Los asesinatos del estilista vallecaucano Mauricio Leal y de su madre, Marleny Hernández, a manos de Jhonier Leal, su propio hermano e hijo, respectivamente, no son los únicos que en los últimos años han conmocionado a los colombianos por la crueldad con que fueron ejecutados, sino también, porque su asesino fue un pariente muy cercano.

Indignación y profundo dolor siente la mayoría de las personas cada vez que los medios de comunicación divulgan casos similares: el padre que mata a su pequeño de solo meses de nacido; el hijo drogado que asesina a su propia madre; el padrastro que abusa sexualmente de su hijastra; el hombre que le quita la vida a su esposa delante de sus hijos…

Decenas de tragedias a lo largo y ancho del país que ponen a reflexionar a muchos sobre qué está pasando al interior de las familias colombianas; cómo se encuentra el estado mental de sus miembros; qué señales se pueden advertir en la conducta de cada uno para que situaciones como estas no se repitan.

No hay por qué llegar a tragedias como las descritas anteriormente para que se le preste atención a la salud emocional de cada familia, pues como dicen los especialistas, una familia que vive con una disfunción de manera permanente se enferma, y una sociedad que tiene a sus familias, que son su núcleo, enfermas, colapsa.

De acuerdo con psicólogos y psiquiatras consultados por El País, estos son solo algunos de los males o situaciones que pueden llegar a ‘enfermar emocionalmente’ a una familia, pero también, ellos nos brindan algunas de las ‘recetas’ para sanarla o prevenir que esta enferme.

1. Relaciones de parejas tóxicas

La base de la familia es la pareja, no los hijos, recalca la psicóloga Ana Cristina Mallarino, quien agrega que la dinámica de la relación que emerge entre los cónyuges determina el clima emocional que se vive en el hogar. Si una pareja es disfuncional tendrá hijos disfuncionales.

Esas parejas tóxicas donde hay celos, irrespeto, ofensas, infidelidad y peleas de forma constante alteran el ambiente de la casa y eso afecta a los hijos. Generalmente, en las relaciones tóxicas se presenta mucho maltrato que empieza en la pareja, pero que puede extenderse a toda la familia.

El ambiente de agresión en un hogar cada vez más va subiendo, expresa la terapeuta de pareja. “Se empieza con empujones, gritos, insultos entre la pareja y eso va tomando tanta fuerza que termina en tragedia”.

Tragedias como los feminicidios, alimentados por temas de tipo cultural como el hecho de que muchos hombres consideren que la mujer es un objeto de su propiedad, advierte la médica psiquiatra Astrid Arrieta. Para ellos, “ese objeto es mío, nunca puede ser de otro, aunque no lo quiera, es mío. No le daré libertad. Piensan que la mujer no es un ser con capacidad para pensar, decidir, hacer”.

A veces la conducta machista proviene de las propias mujeres, complementa la psiquiatra forense. Si hay un problema de infidelidad entre la pareja, se despotrica es de la mujer: ella se metió, es la zorra, la perra, la loba. Y el hombre se queda apartado, como un ser indefenso que no es capaz de decidir. Y las demás mujeres señalan a la otra como la quitamarido.

“La otra pudo tocar, pero él fue quien abrió la puerta. El contrato matrimonial la mujer lo firmó con su cónyuge, así que ella debe pasarle factura es a su pareja, a nadie más”.

Todo ese ambiente de rencillas y agresiones afectan psicológicamente a los niños, que aprenden a ser tan violentos como sus padres y a que las relaciones se basan en el conflicto y desde esta etapa pueden empezar a aprender este tipo de violencia.

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2. Desconexión familiar

No es extraño que hoy, padres, hijos o esposos señalen a otro miembro de la familia de permanecer conectado al celular, pero totalmente desconectado de sus seres queridos.

Las redes sociales nos han comunicado con el mundo entero, pero nos han cercenado la comunicación con los más cercanos, los miembros de nuestra familia, indica la psiquiatra Astrid Arrieta. “Se ha perdido esa comunicación verbal, personal y hay que buscar la manera de poder hacerlo siempre en el hogar”, expresa.

