han incrementado las fronteras invisibles. Eso hace que la comunidad se encierre, esté confinada en sus barrios y haya un miedo generalizado.
Frente a eso, establecimos unas jornadas de oración por la vida, la paz y la libertad en Buenaventura, como una manera de unir a toda la comunidad. Este es un pueblo muy religioso y por eso, como obispo, convoqué a todos los pastores de las distintas iglesias evangélicas de Buenaventura, para hacer una sola plegaria en varias jornadas: El lunes, el presidente de la Asociación de Pastores Evangélicos de Buenaventura y yo, desde el Comando del Cuerpo de Bomberos, emitimos por todas las redes sociales y emisoras de la ciudad una hora de oración en familia, para orar por la paz, porque sabemos que la familia es el origen de toda la vida humana y que, si trabajamos por la familia, vamos a empezar a constituir unas nuevas personas. Y el martes hicimos una reflexión en siete lugares emblemáticos de violencia en Buenaventura: la Galería de Pueblo Nuevo, la plazoleta del barrio Juan 23, la galería de Bellavista, el barrio Rockefeller, la cancha del barrio El Dorado, la cancha del barrio El Bolívar y el Polideportivo de las Palmas. Allí se congregaron personas con camisetas y globos blancos y se hicieron actos culturales y espirituales. El Alcalde y su delegado, el Comandante de la Policía, la Armada Nacional, el Obispo y el presidente de los pastores evangélicos los visitamos para escucharlos y decirles que no están solos, que no tengan miedo, que la institucionalidad está comprometida para tomar medidas frente a la situación de violencia.
¿Y el jueves también hubo actos?
Sí, el jueves se sembraron mil árboles en diez puntos distintos, como un signo de esperanza y de vida hacia el futuro. Y la última jornada fue el viernes, cuando nos reunimos en el Parque Néstor Urbano Tenorio, al lado del mar, todas las autoridades, las madres comunitarias, los niños, las mujeres y los grupos culturales e hicimos una fiesta cultural y elevamos una oración a Dios para mostrar la unión de todas las iglesias, sin distinción, diciéndole al pueblo de Buenaventura que si los pastores de las iglesias y el obispo católico se unen, sin agredirse, sin tratarse mal, respetando cada uno su fe, es un llamado para que nos unamos todos a pensar en Buenaventura, porque no podemos dejarla desangrar más y tenemos que cuidar la vida de los jóvenes.
En lo personal, ¿qué significó visitar estos sitios tan vulnerables y tan golpeados por la violencia, en medio del miedo de la gente?
Fuimos a levantar la voz para rechazar la violencia, el asesinato, la extorsión y el robo, porque la gente en esos lugares no puede hacerlo, porque ahí están las bandas, los bandidos. Alguien tenía que hablar y por eso fuimos como comunidad de Buenaventura a rechazar radical y públicamente esos actos que están destruyendo la vida en nuestra ciudad.
Estamos hablando por quienes no pueden hacerlo, gritando y pidiéndole a Dios que mueva los corazones de ellos, para que cesen tanta violencia. También lo hicimos para brindarles a esas comunidades una voz de esperanza, de que no están solos y que no están en manos de los bandidos, que toda la institucionalidad y todas las personas que queremos a Buenaventura los acompañamos en su sufrimiento, pero que unidos podemos salir adelante. Ese dolor lo conocemos y compartimos sus angustias, pero también queremos darles ánimo, porque la gente no quiere salir a la calle por miedo. Ir al barrio era animarlos a que vuelvan a su vida diaria normal.
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¿Y hay algún mensaje para esos grupos generadores de toda esta violencia en Buenaventura?
Sí, que destruyendo al otro con la venganza, el odio, el crimen, el robo y la extorsión nos estamos robando y destruyendo a nosotros mismos. Lo que le hagamos a los demás, nos lo estamos haciendo verdaderamente a nosotros. Por eso, hay que respetar la vida y el mensaje principal es decirles que la vida es sagrada y que el único dueño de la vida es Dios, que nadie es dueño de la vida para quitársela o quitársela a otra persona.
