El teniente Doncel Robayo, comandante del escuadrón de navegación aérea 7 -15 de la Fuerza Aérea Colombiana, fue uno de los expertos en meteorología que siguió el paso del huracán Iota por el país. La vigilancia del fenómeno natural la hizo a través de los satélites de la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica, NOAA, la agencia estadounidense que se encarga de monitorear los océanos, y los sistemas para garantizar la seguridad de las aeronaves de la Fuerza Aérea. El teniente, además de ser experto en meteorología, es ingeniero informático y controlador aéreo.

— Existen unos modelos numéricos que nos permiten predecir el comportamiento de los huracanes. Son modelos matemáticos que indican tendencias o un posible comportamiento del ciclón, además de su trayectoria, y aunque los modelos se acercan a lo que puede ocurrir, no son 100% exactos. En el caso del huracán Iota sucedió algo inusual: el cambio de la distribución térmica de los océanos (el agua aumentó de temperatura) fue el escenario propicio para que el huracán se desarrollara en poco tiempo. Iota se alimentó de toda esa energía que proviene del aumento de la temperatura del océano y por eso en apenas dos días y un poco más pasó de ser un huracán categoría 1, a la categoría 5, la máxima, con vientos superiores a los 250 kilómetros por hora – dice.

Desde su casa en el sur de Cali, Andy Jarvis, investigador del Centro Internacional de Agricultura Tropical, Ciat, y experto en cambio climático, también siguió el curso del huracán desde su computador. El miércoles 11 de noviembre no existía Iota. En el satélite apenas se veían unas imágenes onduladas, como vientos débiles.

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El 13 de noviembre la foto era muy distinta: en ese momento Iota dejaba de ser una depresión tropical, y pasaba a ser una tormenta tropical. El domingo 15 de noviembre ya se podía apreciar un enorme ojo entre amarillo y anaranjado que avanzaba amenazante hacia San Andrés y Providencia. A la 1:00 de la madrugada ya era un huracán, y para los científicos, ese cambio tan repentino de categoría del ciclón dice mucho de lo que está ocurriendo con el clima.

— La cosa es que el viernes 13, temprano, Iota no parecía tan grande ni serio, pero el sábado se fortaleció bastante. A las 4:00 de la tarde se emitió el ‘hurricane warning’ para San Andrés. Revisando la historia de los ciclones, es verdad que Iota se creció súper rápido, en dos días y medio, y se movió muy rápido igual – comenta Andy.

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Al profesor Yesid Carvajal Escobar, de la Escuela de Ingeniería de Recursos Naturales y del Ambiente de la Universidad del Valle, y quien ha investigado el cambio climático, le llamó la atención que pese a esa alerta de huracán, durante el fin de semana continuaban recibiendo turistas en la isla. Tanto el sábado como el domingo aterrizaron vuelos. El aeropuerto de San Andrés apenas se cerró el lunes 16 de noviembre, cuando Iota ya había subido de categoría.

— No se justifica lo sucedido en San Andrés con la llegada de los turistas en medio de una alerta de huracán. En este tipo de situaciones los planes de prevención deben ser muy estrictos – comenta el profesor Yesid.
A su llegada al archipiélago para atender la emergencia, el presiente Iván Duque dijo que fue “un milagro” que no hubiera muerto más gente por el paso de Iota. El último reporte indica que fueron dos las personas fallecidas: Fuentes Levinson, quien se encontraba en el sector de Casa Abajo, y Vincent Archbold, en Santa Catalina. En Providencia, apenas diez de las 1500 casas con las que contaba la isla permanecieron en pie.

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Los científicos coinciden: el calentamiento global, y la consolidación del fenómeno de La Niña en el Océano Pacífico, fueron el escenario perfecto que permitió que el huracán Iota se fortaleciera tan rápido como para quedar en la historia como el primero de categoría 5 que pasa por San Andrés. Aunque en los últimos 200 años alrededor de diez huracanes golpearon al archipiélago – los más recientes fueron Wilma y Beta en 2005 – ninguno había alcanzado vientos sostenidos de más de 250 kilómetro por hora.

— Entre el 1 de junio y el 30 noviembre se desarrolla la temporada de huracanes. Es un periodo donde se activa el sistema de ondas tropicales. Estas ondas tropicales, dependiendo de las condiciones climatológicas, en cualquier sitio de su recorrido se pueden convertir en depresiones tropicales, con vientos sostenidos de unos 63 kilómetros en promedio, o en tormentas tropicales, que es cuando los vientos superan los 63 kilómetros. A medida que van cogiendo más fuerza se pueden convertir en huracanes. La fuerza que toman los ciclones proviene del calor del mar, de la temperatura de las aguas superficiales – dice el especialista en meteorología Harold González.

