La periodista Patricia Lara, autora de tres libros sobre el conflicto colombiano y una de las más reconocidas defensoras del Acuerdo de Paz, considera que las fallas en su implementación se deben a la lentitud del expresidente Juan Manuel Santos en la adaptación de las zonas de reincorporación, al poco interés del gobierno de Iván Duque en el apoyo logístico a los reinsertados y al descuido del Ejército al no hacer presencia en las zonas dejadas por la guerrilla.

Pertenece al grupo ‘Defendamos la Paz’, en el que participan diversos sectores de la política, la academia y la iglesia: miembros de los Partidos Liberal, Cambio Radical, La U, Polo Democrático, Verdes y Farc, intelectuales, académicos, dos generales en retiro, dos arzobispos, sindicalistas y líderes sociales. El capítulo de Cali fue inaugurado hace unas semanas en la Biblioteca Departamental.

Patricia, cuyos inicios en el periodismo los hizo al lado de Carlos Lleras, en el Semanario Nueva Frontera, ha combinado su tarea del día a día como periodista e investigadora, con la hazaña de escribir ‘Siembra vientos y recogerás tempestades’ (1982) y ‘Las mujeres en la guerra’ (2000), obra con la cual ganó el Premio Planeta de Periodismo y dio origen a 300 presentaciones en Colombia y 14 países.

Patricia, nacida para ser una niña mimada, caprichosa, frívola y jetsetera, hija única de Rómulo Lara Borrero y Dorita Salive, “con el mundo a sus pies”, se convirtió en una guerrera, en periodista excepcional, en escritora que cuestiona este sistema inequitativo y corrupto, que no tiene pelos en la lengua para defender sus principios porque es una liberal de alma y de corazón.

No le teme a nada. Ni a los días de cárcel en Estados Unidos, en celda de castigo que afrontó como una “experiencia interesante”, ni a las amenazas recibidas por decir lo que piensa, ni a dirigir revistas polémicas, ni al reto de ser candidata a la vicepresidencia de la República acompañando la candidatura de Carlos Gaviria.

Según ella, “es fruto de la educación y el ejemplo de su papá, empresario, hecho a pulso, visionario, disciplinado”. Su familia estuvo signada por el secuestro: su tío Oliverio Lara, fue secuestrado por insurgentes y muerto en cautiverio. Su prima, Gloria Lara de Echeverri, fue secuestrada y asesinada atrozmente por el M-19.

Es una líder comprometida hasta el tuétano con sus ideales. Generosa, divertida, rumbera, amiga leal, insobornable, frentera, romántica y llorona. Sensible, vulnerable y retadora. Enamorada de la vida, de la poesía, de los atardeceres caribeños, de las palabras y del silencio. Sus amores son sus tres hijos, sus aliados incondicionales y consejeros.
Con ella iniciamos un diálogo que se prolongó hasta el amanecer. Es que son 45 años de estar midiéndole el pulso a un país al que aspira dejar mejor para sus hijos. Por eso confiesa que no pertenece a la generación del desencanto, sino a la de la esperanza.

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Estuvo cerca del presidente Carlos Lleras, ¿qué recuerdos tiene de él?

Fue un ser muy entrañable, como mi segundo padre. El 23 de abril de los 70, cuando mandó a dormir a los colombianos, yo no lo conocía. Estaba en cine en Teusaquillo, con mi novio de entonces, Jorge Posada, con el que me casé después, cuando interrumpieron la película para informar que en una hora regía el toque de queda, ordenado por el Presidente.

Como he sido ‘llerista’ desde chiquita y sigo siéndolo, en el año 72 le dije a Héctor Echeverri, secretario general de la Dirección del Partido Liberal, que quería trabajar al lado de Carlos Lleras, entonces jefe único del partido Liberal. Y comencé a trabajar de lagarta allí. A los 9 meses él me nombró en la Junta Administradora del Partido.

Lleras decidió lanzar su candidatura a la Presidencia en el año 73 y renunció a la Dirección liberal. El otro candidato era Alfonso López Michelsen y, por el partido Conservador, Álvaro Gómez Hurtado. Había un déficit en las finanzas y Turbay, que aspiraba a esa dirección, hizo algunas críticas al respecto. Él me nombró Tesorera General del Partido Liberal, hicimos una acción relámpago con los empresarios, entre los que estaban algunos de sus amigos como José Alejo Cortés y se tapó el hueco del déficit.

