Arquitecto de la Universidad del Valle, en su momento asesor de Monseñor Isaías Duarte y pionero en el trabajo de ollas comunitarias en Cali, así podríamos resumir la trayectoria de Alexander Matiz, nuevo obispo de Buga, un religioso que no le hace el quite para hablar de los problemas de orden público que afrontará en su cargo, pero que a la vez tiene la certeza “que la esperanza no defrauda”.

Ser obispo en Colombia no es fácil, ¿cómo recibe usted el nombramiento como obispo de Buga?

Es un servicio, ser obispo no es fácil, porque va más allá de las felicitaciones, es un trabajo integral de cara a una diócesis, con sus problemas y dificultades, ya que, cada diócesis es diferente. Buga recoge una gran tradición religiosa y turística. Llego a Buga muy contento, encuentro un clero muy dispuesto, me llama la atención que es un clero joven.

¿Qué municipios componen la Diócesis de Buga y qué radiografía hace de este lugar?

La Diócesis está compuesta por diez municipios; Buga, Tuluá, Caicedonia, Guacarí, San Pedro, Andalucía, Bugalagrande, Sevilla, Trujillo y Riofrío. Es una Diócesis que se mueve entre la caña, el café, el ganado y el sector agrícola. También sabemos que una de las economías más grandes es el turismo religioso y en general una gran oferta turística en los municipios del Valle que la componen. Es una Diócesis donde la gente se siente muy arraigada a su tierra.

Varios de los municipios que componen la Diócesis de Buga tienen graves problemas de orden público ¿Qué lectura hace usted y qué mensaje envía a los actores armados?

Comencé bien porque estamos en el jubileo de la esperanza y la esperanza no defrauda, mi tarea es llevar la esperanza de Jesucristo a las personas. Mi tarea es ayudar en las situaciones que son difíciles, sé que hay problemas de orden público y por eso mi objetivo es acompañar con el mensaje de Jesús, que es la esperanza.

¿Usted cree que la gente confía en los sacerdotes como refugio ante situaciones de violencia?

Creo que sí y por esa razón aún la gente asiste a las Eucaristías y participan de las festividades religiosas, Buga por excelencia ha sido religiosa, los sacerdotes redentoristas realizan un gran trabajo junto al clero diocesano, lo que construye una relación de confianza entre la feligresía y los sacerdotes, quienes tienen la misión de ser luz en medio de las oscuridades que a veces se presentan por el conflicto armado.

Alexander Matíz fue nombrado como obispo de Buga. También tiene injerencia en 10 municipios más del Valle. | Foto: El País

¿Qué mensaje le envía a los grupos alzados en armas que están haciendo presencia en los municipios de la Diócesis de Buga?

Lamentablemente, hay mucha gente que la ilusionan con las armas y con querer tener poder, cuando realmente son situaciones complejas de vida. Las armas nunca traen la solución, sabemos que en Colombia tristemente la guerra es un negocio cruel, que afecta muchas familias y acaba con muchas vidas. Creo que debemos desarmarnos, no solo los grupos armados, sino todas aquellas instituciones que ven la guerra como la mejor opción. Debemos caminar juntos y nunca perder la oportunidad de dialogar, de conversar y encontrar acuerdos de paz.

¿Qué retos pastorales tiene como nuevo obispo de Buga?

Mi labor como obispo es ser pastor y ser papá, amar a mis sacerdotes y trabajar con ellos, porque ellos son los grandes colaboradores para que todo sea posible. Otro gran reto es seguir acompañando a los jóvenes, mi tarea es escuchar y comprender sus realidades, hacerlos partícipes de la vida de la diócesis, de las parroquias y las actividades que ahí se realizan, siento mucha alegría cuando una parroquia tiene grupo juvenil porque es la nueva iglesia y le envío este mensaje a las viejitas, que a veces juzgan los jóvenes por ser impertinentes, pero nos debe dar alegría ver a los jóvenes en la iglesia. A nivel social, no me quiero precipitar, iré conociendo y escuchando para comenzar a tomar decisiones, quiero recorrer el territorio y poder acompañar, no quiero ser como los políticos que prometen y no cumplen.