La doctora manifiesta que hay padres que hoy se quejan de que sus hijos pasen ‘pegados’ al celular, pero no recuerdan que cuando estaban estos en crecimiento, con toda la energía desbordante, la única forma que encontraban para que dejaran de molestar era entregándoles un celular o una tablet, cuando hay límites de edades y de tiempo para que los menores de edad usen ese tipo de pantallas. Por ejemplo, a niños de 1 o 2 años no tienen porqué entregarles un celular.

Si se está aburrido se recurre al celular. Si se está angustiado, también. Este aparato se volvió la vía de escape a todas las manifestaciones emocionales negativas, interviene la psicóloga Mallarino, quien añade que la falta de diálogo entre los miembros de la familia hace que el vínculo afectivo se vaya deteriorando. “Hoy hay familias que no hablan, que no saben el uno del otro: qué les gusta, qué les molesta, cómo se sienten”.

La terapeuta de pareja y de familia asegura que los padres no deben sentirse tranquilos cuando su hijo se la pasa encerrado en el cuarto, cual cusumbo solo, usando el celular o el computador durante mucho tiempo, sin saber qué tipo de contenidos está consumiendo, pues mensajes de violencia y de sexo pululan en la web.

“Muchas veces esos chicos callados, que no salen de la casa, que no tienen amigos, no son tan sanos mentalmente. Pueden ser potenciales homicidas. Y no es que toda persona introvertida sea un asesino o un psicópata, pero uno de los rasgos de la psicopatía es el aislamiento, entonces no es sano no comunicarse. Es poco saludable para una familia el enfriamiento de los lazos afectivos, ya que donde no hay comunicación, no hay afectividad”.

Señala Mallarino que en la actualidad esa vinculación tan fuerte con el celular desvincula a la gente del mundo real, pues en redes sociales ven que los amigos tienen días ideales, la pasan delicioso, todo es perfecto, tienen la familia perfecta, todos ríen.

De ahí la depresión que experimentan muchos al comparar su vida de problemas con la existencia ‘supuestamente feliz’ de los demás. “Por estar viendo en Face o en Instagram la vida de los otros, dejan de vivir la propia”, señala la psicóloga.

3. Rivalidad entre hermanos

Los celos, envidias y permanente rivalidad entre hermanos, generalmente se da por la preferencia de un padre o de los dos, por uno de ellos.

Para la doctora Arrieta, los padres pueden querer a todos sus hijos inmensamente, pero siempre hay uno preferido por cualquier razón: porque se parece a él, porque es el más obediente, porque es el más estudioso”.

Sí, puede haber preferencias, añade la psiquiatra, es algo normal en los seres humanos, pero que no se note esa preferencia. “Todos los hijos deben ser amados y se les debe hacer ver el valor que cada uno tiene: si uno es súper bueno para sacar buenas notas en el colegio y el otro es muy bueno para las danzas, enseñarles a los dos que cada uno tiene sus virtudes, sus valores y fortalezas. ‘Tú eres muy bueno académicamente’ y ‘tú muy bueno para bailar’, eso les aumenta la autoestima. Jamás compararlos o descalificarlos con frases como: ¿Por qué no eres como tu hermano?”.

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4. Violencia intrafamiliar

De acuerdo con el psiquiatra Rodrigo Córdoba, profesor de psiquiatría de la Escuela de Medicina de la Universidad del Rosario, las cifras evidencian que ha habido un aumento de la violencia intrafamiliar y de las separaciones conyugales durante la pandemia. “El aislamiento social, el distanciamiento y el mantener a las personas en su mismo hábitat ha traído repercusiones en las formas de funcionamiento de la familia”.

Efectivamente, según reportes del Instituto Nacional de Medicina Legal, en Colombia hubo 47.177 casos de violencia intrafamiliar en 2020 y el año pasado 51.610, siendo los adultos de 29 a 59 años los más afectados con lesiones no fatales.

Ni los menores de 5 años ni los ancianos se salvan de las agresiones. Y las mujeres, otra vez, son las principales víctimas de esta violencia.
En el Valle del Cauca la cifra de mujeres víctimas de violencia doméstica también se incrementó. Según la Secretaría de Mujer, Equidad de Género y Diversidad Sexual del Valle, en 2020 hubo 6541 casos y en 2021, 7215 ( aumento del 17 %).