Hace unos días escribí en El País una columna titulada ‘Cuando el jefe de las minorías sabía de dignidad’, donde cuento el día que siendo minoría, el candidato a la presidencia por el Partido Liberal, Carlos Lleras, propuso ante la II etapa de la Convención que se precipitara la elección, y que él pedía la votación nominal. Su planteamiento inicial era que “las ideas no se negocian, somos minoría y vamos a actuar”. Fue derrotado, pero salió con la cabeza en alto y su dignidad intacta.

¿Y cómo surgió el semanario Nueva Frontera?

Al mes de la derrota, lo llamé y le propuse fundar una revista. Me dijo que lo dejara pensar. Como no me volvió a llamar, aceleré la tesis sobre la ética con el primer filósofo marxista, para graduarme, y mi papá me regaló de grado un viaje a Europa con unas amigas. Me fui como en abril del 74. A mi regreso, encontré la razón por la cual el doctor Lleras no me había llamado.

Fui a visitarlo y me dijo: “como el Partido Liberal no perdió la Presidencia por mi culpa, pues ganó López, ahora sí hacemos la revista, pero yo le jalo si usted la gerencia”, y yo le contesté: “y yo le jalo, si usted me deja escribir”. Fue el comienzo mío en el periodismo.

Le proponemos un ejercicio: un rápido recuento histórico, analizando la gestión de los últimos presidentes: López, Barco, Pastrana (1) Betancur...

Bueno, López era el rebelde del Partido Liberal, fundó el MRL con el slogan de Mandato Claro, salió elegido con tres millones de votos. Recuerdo que abrió relaciones con Cuba. Tuvo su momento crítico el 14 de septiembre con el dramático y violento paro. Digamos que fue importante su política internacional y de apertura.

Carlos Lleras partió en dos la historia del país. Era un gran liberal. Decía que el Partido Liberal era una unión de matices de izquierda, y él era uno de esos matices. Su política agraria fue más avanzada que la planteada por Petro o la de los Acuerdos de Paz. En política económica él creía en el intervencionismo del Estado, la retribución del ingreso era su obsesión y la tierra adecuadamente explotada.

Luego viene Misael Pastrana que echó para atrás todo el tema agrario de Lleras.

Turbay Ayala, de otro lado, fue un gobierno represivo con el Estatuto de Seguridad y el estado de sitio, me recuerda al gobierno de Duque, aunque creo que Turbay era mucho más hábil. Lo de la Embajada Dominicana que terminó con una negociación incruenta y el país se abrió a la democracia, a raíz del proceso que se desencadenó allí.

Belisario Betancur fue un hombre con buenas intenciones que quiso hacer la paz, pero quedó entrampado con lo que Otto Morales Benítez llamó “los enemigos agazapados de la paz”.

Virgilio Barco, (86-90) un liberal que merece todos mis respetos, ya que hizo grandes avances en la paz con el M-19. Diseñó el Plan Nacional de Rehabilitación que incluía desarrollo de carreteras y del campo, pero como todas las cosas en Colombia, se quedo en el papel una gran parte.

Para terminar el ejercicio, hablemos de Samper, Gaviria, Pastrana (2), Uribe y Santos...

Ernesto Samper, para mí, fue la gran frustración, porque es una persona brillante, un liberal de izquierda berraco, que le explotó un bollo como el de los dineros calientes, y jamás se investigo a las otras campañas.

Recuerdo cuando trabajaba en Cambio 16, el director de la revista me comentó que su chofer había sido conductor de los Rodríguez Orejuela, y que tenía unos cheques muy comprometedores, girados a nombre de grandes personajes de la élite política colombiana. Lo cité a mi oficina y me los mostró. ¡No se imaginan la lista! Mandé a preguntarle a Gilberto Rodríguez si estaba de acuerdo en que nosotros los adquiriéramos y dijo que no.

En una columna que escribí en Cambio l6, lo insté para que revelara los nombres de los políticos que había ayudado y lo utilizaron y que en ese momento se hacían los que nada tenían que ver con él. También se negó, pero prometió que cuando fuera a hablar me daría la entrevista, nunca lo hizo, lo extraditaron y el gran perdedor fue Samper, pues de conocerse la gente que recibió dinerales de la mafia, la actitud del país habría sido diferente.