¿Cuál es su mensaje a todos los vallecaucanos?

Cristo es la esperanza, conozcamos más a Jesús. Él nunca despreció a nadie y esa debe ser nuestra actitud siempre. Debemos ser misericordiosos, cercanos y fundamentalmente vivir con mucha pasión la Eucaristía, no nos quedemos con la frase tradicional “vamos a escuchar misa” sino que la vivamos con más amor.

¿Dónde surge la idea de ser sacerdote?

Creo que es importante que en las parroquias hagan presencia los grupos juveniles y sacerdotes que animen a los jóvenes a servir en la Iglesia y eso me pasó a mí en la parroquia de la Santa Infancia, donde entré al grupo de confirmación y al grupo juvenil, que era acompañado por los padres españoles que en aquel entonces evangelizaban en Cali. De ahí me entró la inquietud de ser sacerdote. Posteriormente, comencé a estudiar arquitectura en la Universidad del Valle, pero también quería estudiar filosofía.

Basílica del Señor de los Milagros, sitio turístico de Guadalajara de Buga. | Foto: Suministrada

¿Se puede ser sacerdote y arquitecto al mismo tiempo?

Sí, naturalmente. En ese momento, Monseñor Juan Francisco Sarasti, que era el obispo auxiliar de la Arquidiócesis, me dio esa posibilidad. Había en Cali un seminario llamado ‘Operación 72′ que era para vocaciones adultas y yo era un muchacho de 17 años ingresando a un seminario de adultos, entonces de día estudiaba arquitectura y de noche estudiaba filosofía.

¿Cómo fue su trayectoria una vez fue ordenado sacerdote?

Fui conociendo las parroquias de la ciudad por mi profesión y en ese entonces, Monseñor Pedro Rubiano me enviaba a visitar las comunidades, y no solo era visitar la estructura, sino la gente. El arquitecto no solo es casa sino quien vive en esa casa y eso me llevó a la parte social.

Usted acompañó varias instituciones sociales de la Arquidiócesis desde la época de Monseñor Isaías Duarte ¿Qué obras ha realizado y cuál es su legado en ellas?

Antes de que llegara Monseñor Isaías, yo había realizado la fundación de un hospital para niños llamado Hospital Infantil Niño Dios, en el oriente de la ciudad, en el cual hice todo el proyecto, conseguí los recursos con Alemania y también hice los planos de la edificación. Actualmente, el hospital lo dirigen las hermanas de la Compañía del Niño Dios y he tenido la bendición de acompañar esta obra durante 23 años.

Con el aval del arzobispo, me reuní con un grupo de amigas y empezamos una serie de actividades y rifas para poder edificar la obra a la cual le diseñé los planos de la edificación y la logramos sacar adelante. A la fundación se le lograron comprar los lotes en el barrio el piloto, donde actualmente funciona.

A lo largo de estos años hemos atendido por día más de 120 personas y contamos con la ayuda de voluntarios y voluntarias, igualmente de benefactores y el banco de alimentos.

Con la muerte de monseñor Isaías Duarte Cancino, ¿cómo recibe usted el nombramiento en la Comisión Arquidiocesana, Vida, Justicia y Paz?

El asesinato de Monseñor Isaías fue muy duro y las personas delegadas en aquel tiempo para esa labor se fueron por temor, por lo que la comisión quedó acéfala, así que el administrador diocesano que era Monseñor Edgar de Jesús García, me designó para asumir esa tarea, a lo que respondí: “Me están dando una papa caliente”. Yo la recibí y acompañé en esta tarea por más de 12 años.

Cuando llegó Monseñor Juan Francisco Sarasti, me designó también acompañar la pastoral social y fue ahí donde se reforzó el trabajo de las ollas comunitarias. Tuvimos más de 64 ollas comunitarias que después fueron la base al programa de comedores comunitarios que actualmente se conoce, pero ha sido un trabajo de Iglesia, ni de Estado ni de Gobierno, sino de Iglesia.

Alexander Matíz, nuevo obispo de Buga, trabajó muchos años con monseñor Isaías Duarte Cancino. | Foto: El País