Ha sido tal el aumento de los casos de violencia intrafamiliar en todo el país durante la pandemia (especialmente en la etapa del confinamiento) que en muchas ciudades, como en Cali, se dispuso de una patrulla especial con el objeto de dar una atención oportuna e inmediata a estos episodios.

La teniente Adriana Corrales Zapata, jefe del Grupo de Protección a la Infancia y Adolescencia de la Policía Metropolitana de Cali, comenta que al acudir a estos llamados de violencia doméstica se han encontrado, en muchas ocasiones con “niños criando niños, padres de familia supremamente jóvenes que no están preparados para asumir la responsabilidad de ser papás”.

Agrega la teniente que estos no cuentan con el carácter y la firmeza que deben tener para formar, criar bien a los niños, niñas y adolescentes, “entonces, se les colma la paciencia y el padre de familia por dar una respuesta inmediata, que no se le falte el respeto, en vez de llamarle la atención o generar estrategias para que el menor no siga cometiendo el error, lo que hace inmediatamente es maltratarlo. Y cuando hay maltrato se empieza a abrir una ruta con el ICBF y una ruta psicológica también”.

En Cali fueron 11 los episodios de violencia intrafamiliar reportados en 2021 donde las víctimas fueron menores de edad.

De los casos que ha atendido en la Policía Metropolitana de Cali, dos le han impactado mucho a la teniente Corrales: el del niño de 8 meses de nacido hallado en la Vía La Dolores, degollado a manos de su propio padre, y el de una madre que mata a su niño y lo entierra en zona rural de Yumbo. “La mamá nos daba testimonios que no concordaban. A lo último dijo que la perseguían los espíritus”.

La Secretaría de Mujer, Género y Diversidad Sexual del Valle del Cauca creó un fondo para ayudar económica-
mente a mujeres e integrantes de la comunidad LGBTI víctimas de maltrato.

5. Sin referentes de autoridad

Las constantes discusiones y peleas entre un padre y un hijo pueden ser motivo de estrés, ansiedad, depresión o trastornos alimenticios para uno de ellos o para ambos.

Esta situación en muchas ocasiones se debe a padres muy laxos al hacer cumplir las normas en el hogar.

Para Mallarino, hoy muchos padres les tienen miedo a sus hijos y les piden permiso para muchas cosas, todo se lo consultan. Son los hijos quienes dicen qué se hace y no se hace en el hogar. “No es que no deba haber diálogo, comunicación entre ellos (padre e hijo), pero es que tiene que haber un referente, una autoridad y esta no se gana a punta de golpes sino de amor, firmeza y acuerdos. Alguien tiene que ser el referente y los chicos de hoy no lo tienen porque papá y mamá están fuera del hogar todo el día, llegan cansados, no se dialoga y lo poco que se comparte es a través del grito o del problema: ‘es que usted no hace nada, no tiende ni su cama’”.

A los chicos de hoy, continúa Mallarino, se les oye reclamando derechos por toda parte, pero no entienden que también tienen deberes, que tienen que hacer tareas en su hogar. Y por eso hay choques de forma permanente. “Nadie puede estar sano mentalmente en un ambiente de violencia. Así, la salud mental de todos en la casa se altera”.

Según la doctora Arrieta, los padres además de ser muy flexibles con las normas, no les dan a sus hijos las herramientas emocionales que necesitan, por el afán de que no sufran lo que ellos sufrieron, así, lo que han hecho, es cercenar su capacidad para enfrentar el mundo, “un mundo de frustración, donde todo lo que yo hago no va a salir como yo quiero. Es un patrón de enseñanza inadecuado con el que criaron niños frágiles, con temor a vivir. Y para remate, llega la pandemia, entonces, es mucho peor”.

Los papás, agrega la doctora Arrieta, viven encerrando a sus hijos, quieren que vivan pegados a ellos por temor a que les pase algo y cuando crecen, de manera agresiva y traumática los echan al mundo porque deben ser adultos, cuando toda la vida los han considerado y siguen considerando niños que no están en condiciones de tomar decisiones.