En cuanto a César Gaviria, aunque se firmó la Constituyente del 91, que fue muy importante, hizo la apertura económica, que quebró al campo y a numerosas empresas. Yo sufrí en carne propia la famosa apertura de Gaviria: quebró Agro-Campo, que heredé de mi papá, la cual vendía productos agrícolas. Mis clientes eran los algodoneros y arroceros del Cesar.

Sobre Andrés Pastrana, emprendió ese proceso de paz con las Farc, que fue incomprensible. No tiene autoridad moral para criticar el Acuerdo de la Habana, cuando el liderado por él, permitió que todo ese territorio de 40 mil kilómetros les fuera cedido a las Farc, durante más de 3 años, donde pasaron las cosas que pasaron y él seguía con la negociación.

Además, él sabía que Tiro Fijo no iba a ir al Caguán, el día de la famosa “silla vacía”, porque Joaquín Gómez le dijo a Víctor G. Ricardo, que las Farc tenían información de que los paramilitares tenían planeado un atentado contra Tiro Fijo. Pastrana lo sabía y el show que montó me pareció un acto de profunda deshonestidad con el país.

Ahora, el gobierno de Álvaro Uribe fue muy represivo y eficaz desde el punto de vista de que la gente pudo volver a las fincas, pero las Farc lo que hicieron fue replegarse, estaban llegando a Bogotá, recuerden que aparecieron en la Calera y en Cali.

En el perfil que le hice para El Tiempo, cuando aún era candidato para el primer período, Uribe era partidario de la negociación con la guerrilla, planteando que había que debilitarla primero y después negociar.

Por hacer parte de la Comisión Negociadora con el ELN desde esa época, fui varias veces con Jaime Garzón a la cárcel para hablar con ellos, también con Luis Carlos Restrepo a la Habana. A Ginebra (Suiza) fuimos como cien personas a hablar con el ELN, todo auspiciado por el gobierno de Uribe.

El padre Darío Echeverri estuvo mediando para buscar un acuerdo con Raúl Reyes en la época de Uribe y luego esas negociaciones que quiso emprender a través del facilitador Henry Acosta y Pablo Catatumbo, que más adelante se reiniciaron con Santos.

Luego vino la reelección para el segundo gobierno que fue desastroso y el intento del tercer mandato que impidió, afortunadamente, la Corte.
Luego vino Juan Manuel Santos, que fue la gran revelación, pues considero que allí no hubo ninguna traición, contrario a lo que dicen los uribistas y el mismo Uribe. Ahora, que no le nombró los ministros que él quería, es decir, que fuera un títere como lo es Duque. Aclaro que nunca fui a Palacio durante los 8 años de su gobierno, ni a un tinto. Creo que fue un gran presidente, de los que han cambiado al país.

Para finalizar, ¿qué pretende el grupo Busquemos la paz?

Todo comenzó con un chat que hoy tiene cerca de 200 personas. Los gestores iniciales fueron Juan Fernando Cristo, Iván Cepeda y Guillermo Rivera. Es un grupo tan importante que hundió las objeciones a la JEP. Hay capítulos regionales en Antioquia, Barranquilla, Cali, Putumayo y uno internacional. Tengo mucha esperanza en ese grupo. Ya existen cerca de un millón de personas a su alrededor.

¿Cuáles son los objetivos?

La implementación de los acuerdos, detener la matanza de los líderes sociales, la defensa de la JEP y que se reabra del diálogo con el ELN. Como sociedad debemos ser capaces de abrirle la puerta a esta gente que dejó las armas, hay que ponerse en la piel de ellos y entender que al dejar las armas vencieron el miedo, y ahora los están matando, en medio de una situación en que el Gobierno no les ha cumplido, porque tanto Santos como Duque no les cumplieron con la adecuación de las zonas de distensión. La paz la tenemos que construir entre todos.

Lara es licenciada en filosofía y letras de la Universidad de los Andes de Bogotá y obtuvo un máster en periodismo en el Instituto francés de prensa y ciencias de la información en la Universidad de París y otro en la Escuela de periodismo de la Universidad de Columbia en Nueva York.