El profesor Yesid Carvajal Escobar precisa que para que se forme un huracán, es necesario que el agua superficial del océano supere los 26 grados centígrados. A esa temperatura el agua se evapora lo suficientemente rápido para formar el sistema. En un planeta cada vez más caliente, debido al cambio climático, es mucho más factible, entonces, que se formen huracanes.

Pero además en este 2020 en el Pacífico se está consolidando el Fenómeno de La Niña, que hace que las aguas del océano se enfríen. Y cuando el Pacífico se enfría, el Atlántico se calienta, lo que incrementa las posibilidades no solo de que se formen huracanes, sino que sean más intensos. Iota desató vientos capaces de levantar carreteras, voltear carros, lanzar casas como si fueran cometas.

— Para la gente en San Andrés y Providencia debió ser una de las experiencias más horrendas de sus vidas. Ahora, siempre ha habido huracanes. Es un fenómeno natural. Así que no se puede decir que debido al cambio climático es que ocurren. Lo que hace el calentamiento global es que los huracanes sean cada vez más frecuentes, y más intensos. Lo hemos visto en este 2020: ha sido uno de los años de la historia con más ciclones, al punto de que las letras del alfabeto se agotaron para nombrarlos, y ahora se deben nombrar con el alfabeto griego – dice el investigador del Ciat, Andy Jarvis.

En lo que va del año se han registrado 31 ciclones. Cuando empieza la temporada de huracanes, la Organización Meteorológica Mundial los nombra en orden alfabético (el nombre del primer huracán empieza por A, el segundo por B, y así) y se alternan los nombres de hombre y mujer. La teoría es que es más fácil recordar el nombre de una persona que un número o un código.

Con la tormenta Wilfred en septiembre, se terminaron los nombres planeados para los ciclones de 2020, así que ahora los identifican usando las primeras letras del alfabeto griego: Alpha, Beta, Gamma, Epsilon, Zeta, Eta, Theta, Iota. Y ahora Kappa. En caso de un nuevo huracán se llamará Lambda.

Los científicos también coinciden en ello: pese a que falta una semana para que termine la temporada de huracanes, con el fenómeno de La Niña consolidándose esa temporada podría extenderse un poco más que el 30 de noviembre. El peligro no se ha ido.

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Aunque a los meteorólogos y expertos en cambio climático no les gusta esa palabra, se podría decir que en el pasado San Andrés tuvo ‘suerte’: jamás un huracán categoría 5 había pasado por su superficie.
Uno de los ciclones más recordados en la isla fue Joan – Miriam, en 1998, que dejó seis muertos y paralizó a San Andrés durante cinco días.
Esta vez el ojo del huracán casi que se posó sobre Providencia: a apenas 18 kilómetros, según el Ideam. Esto hizo que allí los vientos fueran de más de 250 kilómetros por hora, lo que acabó con el 98% de la isla. En San Andrés, en cambio, dice el especialista en meteorología Harold González, se sintió más bien un ‘coletazo’, aunque con vientos también muy fuertes: 200 kilómetros por hora.

El caso es que el archipiélago, ubicado al oeste del mar Caribe en el océano Atlántico, está considerado como zona de trayectoria de huracanes, y tras lo sucedido con Iota la lección es que se debe reconstruir con una infraestructura que se adapte a las nuevas condiciones del clima.

— Con el cambio climático, al aumentar la temperatura del mar, hay que decir también que los huracanes son una respuesta a esta situación, pues funcionan como mecanismo de enfriamiento de las temperaturas del océano. Al estar el agua más caliente, este mecanismo tenderá a activarse con mayor frecuencia para mantener ese equilibrio, por lo que el archipiélago debe prepararse desde ya para enfrentar nuevos e intensos ciclones - explica el profesor Yesid Carvajal Escobar.

En la reconstrucción de San Andrés y Providencia, asegura el Secretario para la Gestión del Riesgo de Cali, Rodrigo Zamorano, quien ha estado atento a la emergencia, el Ministerio de Vivienda apelará a diseños resistentes al viento que ya han sido probados en ciudades como Miami o Nueva Orleans, golpeadas con frecuencia por los ciclones. Se trata de construcciones diseñadas de tal manera que el viento no golpee la estructura, sino que pase por encima, o por debajo.

— El objetivo es desviar el viento, mas no resistirlo.
Al parecer, lo que más funciona son los diseños de estructuras circulares, por lo que el viento tiende a rodear o a discurrir alrededor, sin ejercer presión.

Cali y el Valle también deben prepararse, interviene el experto en mitigación del cambio climático e investigador del Ciat, Jeimar Tapasco.