Como defensor de las libertades, apunta el psiquiatra Córdoba, opina que a los hijos hay que enseñarlos a pensar, a producir ideas decantadas, racionales, ilustrarlos, para que puedan tomar sus decisiones de manera informada.

6. Adicción o abuso al alcohol, drogas, juego, sexo...

Cualquier tipo de adicción de alguno de sus integrantes, puede fragmentar a la familia, porque la adicción, como lo explica el doctor Córdoba, es un funcionamiento psicopatológico que trae dificultades en el manejo de los límites, desorganización en las formas de comportamiento y en ocasiones, violencia y agresión.

No se puede vivir con un adicto, resalta Mallarino, los familiares no tienen la capacidad de brindarle todo el apoyo y el acompañamiento psicológico, emocional y físico que este necesita. Por ejemplo, un drogadicto que intenta dejar las drogas si no tiene las sustancias complementarias que le pueden ayudar a calmar su ansiedad y depresión, pues va a enfermar a toda la familia o va a terminar suicidándose”.

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7. Padrastros vs Hijastros

Con el incremento de las familias reconstruidas, hoy se presentan más las relaciones padrastros e hijastros, las cuales, en varias ocasiones, terminan mal.

“Hemos visto niños de 6, 9 meses, 2 años, lesionados o asesinados por sus padrastros a golpes. Y el abuso sexual es pan nuestro de cada día. ¿Por qué? Porque esas personas llegan de repente y no ha habido un vínculo afectivo previo con los niños o con los adolescentes”, comenta Mallarino, quien añade que debería haber un proceso de acercamiento, de conocimiento previo cuando se piense ya en una relación formal, sólida, para que los hijos sientan que no le impusieron a esa persona y no la vean como una intrusa”.

Recomendaciones de los especialistas

· Procure trabajar por una relación de pareja funcional. Si no la tiene, acuda a especialistas, a una terapia de pareja. De esto depende en gran medida la salud emocional de todos en el hogar.

· Tenga presente que el modelo de relación que están viendo sus hijos, lo tienden a replicar cuando crezcan.

· Recuerde que es mejor un buen divorcio que un mal matrimonio.
n No descuide los vínculos afectivos y la comunicación con su pareja y con sus hijos: realicen actividades juntos, pónganse de acuerdo para almorzar o cenar, para practicar juegos de mesa, solucionar crucigramas, sopas de letras. La lúdica, la diversión, ayudan mucho a bajar las tensiones y a mejorar la salud mental de todos.

· Es normal que los hijos se vayan alejando de sus padres a medida que van siendo adolescentes, porque en esta etapa tienen una red de amigos que tiene un valor grande para ellos.

· No lleve sus problemas laborales ni de otro tipo a su hogar. Que no paguen las consecuencias de su enojo o de su frustración su cónyuge y sus hijos. Su familia debe ser un refugio, un oasis, una trinchera, no un campo de batalla.

· Cuide su salud mental al igual que la de los miembros de su familia. Si ve a uno muy distraído, metido en su mundo, que no quiere socializar, esté alerta. Somos seres sociales y necesitamos el contacto con los demás.

· Aprenda sobre los síntomas de la depresión, la ansiedad, los trastornos alimenticios, la bipolaridad, para que pueda ayudar o pedir ayuda a tiempo.

· Esté pendiente de los consumos de alcohol, droga y otros, de su pareja y de sus hijos: mire en qué estado llegan, con quienes se relacionan, qué contenidos consumen en la web. Cuando advierta que algo no está bien, no quiera tapar el sol con un dedo y asumir que esa conducta pronto pasará. Es mejor actuar a tiempo.

· Cuando haya rivalidad constante de sus hijos es mejor que estudien en diferentes colegios. Así evitará que, incluso, los profesores los comparen.

· Tenga presente que el equilibrio emocional también se rompe, así que las personas que tengan señales de alarma deben buscar ayuda. Detectar temprano este tipo de circunstancias contribuirá a mejorar su calidad de vida y la calidad de vida de su familia.