La primera tractomula que atravesó oficialmente el túnel principal de la Línea tiene la placa WEJ 953, y pertenece a la empresa de transporte de carga Coldetrans. Colgando sobre su capó amarillo, recién desmanchado y brillado para la ocasión, llevaba un mapa de Colombia, además de bombas inflables de colores.
El conductor atravesó el túnel pitando como si estuviera en la caravana de un equipo de fútbol que acababa de salir de campeón, y el ambiente en la inauguración de la obra, ocurrida el viernes 4 de septiembre de 2020, era de feria.
La carretera estaba decorada con banderines, la banda marcial del Ejército interpretó ‘Colombia, tierra querida’, hubo una comparsa de arrieros para recordar a los campesinos que debieron atravesar la Cordillera Central a lomo de mula, un espectáculo de conductores capaces de conducir sus yipaos sostenidos en apenas dos llantas, trovadores que hacían coplas difíciles con palabras como ‘túnel’ y ‘línea’ y una caravana en cabeza del Presidente Iván Duque Márquez, quien conducía un jeep junto a su esposa seguido por una veintena de camionetas de vidrios oscuros. Al final, los fuegos pirotécnicos asustaron a los perros, que corrían de un lado a otro con la cola entre las patas.
Las únicas indiferentes a todo lo que ocurría eran las vacas que pastaban sobre la montaña, encima del túnel principal de la Línea, de 8.6 kilómetros, el más largo de Latinoamérica y ubicado entre los municipios de Calarcá, en el departamento del Quindío, y Cajamarca, en el Tolima.
El túnel, que hace parte de la obra que conecta en dobles calzadas al principal puerto de Colombia, Buenaventura, con la capital del país, fue bautizado como Darío Echandía, en honor a ese estadista nacido en Ibagué en 1897, Presidente de la República en tres ocasiones (sin haber sido elegido por voto popular) y quien tras el asesinato del candidato presidencial Jorge Eliécer Gaitán el 9 de abril de 1948 se preguntó: “¿el poder para qué?”
Rodeadas de árboles de flores moradas, a las vacas ni siquiera parecía inquietarles los soldados apostados en sus alrededores o la lluvia que arreciaba. El aguacero sereno y constante hacía preguntarse si acaso la inauguración del túnel se debía postergar. El frío de 12 grados que registraban los celulares hizo que un periodista propusiera pasar del distanciamiento de dos metros que se debía mantener por la pandemia del coronavirus, “al arrunchamiento social”.
Una colega pasó repartiendo gel antibacterial, lo que comprueba que el mundo, tras el Covid - 19, cambió. Antes lo que se repartía en un momento así era café hirviendo.
Cuando el conductor de la tractomula que atravesó por primera vez el túnel manejaba despacio por el lado Tolima, rumbo a Cajamarca, el sol ya había salido e intenté pedirle que me dejara acompañarlo no solo para escapar de los protocolos y los discursos de los políticos, sino para contar la vida real de quienes deben atravesar la Línea todos los días. Es a ellos, sobre todo, a quienes la obra les cambiará la vida.
Se estima que el túnel de la Línea acelerará la recuperación económica del Eje Cafetero tras el coronavirus. El tramo habilitado genera, además, 150 empleos permanentes.
Según el director técnico del Instituto Nacional de Vías, Guillermo Toro, el tramo inaugurado, en el que se habilitaron 4 túneles, incluido el túnel principal, cinco viaductos, dos intercambiadores viales y 13,4 kilómetros de una carretera nueva, reduce los tiempos de viaje en 50 minutos, así haya que esperar después en medio de un trancón debido a las obras complementarias que hacen falta y que, según lo dijo el Presidente Duque en su discurso, se entregarán en abril de 2021.
Sin embargo, no fue posible abordar al conductor de la tractomula. Los periodistas de las regiones estábamos bajo una carpa, en diagonal a las carpas individuales de los presentadores de los noticieros nacionales del mediodía, más cerca de donde estaría el Presidente destapando una placa, y además éramos vigilados por personal de seguridad de la Presidencia, hombres de pantalón café y guayabera que tenían la orden de no permitir que nos saliéramos del “espacio asignado” y para quienes cualquier movimiento puede ser una amenaza, como buscar en el morral unas galletas.
Cuando intenté acercarme al Presidente para preguntarle qué va a pasar con los contratistas que hicieron obras del proyecto que debieron repetirse en gobiernos anteriores, lo que significó un sobrecosto en los trabajos de aproximadamente un billón de pesos, una agente de su equipo de protección presidencial de casi dos metros me detuvo mientras me pedía con urgencia y angustia el carnet de prensa. Duque, por su parte, fue rodeado por decenas de periodistas a su paso por la carpa.
