Una cárcel, un parque, un colegio, un puente, el piso, un callejón, un parque, las escaleras de una loma que parece interminable, un estadio. Cualquier superficie puede pasar de ser un lienzo anodino a un salpicón de colores, especialmente en Cali.
Es que la ciudad es eso: un museo al aire libre. Por las calles de la capital del Valle es común encontrarse con muros que retratan niños estudiando, animales salvajes a punto de cazar, personajes icónicos, el pasado indígena.
En Cali, muchas de estas obras hacen parte de la colección del Museo Libre de Arte Público de Colombia, Muli, de la fundación Fundiberarte, que se ha dedicado a recuperar zonas en las que durante años ha reinado la violencia o que están en el olvido y que, precisamente gracias al arte, ahora son rincones cubiertos de formas y colores que son imposibles no notar.