Los mineros sufren de insomnio. Lo cuenta uno de los casi 400 mineros que a diario escarban los Farallones de Cali con la ilusión de encontrar esa pepa de oro lo suficientemente grande que les permita ‘plantarse’ por el resto de sus días.

— Después de ir a la mina y sacar la producción, me paso dos o tres días sin dormir. Es desesperante.

Algunos de sus colegas han confesado sufrir disfunciones sexuales, además de extrañas verrugas en las manos y una sensación de ansiedad. Todos saben la causa del problema: el mercurio. Inhalarlo o ingerirlo puede generar trastornos neurológicos y del comportamiento, y los síntomas son insomnio, temblores, pérdida de la memoria, efectos neuromusculares, cefaleas, disfunciones cognitivas.

— Pero es necesario usarlo si queremos ir a la fija. En un balde lleno de lodo, el mercurio funciona como un imán. Recoge hasta la chispa más mínima de oro.

Usar mercurio en minería es ilegal en Colombia, pero debido al contrabando y a pagar un poco más de dinero, se consigue fácil. El que usan en los Farallones proviene de Suárez, en el Cauca, o Santander de Quilichao, o Segovia, en Antioquia. Lo mismo sucede con la pólvora y la mecha lenta que se necesita para las explosiones dentro de los socavones, que en los Farallones son alrededor de 320, según un estudio de Parques Nacionales Naturales. Entre siete y diez de esos orificios en la montaña tienen actividad minera hoy en día.

— El 100% del mercurio que se usa en los Farallones se está depositando en las cuencas de los ríos. A diferencia de municipios como Suárez, donde hay tanques de almacenamiento para reutilizarlo, en los Farallones no – dice, de pronto, el minero, que aceptó hablar con la condición de mantener en reserva su identidad.

Pese a que extrañamente hay funcionarios de autoridades ambientales que pretenden minimizar el problema, tapar el sol con un dedo, diversos estudios han comprobado la presencia de mercurio en Los Farallones, supuestamente el área protegida más grande del Valle del Cauca y donde nacen los ríos que surten de agua a Cali y otros municipios.

La cuenca alta del río Felidia, ubicada en el Parque Nacional Natural Los Farallones de Cali, también se encuentra afectada por la presencia de mercurio.

En 2018, por ejemplo, el Dagma, en una investigación contratada con la empresa Innova Ambiental, constató la presencia de mercurio en siete minas del Parque. Estudios tanto de la CVC como de Karen Viviana Vivas Bedoya, egresada de Manejo y Conservación de Suelos y Aguas en la Universidad del Valle y quien hizo una maestría en Ciencias Ambientales en la Universidad de Buenos Aires, demostraron también la presencia de mercurio en los sedimentos del río Cali; es decir, en el fondo.

En su investigación, Karen encontró que en 20 de los 21 puntos del río donde obtuvo muestras de los sedimentos, los niveles de mercurio superan los límites de las normativas internacionales. Comparó los hallazgos de su investigación con las normativas de países como Brasil, Canadá, Australia y Estados Unidos, porque Colombia aún no establece límites permisibles para mercurio en sedimentos.

La CVC ha hecho monitoreos del agua del río, y por ahora no ha encontrado mercurio. Una cosa es el mercurio en el agua y otra en el sedimento, el barro. El problema, advierte la Procuraduría para Asuntos Ambientales, es que si hay mercurio en los sedimentos, lo más probable es que termine contaminando el agua.

La ecuación es simple, lógica: en la medida en que aumenta la producción de oro, como viene ocurriendo en el Parque durante los últimos cuatro meses, cuando han llegado mineros de Antioquia, Cauca y extranjeros, aumenta el mercurio en el agua.

— En algún momento el mercurio le va a llegar a la gente de abajo. No es un problema exclusivo de la parte alta – dice Róbinson Galindo Tarazona, el Director territorial Pacífico de Parques Nacionales Naturales. El minero, por su parte, continúa con su relato.