No quedó otra alternativa que seguir la transmisión de la inauguración en las pantallas gigantes, donde se proyectaba el Monumento a los Héroes. Está ubicado en el peaje del lado Quindío, que precede a los tres túneles que hay que pasar para ingresar al túnel principal de La Línea, y que fueron bautizados en tributo a la fauna de la zona: túnel Oso de Anteojos, primero, donde se encuentra un busto del ingeniero y exministro de Transporte Andrés Uriel Gallego, quien murió el 17 de abril de 2014, cuando luchaba contra el cáncer; túnel Los colibríes, después, y por último túnel Los barranqueros, que son pájaros de plumajes coloridos.
La velocidad en la zona aumentará de 18 km por hora en promedio, a 60. Entre Armenia e Ibagué se reducen 21 km de recorrido.
En el Monumento a Los Héroes es posible leer los 6.050 nombres de los obreros que trabajaron cavando esos túneles.
Uno de ellos, Sael Hernández, contó que el momento más emocionante ocurrió cuando construían el túnel piloto, paralelo al túnel principal, y que ahora se utiliza como vía de rescate en caso de algún accidente o emergencia. En enero de 2005 ese túnel piloto se comenzó a excavar para que los ingenieros supieran qué tipo de rocas conformaban la montaña que debían atravesar y los posibles problemas geológicos que enfrentarían durante la construcción del túnel principal.
Cuando los obreros que perforaban el túnel piloto del lado Quindío se encontraron con los que hacían lo mismo del lado Tolima, decía Sael, fue tal la emoción que lloraron de felicidad y cantaron el himno nacional.
No era fácil meterse en ese agujero. Todo era tan oscuro, me contó hace unos meses el ingeniero residente de la obra, Jaime Daniel Atehortúa, que ni siquiera los perros callejeros que se aparecían para acompañar a los obreros a cambio de un trozo de pollo se atrevían a entrar. Algunos obreros trabajaron la primera jornada y no volvieron. Construir un túnel no es oficio de claustrofóbicos. Quienes se especializan los llaman ‘tuneleros’.
Una de las ‘tuneleras’ más famosas se llama Martha Cecilia Méndez López. Es una de las tres mujeres en el país que trabajan como operadoras de una máquina a la que llaman ‘jumbo’, parecida a un robot de brazos gigantes capaz de taladrar cualquier pared, incluso las de la Cordillera Central.
Se calcula que con la apertura del Túnel de la Línea los ahorros para el gremio transportador ascenderán a $270.000 millones anuales en costos de operación y logística.
En el video que proyectó el Instituto Nacional de Vías se le veía impecable, como recién salida de la peluquería y con el uniforme naranja reluciente, a diferencia de cuando la conocí en 2018, montada en el jumbo, sudando a goterones y con salpicaduras de lodo grisáceo en el uniforme. Esa mañana me contó que a veces se frustraba cuando llegaba a su casa en el municipio de Cajamarca, encendía el radio, y se ponía a escuchar periodistas que desde sus estudios en Bogotá, criticaban que la obra siguiera sin terminar.
– Atravesar una cordillera no es fácil – decía Martha con su ‘robot’ encendido para perforar una pared e inyectar un perno con la premura de quien no tenía tiempo para perder.
Fueron varios los obstáculos que ella y los demás trabajadores debieron sortear y que explican, en parte, que el túnel de la Línea haya tardado más de un siglo en hacerse realidad.
Todo comenzó en 1902, cuando el ingeniero Luciano Battle realizó un viaje hacia La Plata, Huila, para explorar los valles de ese departamento y del Tolima. En su trayecto de regreso, Battle cruzó el río La Vieja, después Boquía y Salento, en el Quindío, hasta llegar a Ibagué y Girardot. En su informe final, concluyó que era urgente conectar el suroccidente y el centro de Colombia atravesando la Cordillera Central.
Once años después, en 1913, mediante la Ley 129, se ordenó realizar el primer trazo del túnel que atravesaría la cordillera y nueve años más tarde, se ordenó su construcción. Sin embargo, era tal la magnitud de la obra, que el proyecto fue suspendido. Hasta 2004, cuando se tomó la decisión de construir el túnel por fases, metro a metro, lentamente.
