Ahora que Toribío comienza a disfrutar de las mieles de la paz y de la tranquilidad que le ha traído la dejación de armas de los miembros de las Farc, tras los acuerdos de paz entre esta guerrilla y el Gobierno Nacional, sus autoridades y su población sienten una amenaza latente: el reacomodo y reposicionamiento de las fuerzas del ELN en los territorios que antes fueron de dominio histórico de la guerrilla hoy en transición a la desmovilización.
El otrora municipio más hostigado en Colombia, siente este nuevo riesgo que se cierne desde sus montañas. Y no es el único: siete regiones del país, incluidos Cauca, Tumaco (Nariño), Buenaventura y Chocó, ven cómo se alejan las Farc, pero persisten otros grupos ilegales armados. Y cómo el ELN se abre paso entre ellos, con las respectivas consecuencias.
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El Alcalde de Toribío, Alcibíades Escué Musicué, confirmó la preocupación: en la primera semana de marzo aparecieron letreros alusivos al grupo EPL en la señalización de tránsito, los cabezotes del alcantarillado y hasta en las piedras más visibles de la vía que conduce a la población.
Y hace una semana aparecieron hombres armados con brazaletes del ELN. Algunos fueron identificados por los pobladores como “antiguos miembros de las Farc” que no se desplazaron a las zonas campamentarias.
Un informe de la Fundación Ideas para la Paz, FIP, delimita las siete regiones, incluidas cuatro en el suroccidente del país donde el ELN estaría ocupando los territorios históricamente dominados por las Farc y expandiendo su propia zona de influencia, pese a que no tiene más de 1800 miembros armados en toda Colombia.
Eduardo Álvarez, director del área de Dinámicas de Conflicto y Negociación de la Fundación Ideas para la Paz, llama la atención sobre el fenómeno, según el cual, se estaría dando “un recambio de brazalete entre miembros disidentes de las Farc que no llegaron a las zonas veredales dispuestas para la dejación de armas y reinserción a la vida civil, y se han sumado a los frentes del ELN”.
Es decir, antes de la negociación de las Farc con el Gobierno en La Habana, en el el Cauca el ELN estaba reducido a unas zonas entre Argelia y El Tambo. Pero a medida que avanzó el proceso de paz, hubo mensajes, amenazas, apariciones, confrontaciones con la fuerza pública y llamados en las comunidades, de que el ELN ya estaba copando espacios que las Farc fueron dejando.
“El ELN está ahora en una expansión más fuerte en el sur del Cauca, claro que no con el poderío militar de las Farc, pero sí hacen presencia San Sebastián, Almaguer, Bolívar, Mercaderes. Es un territorio importante para el ELN por la minería ilegal”, indica el investigador.
En Guapi, Timbiquí y López de Micay hay versiones, no confirmadas aún dice Álvarez, de que el ELN y las disidencias del Frente 60 de las Farc estarían moviéndose conjuntamente, para controlar la minería ilegal de oro, los cultivos de coca y en general el narcotráfico.
A la FIP le resulta preocupante que en medio de los diálogos con el Gobierno, la unidad de mando del ELN en la región no es clara. Y las denuncias sobre su relación con la población civil y líderes sociales que se han pronunciado en contra de la minería ilegal.
La población también ve con temor la concentración de las Farc en zonas veredales en Buenos Aires y Caldono, ya que se prevé el reacomodamiento del crimen organizado y que se materialice la orden del ELN de tomar antiguas zonas controladas por las Farc.
Tumaco, un polvorín
El estudio, hecho en conjunto con los investigadores Andrés Cajiao Vélez e Irina Cuesta Astroz, da cuenta del posicionamiento del ELN en Tumaco.
“La coexistencia de grupos armados genera tensión, como el crimen organizado, nuevas estructuras armadas conformadas por disidencias de milicias de las Farc, delincuencia común, el fuerte arraigo de economías criminales y el posicionamiento del ELN en la zona rural”, concluye la investigación.