A comienzo de año se lanzó un SOS por desplazamientos registrados en el propio casco urbano, hubo presencia del Gobierno Nacional y por un tiempo volvió la calma. ¿Qué hacer para acabar con esa violencia casi estructural en Buenaventura?
No podemos quedarnos en palabras bonitas y prometiendo cosas que no se cumplen. En enero se prometieron mínimo 200 cámaras de seguridad para vigilar la ciudad y hasta ahora no han colocado la primera. Entonces, hay elementos por mejorar, hacer más investigación para que los jueces puedan tomar las decisiones pertinentes, para que sean judicializados todos los casos, que la institucionalidad se una y funcione.
Cuando se unen todos, hay una manifestación concreta de que la seguridad se comienza a vivir y bajan los índices de todos estos delitos, pero este último mes se han incrementado mucho y por eso estamos haciendo estos actos, porque esta violencia es como una espiral: si uno se queda quieto, ellos actúan; cuando el Estado actúa, ellos se quedan quietos. Necesitamos que el Estado actúe las 24 horas y no solo por épocas o por oleadas.
¿Quiénes están detrás de los homicidios de estos jóvenes?
Hay una situación que tiene raíz en el narcotráfico y la economía ilegal. La extorsión está creciendo considerablemente. Antes era a nivel de comunas o de sectores de Buenaventura, ahora ya es cuadra a cuadra, los extorsionistas están visitando cada casa, cada tienda, cada persona.
Como el narcotráfico se volvió microtráfico, también la extorsión se volvió microextorsión, pequeña, no por el monto sino por el radio de acción. En un barrio pueden haber tres cabecillas de extorsión, se volvió un modus vivendis de conseguir dinero fácil, amedrentando y amenazando a los vecinos, a los conocidos, a los negocios. Se está generalizando la cultura de la extorsión.
“El mensaje principal es decirles que la vida es sagrada y que el único dueño de la vida es Dios, que nadie es dueño de la vida para quitársela a otro”.
Monseñor, ¿usted ha vuelto a recibir amenazas contra su vida?
Directamente no, pero tampoco he podido volver a los barrios bien difíciles, por temas de seguridad. Precisamente, no me han dejado ir porque hay latentes amenazas. Digamos que he estado un poco quieto, trabajando mucho, pero ya no visitando los lugares que antes visitaba, y esperando a ver si se calman las cosas.
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¿Y no le preocupa que estos pronunciamientos contra los violentos puedan volver a generar esas intimidaciones?
No importa. Nosotros no nos podemos mover por el miedo, sino por el amor a una ciudad; ayudar a construir donde se necesitan algunos que levanten la voz. Nosotros somos como una campana que suena y suena y sonará siempre por las injusticias que veamos. No importa nuestra vida, nuestra misión es levantar la voz de los pobres, de las madres que están enterrando a sus hijos, de los hijos que están enterrando a sus padres tan jóvenes, de las esposas. Mientras haya lágrimas, dolor, sufrimiento, muerte, robo y extorsión, tendrá que haber una voz que le esté recordando a las personas que eso va en contra de la voluntad de Dios y de la dignidad de las personas, que no está bien hecho. Lo peor que podemos hacer es quedarnos callados.
¿Cuál es su llamado al Gobierno Nacional frente a esta escalada de violencia que se está registrando de nuevo en Buenaventura?
Decirles que las medidas que están tomando son buenas, pero no son suficientes. No están logrando el objetivo, porque volvemos otra vez a generar todos estos temas de violencia y esta situación de miedo de cada cuatro meses. Primero era cada ocho años, ahora es cada cuatro o cinco meses. Se calma y vuelve otra vez, se calma y vuelve otra vez, y eso significa que las medidas no son suficientes, que hay que cambiar estrategias, innovar, buscar cómo han salido de la violencia otras ciudades y volver al tema de la inversión y el desarrollo, necesitamos empleo en esta ciudad para nuestros jóvenes.