"Lo que se planificó en La Habana, en términos de una cosa muy estructurada desde el centro, con un Consejo Nacional de Reincorporación y con una serie de planes que salen de ahí, no fue lo suficientemente ágil como para satisfacer las expectativas del excombatiente de base".
Así se expresa Juan Fernando Lucio, director de Paso Colombia, entidad dedicada a apoyar alianzas entre los sectores público y privado y la sociedad civil para lograr una paz sostenible para el país. Con raíces en EE.UU., empezó su trabajo en Cali en 2015 y hoy concentra sus esfuerzos en diez espacios territoriales que albergan a excombatientes, entre ellos los ubicados en el Cauca.
¿Qué es Paso Colombia y a qué se dedica?
Es el programa de una fundación norteamericana que se llama One Earth Future, que hace tres años quiso hacer parte del Acuerdo de Paz a través de programas de reincorporación económica de los excombatientes. Trabajamos en los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación, ETCR, con actividades pedagógicas y productivas que sirven para entrenar a los excombatientes en agricultura, entendiendo que necesitan capacidades para que lo que produzcan fortalezca sus ingresos, y que estructurar cooperativas ayuda a tener un mejor encuentro con la comunidad que los recibe.
¿En qué Espacios Territoriales están trabajando?
En diez. Dos en el Cauca (Buenos Aires y Monterredondo). Uno en Tuluá, donde trabajamos con el PNUD y la Gobernación del Valle: Lo llamamos ‘La era de la reconciliación’ porque hay 33 familias de excombatientes y 33 familias víctimas. Allí estamos desarrollando una finca demostrativa y procesos de secado de café que sirven a ocho asentamientos en esa área. También estamos en Antioquia (Ituango, Dabeiba y Mutatá), en Guaviare, Arauca, César y La Guajira.
¿Y en los del Cauca, qué proyectos están acompañando?
En Buenos Aires apoyamos la producción de café a través de una escuela dedicada a ese cultivo, con recolectores y acopiadores, que han vendido cuatro mil kilos de café. Es un acopio que se ha hecho en los últimos ocho meses: recogen el café, lo venden a una compañía y nosotros, con la Federación de Cafeteros, proveemos las plántulas de café.
¿Cuántas personas se están beneficiando de esta iniciativa?
En Buenos Aires se estarían beneficiando 20 excombatientes y 200 familias. En total son 840 familias de Caldono, Tuluá y Planadas (Tolima).
¿Y en el ETCR de Monterredondo qué están haciendo?
Allá tenemos un emprendimiento de ají, con una compañía exportadora, y un proyecto de piscicultura: les desarrollamos piscinas de peces y esperamos que se produzcan cada cuatro meses unos dos mil kilos de pescado; tenemos otro emprendimiento de tomate y uno porcícola. Son cinco unidades de negocios que tienen que ver con la soberanía alimentaria, el autoconsumo y otras comerciales.
¿Y ya han exportado ají?
Establecimos el cultivo y esperamos que en unos tres meses empiece a producir, generando quince empleos directos por hectárea durante 16 meses. Tenemos establecidas dos hectáreas y esperaríamos 30 nuevos empleos. Nosotros hemos provisto la infraestructura y la conexión con el exportador, que a su vez provee la asistencia técnica. También hicimos el contacto con el Banco Agrario para que incorporara dentro de su línea de préstamos en esa zona del país la referente al ají.
¿El café del ETCR de La Elvira, Cauca, es el proyecto más exitoso de Paso Colombia en el país?
El del café en general es el que mejores números tiene. Las comunidades asociadas a ese proyecto han podido vender 249.000 kilos de café, que es bastante, a precios por encima del mercado. Por eso la recuperación del precio del grano es una extraordinaria noticia. Hay 840 familias participando y el proyecto tiene la posibilidad de crecer hasta 5 millones de kilos producidos en 5 años.
Aunque ustedes trabajan hombro a hombro con los excombatientes mantienen un muy bajo perfil...
El mérito de todas estas cosas debe llegar a las comunidades campesinas y de excombatientes que realmente han optado por la paz. Pensamos que el crédito de lo que hacemos debe pertenecer a organizaciones con quienes hemos trabajado de manera cercana. En el caso del café, con la Federación de Cafeteros y el Sena. El crédito es de muchísima gente.
Parece que ustedes funcionan más como articuladores de esfuerzos...
Lo que hemos visto es que se necesita una especie de masa crítica de actividad para empezar a atraer el interés de otras organizaciones, y tenemos la fortaleza de poder operar tanto en el interior de esas comunidades como afuera. Creo que es esa sinergia lo que genera que los productos se empiecen a producir.
Ustedes han vivido la implementación de la Paz desde adentro, ¿qué balance hacen de ella?
Lo que se planificó en La Habana, en términos de estructuración desde el centro, con un Consejo Nacional de Reincorporación, con una serie de planes que salen de ahí y todo esto no fue lo suficientemente ágil como para satisfacer las expectativas del excombatiente de base. La buena noticia es que ha habido iniciativas más localizadas y esas son las experiencias que han prosperado mejor.
¿Es mejor que los excombatientes le apuesten a una reincorporación colectiva que a una individual?
La reincorporación individual y la colectiva pueden ser dos caras de una misma moneda. En los lugares donde estamos, que son zonas rurales donde no hay mucha oferta de empleo formal, hay una riqueza enorme en la organización, en poner en común una cantidad de activos y así la reincorporación colectiva tiene mucho sentido. En escenarios urbanos, donde hay una oferta mucho más grande de empleo, puede haber sentido la reincorporación individual, como lo han demostrado los programas del Gobierno a lo largo de los años.
¿El Gobierno ha incumplido todo lo que dicen los exguerrilleros, o la implementación debe ser a tan largo plazo como dicen ellos?
Hay elementos del proceso que han venido funcionando y otros que han tenido serios retrasos. Aquellos que requieren de una amplísima coordinación interinstitucional pública tienden a demorarse más porque esa coordinación en los actuales paradigmas es extremadamente difícil.
Muchas veces una agencia llega, pero no tiene insumos para que su experiencia pueda ser aplicada, y allí es donde se vuelve evidente la necesidad de unir el esfuerzo del Estado con el de la sociedad y el sector privado, porque entre los tres se pueden empezar a diseñar cosas.
Paso Colombia también está trabajando con los migrantes venezolanos. ¿En qué proyectos?
Lo que hemos experimentado con excombatientes y campesinos puede servir para incorporar migrantes venezolanos, atendiendo dos cosas fundamentales para cualquier proceso de integración: ingresos que les den movilidad y conocimiento, y desarrollo del tejido social que les genere sus primeros niveles de encuentro con el otro.
Pero los números nos exigen ser más ambiciosos: hay 12.000 excombatientes versus 1'500.000 venezolanos; el tema es cómo la experiencia de lo que sucede ahí es suficiente para inspirar a la sociedad y al empresariado a identificar esa nueva situación con Venezuela como una oportunidad más que como una amenaza.
Estamos en el proceso de desarrollar con aliados como la Iglesia Católica pilotos que nos permitan aprender sobre cuáles son las características, los anhelos, las expectativas y las capacidades de los migrantes, y sobre eso desarrollar la parte productiva y redes que fortalezcan iniciativas de ayuda.
Lea además: Diálogos en incertidumbre, la tregua de Navidad del ELN que no le sirve al Gobierno