Un informe de seis capítulos, condensados en 407 páginas, serán radicados este jueves ante la Jurisdicción Especial para la Paz por parte de la organización ‘Mil víctimas’, que realizó una investigación que contó con la participación de sociólogos, abogados, historiadores, expertos en explosivos, entre otros profesionales. El documento será presentado por el general Nicacio Martínez, comandante del Ejército, y representantes de la organización.

‘La devastación de un pueblo. Métodos y medios de guerra ilícitos empleados por las Farc’ es el nombre del documento que inicia con un sentido prólogo del general Martínez, en el que resalta la labor de los hombres que fallecieron a consecuencia de estos artefactos.

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“El Ejército Nacional, la ONG ‘Militares Víctimas del conflicto’ y el Centro de Altos Estudios de Justicia Especial para la Paz, en un esfuerzo conjunto por visibilizar a las víctimas militares del conflicto armado interno colombiano, presentan este como aporte a la construcción de verdad y justicia del Sistema Integral”, dice en una de las líneas.

En la primera parte del documento se cuenta cómo el empleo de minas y de artefactos explosivos improvisados en Colombia por parte de las Farc configuró uno de sus principales estandartes de guerra completamente contrarios a los límites y prohibiciones en el desarrollo de las hostilidades.

Son cuatro los periodos de tiempo que analizaron los investigadores y de cada uno se elaboró un documentado contexto nacional, de acuerdo a la configuración que realizó Daniel Pécaut, el francés que por años ha estudiado desde la sociología los movimientos políticos de América Latina.

“Al primer periodo Pécaut lo denomina ‘el estancamiento’ y cubre los años que van desde 1966 hasta 1980; el segundo periodo lo llama ‘la expansión’ y comprende desde 1980 hasta 1990; el tercer periodo lo denomina ‘la ofensiva’ y cubre desde 1990 hasta 2002, y el último periodo lo llama ‘el repliegue’ y se desarrolla entre 2002 y 2007”, consigna el documento.

Las minas antipersonal (que en un principio se conocieron como ‘quiebrapatas’), fueron usadas por las Farc como un medio económico y efectivo para neutralizar el avance de las tropas del Ejército, para proteger campamentos, corredores y sitios estratégicos, así como para resguardar áreas y caminos que conducen a cultivos ilícitos.

Pese a que por años desde el Ejército se analizaron y estudiaron estos artefactos, nunca se pudo consolidar un patrón sobre la forma y los componentes de cada artefacto. En el informe se precisa que esto se debe a que no todas guardan una simetría sobre estas características.

“Condiciones de entrenamiento e iniciativa del explosivista ilegal, configuración e instalación de insumos empleados, disponibilidad de tiempo y terreno, redes de apoyo, transporte, factor financiero y capacidad” son las características que se tienen en cuenta a la hora de analizar uno de estos artefactos.

Con respecto a los tipos de explosivo se habla que se usaban pentolita fundida y sustancias químicas a base de nitrato de amonio. Ambos con alta capacidad destructiva, por lo que eran instalados en caminos y veredas por los que sabían que avanzarían las unidades militares.

Desde 1982

‘La devastación de un pueblo’ será presentado como parte de las actividades que las Fuerzas Militares realizarán para conmemorar el Día internacional para la sensibilización contra las minas antipersonal. Junto con el general Martínez, varios militares que fueron afectados por estos artefactos narrarán ante la JEP sus experiencias, antes, durante y después de enfrentarse a esta situación de la que fueron víctimas 7413 uniformados.

El uso de las minas por parte de las Farc, según recoge el documento, tuvo lugar tras la Séptima Conferencia de esa guerrilla, que se realizó en mayo de 1982. Una de las conclusiones advierte que replantearon su estrategia de guerra.

“El cambio de las Farc en su modo de delinquir – expresa el documento – se debió a que analizaron que para dicha época la Fuerza Pública había introducido una nueva táctica, la cual se basaba en la acumulación, evaluación y compartimentación de inteligencia para operaciones de contraguerrilla”.

Fue en esa conferencia en la que también se plasmó que los explosivistas de la organización subversiva realicen cursos de especialización para la fabricación de estos artefactos, para adquirir “conocimiento” en minar terrenos que generen “mayor afectación al enemigo”.

“En las conclusiones del pleno del estado mayor central, en mayo de 1989, se establece en relación con el “sistema de escuelas” lo siguiente: “Instrucción de fuego y ciencias (conocimiento científico de las aleaciones y construcción de armas) explosivos, comunicaciones, enfermería, cartografía y orientación con brújulas, preparación política ideológica y psicológica, alfabetización e Instrucción de armas”, se lee en el informe.

Así las llamaban

Las Farc también elaboraron cartillas de instrucción en las que describían “la importancia de los explosivos” y los respectivos manuales para la elaboración no solo de las minas sino también de los cilindros bomba que tanto dolor causaron en las filas militares y policiales, así como en la población civil.

“Nosotros podemos emplearlos en cualquier sentido. En el sentido de ataque podemos minarlo, bien sea para liquidar un vehículo y tomar sus armas si viene un solo carro y el río no es profundo, o bien para liquidar el segundo, o tercero, dejando pasar lo que el terreno nos permita para emboscarlo, a condición de que el río sea profundo”, se lee en una de las cartillas de las Farc y que se recopilan en el informe como testimonio de la utilización de armas no convencionales en el marco del conflicto.

El manual al que hace referencia el documento del Ejército contiene al detalle las explicaciones para la fabricación de los dispositivos que fueron empleados por los diferentes frentes y facciones guerrilleras.

Desde minas antipersonal, explosivos de baja y alta potencia, cargas para oleoductos o torres eléctricas, tipos de detonadores, materias primas y cantidades para cada uno de ellos.

“Es claro que para las Farc los artefactos explosivos, en especial las minas antipersonal, cumplen con un objetivo primordial, y es el de desmoralizar a la Fuerza Pública, pues son innegables los efectos físicos y psicológicos que producen las mutilaciones. Debido a estos efectos, dan prioridad a la capacitación de explosivitas para que realicen acciones terroristas, tanto en el área urbana como rural, concentrándose en las áreas minados”, agrega el informe.

En las cartillas e instructivos que el Ejército recopiló durante los diferentes golpes a esa guerrilla se hallaron documentos con los que las Farc denominaban a las diferentes minas que fabricaban y la descripción de cada una de ellas, así como su poder destructivo.

Abanico AP, abanico AV, barre minas, cumbo, vuela postes, antitanque, poderosa, Cleimore y vuela patas son las denominaciones de cada uno de los artefactos.

De la poderosa señalaban que era la “ideal” en el ataque a guarniciones militares, puestos de policía, y en maniobras en ciudad. De la antitanque reseñaban que se emplea fundamentalmente sobre carreteras principales y cuando meten los vehículos en sus operativos en las áreas estratégicas y de la cumbo advertían que para un mayor poder de destrucción se debía poner a 50 centímetros de altura, ya que su radio de acción es de diez metros.