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Según las proyecciones de las agencias meteorológicas, el fenómeno de La Niña continúa en su proceso de formación, por lo que se estima que en enero o febrero de 2021 se declare oficialmente. Eso en términos sencillos trae como consecuencia un descenso de la temperatura, que en Cali y buena parte de Colombia ya se siente, y el aumento de las lluvias.
En Cali, donde cada año llueve en promedio entre 900 y 1000 milímetros, se estima un incremento de alrededor de un 15% 0 un 20% de las lluvias debido a La Niña.

La mayor preocupación para el departamento, dice Jeimar Tapasco, es la zona plana, pues el riesgo de inundación aumenta, afectando por lo regular cultivos como el de la caña.

— Aunque va a ser muy difícil evitar alguna inundación con La Niña, se deben revisar desde ya los diques y los sistemas de drenaje; tratar de anticiparse a lo que va a ocurrir.

Otro de los cultivos que va a sufrir es el café, así como los frutales. Cuando hay mayor cantidad de lluvias, se disparan las enfermedades en los cultivos, así que se deben incrementar y optimizar los controles fitosanitarios. También se deben modificar los planes de fertilización, comenta Jeimar, para que los cultivos aprovechen mejor los nutrientes en días de aguaceros intensos.

Cali, por su parte, ya se está anticipando a La Niña, anuncia el Secretario de Gestión del Riesgo, Rodrigo Zamorano. Una de las medidas que se tomaron tiene que ver con la represa de Salvajina, actualmente con apenas el 26% de su capacidad, para regular el río Cauca en el momento que aumenten las lluvias.

Además, al ser Cali una ciudad plana, proclive a inundarse, se adelantó la limpieza de los sumideros y los canales, donde a diario algunos caleños arrojan entre 700 y 800 toneladas de basuras, escombros, colchones, camarotes. Según las cuentas de la Secretaría para la Gestión del Riesgo, el 60% de las inundaciones ocurren como consecuencia de esas basuras.

– No es que el río se le meta a la casa a la gente, sino que la gente se mete en el área de protección del río. Por eso lo más importante que hay que mirar para enfrentar La Niña es la conducta de los ciudadanos: barrer para adentro, no tirar escombros a la calle, no hacer lo que hacen algunos: sacar a la calle los colchones viejos a las 2.oo a.m.. Ese colchón puede tapar un sumidero, o represar el agua en las laderas, y ocasionar tragedias. Cada ciudadano debe tener su plan de contingencia sobre todo ahora, cuando ya llegaron las lluvias — dice Rodrigo Zamorano.

Siguen ayudas desde Cali para la isla

Rodrigo Zamorano, Secretario de Gestión de Riesgo de Cali, anunció que son 19 los bomberos de la ciudad que están en San Andrés y Providencia, apoyando las labores humanitarias tras el paso del huracán Iota. Se trata de 17 hombres y dos mujeres, que hacen parte del grupo especializado en búsqueda y rescate en estructuras colapsadas, y quienes regresarían a la ciudad este lunes, tras una semana en la isla, si el clima lo permite.

Igualmente, 22 expertos de Emcali se alistan para viajar en los próximos días, y apoyar las labores de restablecimiento de los servicios públicos tanto en San Andrés como en Providencia.

“No han viajado aún porque con el Ministro y el Viceministro de Minas y Energía estamos definiendo qué tipo de tuberías, plantas y demás infraestructura hay en el archipiélago, para determinar las herramientas y la tecnología que se debe llevar. La idea es que la gente que viaje sepa exactamente qué va a hacer”, dijo Rodrigo Zamorano.

De otro lado, la Alcaldía de Cali estableció una alianza con almacenes Único, para, en los supermercados con los que cuenta el centro comercial, abrir bahías donde las personas pueden comprar productos para ser donados a la población del archipiélago. Lo mismo se está haciendo en el almacén Éxito de La Flora, y almacenes La 14.

“En estos supermercados tenemos una especie de guía de lo que se puede donar y lo que no. Sin energía, es complicado preparar alimentos. Se necesitan entonces donaciones de enlatados, leche en polvo, azúcar, atún”, comenta Zamorano.

No se recibirán alimentos perecederos, ni leche, ni medicamentos, ni tampoco ropa usada.

Hasta el momento, la Unidad Nacional para la Gestión del Riesgo de Desastres (UNGRD) ha entregado 1.652 kits alimentarios, 320 kits de aseo, 28 kits de cocina, 6.000 kits de bioseguridad, 270 colchonetas, 8.976 litros de agua, 500 raciones de campaña, 360 carpas y 6.000 linternas, entre otros elementos.