Mientras los obreros perforaban la cordillera, se encontraron con la falla geológica La Soledad, considerada la segunda más compleja del mundo. La falla está ubicada en el túnel principal, justo donde la montaña hace mayor presión sobre el mismo, que en ese punto debe soportar el peso de 800 metros de roca y tierra. Una falla geológica es un trozo inestable de terreno que hay que ‘coser’ o ‘amarrar’ con pernos y concreto de alta resistencia para evitar que el túnel haga lo que tiende a hacer: cerrarse. Lograrlo les tomó varios años.
La forma de contratación también generó retrasos. Inicialmente los contratos se pagaban bajo una modalidad llamada ‘llave en mano’, que consiste en que si un contratista dice que el trabajo lo puede hacer en $100, en ese valor lo tiene que terminar. Si el contratista se equivocó en sus cálculos y la obra termina costando $150, es su problema.
En un proyecto tan difícil como atravesar de lado a lado una cordillera, hubo contratistas que no hicieron bien esas cuentas y se quedaron sin dinero para terminar las obras. Además algunas de las que hicieron se tuvieron que volver a hacer, por otro de los problemas del proyecto: la inadecuada planificación, que obligó a rediseñar tramos por obstáculos que no se previeron. Como torres de energía que estaban en el camino y que no se podían trasladar. El costo total del proyecto, entonces, ascendió a 2.9 billones.
Martha, la tunelera, sin embargo se sentiría satisfecha si hubiera sido testigo de la mirada de los invitados de honor a la inauguración de las obras de la Línea.
La periodista Fernanda Valencia lloraba en la boca del túnel principal. Decía estar emocionada ante la magnitud de un túnel que logró sacarse adelante con mano de obra colombiana. El túnel es tan largo, que incluso, en la mañana, algunos de los invitados de honor, agotados por la madrugada infame, cabecearon de sueño mientras lo atravesaban.
Aunque la mayoría tenían los ojos muy abiertos, maravillados por pasar de lado a lado una cordillera dentro de ese orificio de paredes blancas, y en la comodidad de un bus que iba a 60 kilómetros por hora, la velocidad máxima permitida.
– Parece mentira que esto por fin se pueda hacer – decían.
Peajes subirán el próximo año, anunció Invías
El túnel principal de la Línea es un túnel unidireccional de 8,65 kilómetros, sentido Buenaventura – Bogotá - construido a 2400 metros sobre el nivel del mar, que les ahorrará a los conductores que se dirijan desde el Valle hacia Bogotá la ascensión hasta el Alto de la Línea, a 3300 metros sobre el nivel del mar.
Es decir: los conductores que se dirijan desde el Valle a la capital del país tomarán la carretera actual, hasta el intercambiador Versalles ubicado en Calarcá, Quindío, e ingresarán al túnel principal que atraviesa la Cordillera Central.
Los carros que regresen de Bogotá hacia el Valle no ingresarán al túnel principal (para ello se debería hacer un túnel paralelo al actual), pero ingresarán al intercambiador Bermellón ubicado en el Tolima, un poco después de Cajamarca, realizarán el ascenso hasta el Alto de la Línea, y al descender tomarán una vía nueva.
En ambos casos, quienes se dirijan de Buenaventura a Bogotá o viceversa, lo harán en carreteras de un solo sentido, lo que aumentará la velocidad a 60 kilómetros por hora, que representan ahorros de tiempos de viaje de una hora, además de ahorros en combustible.
Tras el tramo inaugurado este viernes se pondrán en servicio las dos calzadas entre los sectores de Bermellón (Tolima) y Américas (Quindío).
Por cierto: quienes viajen desde el Valle hasta Bogotá, deberán pagar un peaje en el Portal Américas, en Calarcá. Los que viajen en el sentido contrario, pagarán un peaje en el Portal Bermellón, en el Tolima.
Según el Invías, de momento los carros categoría I (automóviles, camperos, camionetas y microbuses) pagan $8.800 de peaje. Para buses y busetas, el peaje tiene un valor de $9.700. Para los vehículos categoría III, de tres y cuatro ejes, el peaje cuesta $20.200; categoría IV, $25.700 y categoría V, que son los carros de carga de seis ejes, pagan $29.000. Los precios se incrementarán en enero o febrero de 2021.
Por otra parte se debe recordar que el túnel de La Línea es apenas uno de los 25 túneles del proyecto Cruce de la Cordillera Central. En total, el proyecto está conformado por 60 obras de infraestructura, entre las cuales hay 31 viaductos, 3 intercambiadores (Versalles, Américas y Bermellón) y la vía a cielo abierto en un tramo con una longitud total de 30 kilómetros en segunda calzada.