El desafío es qué ocurra con los desertores y disidentes de la columna móvil Daniel Aldana de las Farc, ya sea al cristalizar nuevas alianzas o tener disputas con otros grupos. Se vive en la vereda La Playa (corregimiento La Variante), donde las Farc asesinaron a alias ‘Don Ye’, su exmiliciano. Y el corregimiento de Llorente controlado por el ELN.
El alcalde (e) de Tumaco, Mauricio Campo, desvirtuó la supuesta expansión del ELN, por cuanto no ha sido confirmado por las autoridades militares acantonadas en la zona. “En las reuniones de seguridad que hemos tenido, no ha habido una confirmación al respecto”, declaró.
Estas acciones se dan en un contexto marcado por la coca. Tumaco es el municipio con más hectáreas de coca del país (16.960 hectáreas, 18% del total nacional, 96.000 hs) según el censo de 2015 de Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Crimen (Unodc).
Hechos violentos serían la evidencia del reacomodo de grupos armados que van tras el control del procesamiento y comercialización de la coca. Disidencias de las Farc estarían vinculándose a las filas del crimen organizado, como ‘Gente del Orden’ y ‘La Nueva Gente’.
Chocó, del San Juan a Riosucio
La situación más apremiante se vive en el departamento de Chocó. En el Alto, Medio y Bajo San Juan se ve una presencia más bélica del ELN y con más capacidad de disputa militar con las Autodefensas Gaitanistas de Colombia (AGC) o Clan del Golfo por el control de las rutas fluviales del narcotráfico que tienen salida hacia el Pacífico.
“Se cree que en Tumaco el ELN no pase de 80 o 100 integrantes, pero sí llama la atención que si en Chocó llevan más de año y medio combatiendo con las AGC, es porque pueden tener un pie de fuerza importante”, deduce Álvarez.
Esta situación ha generado una crisis humanitaria con miles de desplazados, asesinatos selectivos, confinamientos de poblaciones, amenazas. El Bloque Occidental del ELN se estaría expandiendo hacia Riosucio, norte de Chocó, antiguo bastión del frente 57 de las Farc.
El País se comunicó con el Gobernador de Chocó, Carlos Alberto
Palacios Mosquera, pero se excusó porque estaba en reunión. Y las Fuerzas Militares del Ejército ni de la Fuerza Naval del Pacífico confirmaron ni desmintieron la información, pese a que se les consultó en distintas instancias y ocasiones.
El abogado y analista Pedro Medellín, comentó que este es el resultado de la improvisación e imprevisión del proceso de paz con las Farc. “Como lo dijo Todd Howland (representante de la Oficina en Colombia del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos), que los únicos que se habían preparado para el posconflicto eran los grupos armados, que fueron los que comenzaron a ver qué territorios iban a quedar libres para ver cuáles iban a copar”, argumenta.
En su opinión, esta ocupación pasó un poco con la anuencia de las Farc, que sabiendo que estaba sucediendo en los territorios, nunca lo llevó a la mesa de La Habana. Y no solo es el ELN, sino también las Bacrim y los grupos ilegales alrededor de la minería ilegal.
Álvarez aclara que el ELN no tiene la capacidad militar de ‘tomar la posta de las Farc’, pero sí preocupan las milicias de las Farc que no han entrado a las zonas veredales. “La continuidad del ELN afecta uno de los pilares del acuerdo de paz, en garantías de seguridad no solo para los desmovilizados sino para la población”, advierte.
La pregunta que plantea el informe de la FIP “es sobre las capacidades reales del Estado en este contexto de transición, de llenar los vacíos de seguridad, de autoridad, de legitimidad, etc. Con esto, la transición en estas regiones queda un poco en entredicho”, comenta Álvarez.
En opinión de Medellín, el Gobierno debió, en cada avance que se daba en la mesa, irlo reflejando en acciones en el territorio, cómo se van recuperando las zonas e ir poniendo las condiciones en el terreno. Y no esperar seis años a que se firman los acuerdos, para preguntar: ¿qué es lo que vamos a hacer?