— El oro tiene una energía especial porque aborrece al ambicioso. Cuando hay personas así en la mina, el oro se oculta. Y pese a que es un trabajo rentable – por cada turno en la veta se sacan 40 bultos promedio, y en cada uno puede haber tres o cuatro gramos de oro, unos tres millones de pesos – para ser un minero ejemplar hay que pasar muchas pruebas. Si se superan, el oro te premia.

— ¿Qué clase de pruebas?

— Someterse a ocho horas de camino hasta la veta, por una selva muy espesa. Someterse al hambre, al agua, al frío. En los Farallones las temperaturas son muy bajas a las 2:00 o 3:00 de la mañana. Hay que pasar la prueba de los túneles, meterse en un socavón 300 metros bajo tierra, picando, secando el túnel, exponiéndose al riesgo de morir por un derrumbe o por acumulación de gases. No todas las personas aguantan ese voltaje. Y hay que someterse a la prueba del Ejército.

— ¿La prueba del Ejército?

— Sí. Hay que cortar madera y cargarla a una o dos horas de camino porque una de las reglas en los Farallones es no cortar madera alrededor de la mina, pues se teme que la aviación tome fotos, vea el daño ambiental e identifique el punto. Lo que nos dicen los funcionarios y militares que están recibiendo plata de la mina para permitir el trabajo de los mineros es: “talen, pero lejos del socavón, para evitar sospechas”.

— ¿Los militares reciben plata para dejarlos ingresar en la mina?

— Lo llaman ‘impuesto’. Lo cobran tanto miembros del Ejército, como de Parques Nacionales y líderes de la comunidad. Para que entienda cómo funciona, es más o menos así: para entrar a la mina se debe pedir un turno. Cogen un cuaderno y apuntan el nombre suyo y el de su grupo, de unas 5 o 6 personas. Que entrás por decir algo el miércoles, te dicen. Cada turno dura 24 horas. La idea es sacar 40 bultos, para garantizar un buen plante. Como le comenté, la mina está dando entre 3 y 4 gramos de oro por bulto. De ahí se saca los gastos de gasolina, viáticos y el impuesto, que es un porcentaje del oro que se saque. Y se le paga a quien toque para la luz verde, el permiso para trabajar: militares y personal de Parques Nacionales.

El Coronel Raúl Llanos está al mando del Batallón de Alta Montaña No 3, encargado de vigilar el Parque Natural Los Farallones. Sobre las denuncias de militares y personal de Parques Nacionales que estarían recibiendo dinero para permitir el ingreso a los socavones, asegura que por lo pronto “son indicios, rumores”, que están en investigación por contra inteligencia militar. En lo que corresponde al Ejército, “se ha realizado el traslado de personal para evitar que sean permeados por este tipo de situaciones, pero de los que están haciendo controles no se tiene sospechas”.

Según el Coronel, en total son 80 los hombres de su batallón los encargados de hacer operativos contra la minería ilegal. Ubican dispositivos de seguridad en las rutas hacia los socavones. La actividad de los mineros, agrega, se incrementó después del paro nacional y la crisis social. Los que llegan a la parte alta son sobre todo personas sin trabajo, especialmente población extranjera, dice. “El oro como forma de subsistencia”. Según el Coronel, utilizan niños y mujeres como ‘correos humanos’ para bajar el oro, aunque hay estructuras dedicadas a la compra arriba, en la montaña. Anteriormente, los mineros debían llevar la producción hasta Suárez, en el Cauca.

Al coronel Llanos le pregunto entonces por qué, si hay 80 hombres del Ejército patrullando los Farallones, sigue entrando el mercurio, la gasolina, la comida, hasta las minas.

