"El proceso de paz y reconciliación, para que sea más eficaz, aceptable y tenga más apoyo de la población, debe contemplar una mínima dosis de castigo y de justicia, y eso no es venganza ni es un llamado a la guerra”.

Así habla el nuevo director del Centro Nacional de Memoria Histórica, Rubén Darío Acevedo, quien reconoce que tiene una mirada distinta sobre el conflicto armado.

Polémico en sus posturas, como polémico fue su nombramiento, dice que durante su gestión se ocupará de las víctimas que no han sido atendidas hasta ahora, entre ellas las de las Fuerzas Militares y la Policía, así como las de los secuestros de La María y el Kilómetro 18.

¿Qué ha sido lo más difícil durante los meses que lleva en el cargo?

Todo, primero por el veto ideológico: se pretendió convertir en un dogma de fe algo que no puede serlo, por la reacción de una cantidad de organizaciones de víctimas, académicos y columnistas. La otra parte difícil fue el proceso de empalme, porque solo tenía dos personas que me acompañaban, y entender cómo ha funcionado el Centro de Memoria Histórica, por una buena de cantidad de problemas de orden administrativo y de muchos proyectos pero que no sabíamos cómo se habían hecho. Ahora se trata de trazar correctivos, los planes de acción con la filosofía nuestra, lo que tampoco es fácil.

Después de ser cuestionado por lo escribía en Twitter, ¿cerró esa red social, se arrepiente de lo dicho?

Ese es un medio de opinión libre, donde uno a veces coloca frases producto de alguna reflexión y otras veces entra en polémica y se desfoga. Loa tuits están allí, no los he borrado porque es mi forma de pensar, sino que dejé de escribir porque hoy soy un funcionario con una función delicada y no quiero generar ruido.

¿Cuáles van a ser las prioridades durante su gestión?

En primer lugar, atender una serie de víctimas que no han sido atendidas, entre ellos casos emblemáticos como el de las niñas de la Fundación Rosa Blanca, víctimas de violación y atropellos sexuales por parte de las Farc. También quiero entrar en contacto con las Madres de Soacha, que alegan haber sido víctimas de ‘falsos positivos’ sobre sus hijos. Quiero escucharlas desde el Centro, que hace un trabajo técnico, con metodología, para que la gente elabore en una narrativa lo que vivió y sufrió, quiénes fueron, cuándo fue el drama, cómo ocurrió, quiénes lo cometieron y después de eso cómo han vivido, cómo han logrado curarse las heridas, salir adelante, ese es el objetivo de la recuperación de la memoria.

¿Otros casos emblemáticos?

Sí, el caso de la familia Turbay Cote, la familia Vélez White, de Antioquia, que es la familia de la exministra de Educación cuya madre fue muerta siendo líder comunitaria y dos hermanos desaparecidos; el de la familia Gaviria, propietarios de El Mundo, de Medellín... En el Valle vamos a acometer el secuestro de La María, el primero que ocurrió en cuanto a violación de un espacio de culto por parte del ELN, el del Kilómetro 18 y un caso que es individual, pero puede tener repercusión importante, el del hijo de José Cardona Hoyos, dirigente del Partido Comunista asesinado por las Farc porque se oponía a la combinación de todas las formas de lucha.

¿Y en cuánto a la Fuerza Pública?

Hemos entrado en contacto con algunas unidades y hemos descubierto que ellos ya han ido avanzando en la recuperación de la memoria de sus víctimas, las quieren honrar, reconocer, visibilizar y no aceptan que no se puede hablar de los militares que han sido víctimas, en particular de crímenes como secuestro prolongado, desaparición, ya que hay decenas de soldados y policías desaparecidos; muertes fuera de combate y amputaciones o afectaciones del cuerpo, cegueras, sordera, pérdida del rostro, de las manos, mutilados como consecuencia del estallido de artefactos no convencionales. Ellos hablan de 296.000 víctimas con sus respectivas familias, multiplique por 3 o 4 y pasamos del millón.

Otro campo es concluir un área de trabajo que se llama Acuerdos de la verdad, un trabajo que se hace con los victimarios, con los paramilitares de Justicia y Paz, se les busca por frentes y los que quedaron libres se comprometen a confesar la verdad y la narran en un documento y, en caso de que el juez los llame, ellos se comprometen a contribuir al esclarecimiento de los hechos. El Centro de Memoria Histórica tiene que recoger unos 18.000 documentos, de los cuales llevamos 13.000 y la idea es que este año podamos concluir.

Usted habló de un convenio con Colciencias, ¿en qué consiste?

Ya tuvimos una primera reunión y la respuesta fue positiva. Vamos a firmar y a buscarle dinero para lanzarles una propuesta a todos los grupos de investigación de todas las universidades públicas y privadas del país, que en el área de ciencias sociales y humanas han adelantado trabajos sobre eso que llamamos conflicto armado, violencia política, afectación de la economía, de la cultura, de las etnias, es decir en muchos aspectos en los que se pueden hacer investigaciones no concluyentes sino aportes al conocimiento, porque el tema de la verdad es un tema que nos puede enredar mucho.

A propósito, durante un acto que tuvo lugar en abril en la Asamblea del Valle usted lanzó unas frases polémicas, ¿qué fue lo que dijo?

Simplemente, en el discurso afloró la responsabilidad del Estado, del gobernante de la época, que era Álvaro Uribe Vélez, en el sentido de que no quiso negociar (la liberación de los diputados), y en mi parecer habría que entender también razones de Estado y no igualar la responsabilidad del Estado por omisión con la responsabilidad de los secuestradores por acción y conocimiento del hecho, de que lo que estaban haciendo era un crimen contra civiles desarmados e indefensos, además de que fue un atentado a la democracia...

Lo segundo que dije es que el proceso de paz y reconciliación, para que sea más eficaz, aceptable y tenga más apoyo de la población, debe contemplar una mínima dosis de castigo y de justicia, y eso no es venganza ni es un llamado a la guerra, porque no estamos hablando de cualquier tipo de homicidios sino de cosas horribles, como lo de Bojayá, el Club El Nogal, el secuestro de los diputados, el asesinato del exministro de Defensa y el Gobernador de Antioquia, el arrasamiento de pueblos, el secuestro prolongado de personas, todo eso merece un castigo, así sea en el marco de la justicia transicional.

¿Con esa forma de pensar, cómo se siente trabajando al lado de la Comisión de la Verdad y la JEP?

Son distintas. El Centro de Memoria Histórica pertenece a la Rama Ejecutiva, depende del Presidente. La Comisión de la Verdad es mucho más autónoma, es originaria del proceso de paz entre el Gobierno y las Farc. El Centro surge del proceso de Justicia y Paz con los paramilitares y es anterior a la Comisión de la Verdad, pero en sentido práctico nosotros nos ocupamos más de eso que llaman la memoria, que no es la verdad, es parte en la construcción de la verdad, porque la verdad, en sentido académico, es fruto de un consenso entre quienes hacen interpretación académico científica de los problemas nacionales en este campo de la política, que es tan complejo.

No se siente como un ‘bicho’ raro…

Sí y no, porque yo no estoy en ese sistema del Acuerdo de Paz, pero hay que reconocer que en el campo de la producción académica sobre el problema de la guerra y la paz los académicos de izquierda o de influencia marxista tienen un gran dominio, casi que son hegemónicos, y yo tengo una concepción distinta, pero tampoco la pretendo imponer como la otra verdad, sino que quiero que la investigación sobre estos problemas sea más amplia, más liberal, más democrática y que tenga más controles académicos y el que nos puede garantizar eso es Colciencias.