De tomarse un tinto con la oposición a asegurar que “quieren matar al Presidente”; de buscar un acuerdo nacional a proponer una asamblea constituyente para aprobar sus reformas; de conformar un gabinete diverso e invitar a todos los sectores a hacer parte de su gobierno a amenazar con que “quien no esté a la altura, que renuncie”.
Ese es el panorama que se ha cernido sobre el Ejecutivo luego de las marchas de la oposición y de las del Día del Trabajo, que se convirtieron en un pulso donde ambas tuvieron un ingrediente en común: el odio por uno u otro sector; un escenario de polarización que aprovechó el presidente Gustavo Petro para radicalizar más su discurso.
“Lo que se está perfilando son las elecciones presidenciales. Entonces, se encuentra a un mandatario que intenta, en la medida de lo posible, no perder su base electoral, que, haciendo una aritmética sencilla, aún se conserva, teniendo en cuenta que un buen número de simpatizantes que votaron por Petro seguirán convencidos de sus reformas, muy a propósito de su discurso de apertura social”, indica el consultor político Álvaro Benedetti.
“Ese es el escenario que se va a sostener en estos próximos dos años: cada extremo político intentando armar trinchera de cara a los comicios para poder perfilar ese candidato ideal en cada uno de los bandos. Por los lados de la izquierda, va a ser muy difícil que sea Petro, porque legalmente no se puede y el tiempo tampoco le va a dar para generar una reforma constitucional que le permita reelegirse”, añade.
El profesor del programa de Ciencias Políticas de la Universidad de La Sabana, Andrés Agudelo, explica que “la polarización responde a una dinámica, a veces natural en las democracias, que no es nueva en Colombia, si se mira en perspectiva desde el principio del Siglo XXI, haciendo énfasis en los gobiernos de (Juan Manuel) Santos, (Iván) Duque y ahora con Petro, donde ha sido continua y permanente”.
Sin embargo, no es un secreto que esta se ha radicalizado más durante esta Administración, en la que, teniendo en cuenta que es el primer gobierno de izquierda y a pesar de haber iniciado proponiendo un acuerdo nacional, no ha dejado de dividir entre quienes votaron por él y los que marcan diferencias ideológicas.
Se vio de manera clara en su discurso del 1 de mayo, cuando llamó esclavista a Álvaro Uribe, a Julio César Turbay lo tildó de capo del narcotráfico, rompió las relaciones diplomáticas con Israel y aseguró que la de la oposición fue la ‘marcha de la muerte’, porque lo quieren ver así.
En ese sentido, Agudelo explica que “la polarización ha sido una forma de hacer política, entonces el Mandatario la aprovecha en su discurso con algunos elementos como radicalizar el lenguaje y ver la política blanca o negra. Esa dinámica muchas veces rinde réditos y con seguridad acapara titulares en prensa, concentra la agenda política y pone los focos en el polarizador, que puede ser un presidente o un político , y de esa forma garantizan la transmisión de un mensaje”.
Sobre su discurso, Benedetti analiza que “esta idea que Petro siempre ha sostenido de rememorar hechos del pasado, de sintonizarse con causas o luchas que están por fuera de Colombia, como el caso de la intervención de Israel en Gaza y romper relaciones con ese país, es ‘show para la galería’ y es lo que va a mantener ese fervor ideológico que descentraliza el problema de la polarización del país para situarlo a él como un líder”.
Según el analista, ese elemento le ayuda al Jefe de Estado a polarizar, pero también a fortalecer o mantener en alguna forma su imagen. “Además, trata de zanjar en cierta manera la incompetencia mayúscula en la que está sumida su gobierno”, añade.
De acuerdo con lo anterior, el también analista político Juan Manuel Charry indica que “el Ejecutivo está construyendo una estrategia de descalificación a los sectores de oposición porque no tiene suficientes niveles de ejecución; es un gobierno que no ha sido muy eficiente y quiere justificar esa ineficiencia diciendo que la oposición no lo deja gobernar”.
En su opinión, “la Casa de Nariño se precipitó en el primer año a romper la coalición que tenía con algunos partidos tradicionales y está planteando más un gobierno de partido, incluso de clase social, de confrontación y división, que es muy peligroso, pero que lo justifica en el sentido de que tiene argumentos para decir que no lo dejan gobernar y que lo quieren derrocar”.
¿Cuáles son las consecuencias?
El profesor Agudelo responde que “lo complejo con la polarización es que termina contradiciendo uno de los pilares del buen funcionamiento de la democracia, que es el consenso y llegar a acuerdos sin importar las diferencias. Entonces, esta dinámica segmenta a veces la opinión o las preferencias políticas para, con base en ello, tener un tipo de legitimidad y así tomar decisiones”.
De hecho, Yann Basset, docente de la Facultad de Estudios Internacionales, Políticos y Urbanos de la Universidad del Rosario, anota que “la población no se alinea del todo en dos campos cuando se le pide identificarse en una de las posiciones, ya sea a la derecha o a la izquierda, sino que la gran mayoría se pone en el centro o no se ubica en esta escala”.
“Lo que sí pasa es que tenemos discursos radicales o beligerantes en el mundillo político que no trascienden necesariamente al grueso de la población. Por ejemplo, a pesar de que tuvimos dos grandes marchas antagónicas, fueron perfectamente pacíficas y la expresión de la mayoría de los marchantes, en ambos casos, no fueron discursos radicales”, añade.
Por eso, llama a la calma y advierte que “la marcha del Día del Trabajo fue festiva y se dio en un ambiente que contrasta con el discurso del Presidente, que sí fue bastante beligerante, incluso con expresiones de estigmatización de la marcha de la oposición”.
Así, las fuentes insisten en que meter en el mismo costal una mitad del país y en otro a la otra parte lo único que hace es generar daños, porque se empieza a forzar a que todos los colombianos se identifiquen con un solo lado del panorama político y finalmente se termina radicalizando también a la población.
“El país, que es ajeno a lo político, necesita que haya escenarios favorables para la ejecución, para la toma de decisiones asertivas en función del gasto y no, por el contrario, a enfrascarse en la histórica pelea política, en la denominada ‘patria boba’, en la que va a ser muy complicado z