— No podemos cubrir todos los puntos. Si cubro dos puntos, los mineros abren otras dos rutas. Por eso necesitamos el apoyo de otras entidades, porque en Los Farallones solo permanecen Ejército y Parques Nacionales. Además, mi batallón responde por cinco municipios, el área rural de Cali, Jamundí, Buenaventura, Dagua y La Cumbre. No tengo capacidad de cubrir todo el Parque.

Hace unos días la Policía, tras lo mediático que se ha vuelto la problemática de la minería, publicó un comunicado en el que decía:
“Ante el grave daño ambiental ocasionado por la minería ilegal, especialmente en las zonas de consolidación, parques naturales, áreas de reserva, zonas productivas y de frontera, la Policía Metropolitana de Cali viene adelantando acciones preventivas. En el marco de la estrategia ‘Cali Seguro por un Futuro’, se ha dispuesto la implementación de ‘Seguridad Montada’, un plan de patrullajes a caballo y puestos de control permanentes sobre las vías que conducen a estas áreas”.

El coronel Llanos, del Ejército, asegura, sin embargo, que hasta el momento la Policía no ha cumplido con lo que ha anunciado para los Farallones.

— Ellos no han honrado los compromisos. Le repito que solo estamos Ejército y Parques Nacionales. No hay otra institución. Y las necesitamos porque hay situaciones de competencia que nos impiden actuar. Si lo hacemos, sería extralimitación de funciones. Por ejemplo, no puedo hacer desalojos, judicialización, para eso se requiere el Esmad, la Fiscalía, y una entidad que ayude a solventar los problemas sociales que hay arriba. No todo es competencia del Ejército.

— La Alcaldía de Cali y la Gobernación dicen en los medios que los Farallones son prioridad. ¿Es así?

— Yo he visto es el interés por parte de la Gobernación del Valle; de la Alcaldía de Cali todo se ha quedado en promesas — dice el coronel.

El Secretario de Seguridad del Valle, Camilo Murcia, comenta por su parte que la Gobernación, por los Farallones, ha realizado “seis consejos de seguridad”. Y que dispuso de $500 millones para cerrar los socavones en los próximos tres meses. La gobernadora, Clara Luz Roldán, anunció que existe un plan y recursos para ofrecerles a los mineros alternativas de empleo, emprendimiento, con el compromiso de abandonar la minería.

Por cierto: es una obligación de los funcionarios públicos proteger a los Farallones, después de una sentencia del Consejo de Estado emitida el 26 de junio de 2015 que ordena cuidar el Parque. De lo contrario, se exponen a sanciones.

Según el analista Ariel Ávila, el gran problema de Colombia es que aún no se ha creado una estrategia para controlar el lavado de activos de la minería, es decir que no hay institucionalidad para conjurar la problemática.

Al minero le pregunto si él y sus compañeros están dispuestos a cambiar de actividad después de lo anunciado por la gobernadora.
— La gente está dispuesta. No solo por el daño ambiental que estamos causando con el mercurio, del que somos consientes, sino también porque este es un oficio muy peligroso. Hay gente que ha muerto en los socavones, lo que pasa es que nadie dice nada. Los cuerpos se sacan hasta un punto en la montaña para que la comunidad se encargue. Si se divulga, el responsable de la mina puede ser judicializado, por eso el silencio. Tenemos miedo de una arremetida de los ‘ricachones’, que se reboten por la contaminación abajo y monten una autodefensa, como ya ha pasado en otras partes. Por todo eso la gente está dispuesta a cambiar de oficio, si le dan garantías. Que no sea como pasó hace 8 años, cuando el alcalde Jorge Iván Ospina prometió contratos y empleos a los mineros, pero esas promesas, al año, se dejaron de cumplir. Los gerentes de las entidades que nos emplearon, nos sacaron. A los dos, tres meses, los mineros, desempleados, se rascaron la cabeza y volvieron a subir. Ellos son los que están hoy en día haciendo minería. Deben cumplirle los compromisos a la gente, e intervenir a los que están detrás, los del poder, que no van a querer que les corten ese ingreso de dinero que proviene del oro.