El sargento de la Armada de Colombia, David Antonio Taborda Vega, dice que el fútbol es una pasión tan extrema, que a su segundo hijo le puso el nombre de un equipo: Mánchester. El sargento sonríe. La mayoría de los jugadores de la Selección Colombia de Fútbol de Amputados que disputan la Copa Mundial en Estambul, Turquía, mencionan su nombre. Es, dicen, uno de los fundadores del fútbol de amputados en el país. El sargento asiente. Nació el 17 de junio de 1976, en Barranquilla. Como su mamá lo tuvo muy joven, se crio con sus abuelos maternos. Su infancia transcurrió en la cancha del barrio La Magdalena, jugando en un equipo que duda que aún exista: ‘Los once criollos’. Cuando se graduó del bachillerato quiso seguir la carrera militar, como uno de sus tíos. El 25 de mayo de 1995 ingresó a la Infantería de Marina. Doce años después perdería la pierna derecha. – Ocurrió el 18 de junio de 2007, un día después de mi cumpleaños 31. A eso de las 3:00 a.m., en un acto del servicio militar, la camioneta en la que iba se fue a un abismo entre Los Montes de María y San Cayetano, Bolívar. Tuve un aplastamiento de la rodilla derecha. Lea además: Impuesto a las bebidas azucaradas: una propuesta urgente para la salud que no termina de convencer
Al sargento lo amputaron arriba de la rodilla. Lo supo superar pronto. Como los jugadores de la Selección Colombia de Amputados, hace bromas de su condición física y sus stickers de WhatsApp son por lo general de personas con prótesis haciendo gestos graciosos. Cuando lo saludé por primera vez, el sargento, que lleva un corte de cabello militar, rapado, me dijo enérgico: “Estoy muy bien, mocho, pero vivo”. Después de su rehabilitación, y de practicar boxeo, una comadre en Barranquilla le mostró una crónica del periódico Qhubo en la que se narraba que un grupo de amputados se reunían a jugar fútbol los sábados de manera recreativa. El deporte como terapia colectiva, punto de partida para una nueva vida. El sargento pensó, “eche, qué bacano”, y los contactó. La mayoría de los integrantes del equipo eran militares víctimas de minas antipersonas. Estaban los soldados Henao, Romero, Beltrán, Sánchez y un jovencito, Luis Cassiani, que se perfilaba como futbolista profesional antes de perder la pierna izquierda en un siniestro vial. El sargento David se les unió y meses después fundó el que sería el primer club oficial de fútbol de amputados del país: Todos Somos Colombia. La cancha de cemento donde comenzó todo se llama Cancha de Los Periodistas y está ubicada en el barrio El Carmen de Barranquilla. Sin embargo, en la ciudad la conocen con otro nombre, a lo mejor un símil alusivo a las metidas de pata de los reporteros: cancha Los Burros.
*** El profesor Édgar Blanco Acevedo es el actual director técnico de la Selección Colombia de Fútbol de Amputados que disputa la Copa del Mundo en Estambul. A través de Zoom, aclara que también es kinesiólogo, masajista, psicólogo, presidente de la Asociación Colombiana de Fútbol de Amputados y vicepresidente de la Confederación Suramericana. Édgar nació hace 67 años – es barranquillero, lleva una camisa negra con visos amarillos, los colores encendidos de la costa – y, como sus múltiples cargos en la Selección, se ha dedicado a distintos oficios. Es licenciado en educación física y entrenador desde hace tres décadas. Tiene una especialización en administración deportiva y cultural. Lidera el Carnaval Popular de La 44 en Barranquilla y fue director de deportes de la Universidad Autónoma del Caribe. Allí, en su oficina, se encontró con el fútbol de amputados. Un exalumno suyo, Guillermo Cepeda, se anunció con su secretaria. Édgar lo hizo seguir y se percató de que le faltaba una pierna. Cepeda le contó que se había accidentado en su moto – una tractomula lo arrolló – pero que seguía jugando fútbol con un grupo de amigos: el equipo Todos Somos Colombia del sargento David Taborda. Édgar se interesó y terminó apoyando la organización de cuatro torneos nacionales de fútbol de amputados. Después lo buscaron para interceder ante los gobernantes del Atlántico: el equipo del sargento David había sido invitado para asistir a México a representar a Colombia en el Mundial de 2018, pero necesitaban apoyos. Édgar consiguió algunos patrocinios y viajó con la delegación. Era el segundo mundial de Colombia. El primero también había sido en México, cuatro años antes. Teletón donó los pasajes. El técnico era un cabo segundo de la Infantería de Marina que quedó en la historia como el primer entrenador oficial de una Selección Colombia de Fútbol de amputados: Eduardo Jiménez. El preparador físico fue Sergio Mendoza, del Cuerpo de Bomberos de Barranquilla.
En México, Édgar conoció a los dirigentes de la Federación Mundial de Fútbol de Amputados (la WAFF, por sus siglas en inglés) y tras ese segundo mundial en el que Colombia hizo un buen papel (fue eliminada por España) lo invitaron a liderar no solo la Selección, sino la consolidación del fútbol de amputados en el país. Ya se conformaron clubes oficiales en Bucaramanga, Bogotá, Cúcuta, Barranquilla, Cartagena y próximamente uno más en Cali. Cuando termine la Copa del Mundo de Turquía el 10 de octubre, dice Édgar, uno de sus retos será conformar los clubes femeninos. Tiene una base de 27 jugadoras. A una de ellas su esposo, borracho, le mutiló una pierna con un hacha. Édgar está seguro de que el fútbol de amputados es un espejo de lo que nos pasa como nación. Ya lo dijo Jorge Valdano: “el fútbol no es la vida, pero es un gran simulador”. Para clasificar al Mundial de Turquía se disputó una eliminatoria en Salgar, Atlántico. La gobernadora, Elsa Noguera, quien tiene una discapacidad física - desde niña fue diagnosticada con una sobre calcificación que hace sus huesos sean débiles – patrocinó el torneo, así como empresas privadas como SuperGiros. Colombia goleó en su último partido a Perú 6-0, y logró el cuarto cupo al Mundial, al que clasificaron los de siempre: Brasil, Argentina y Uruguay. – Brasil, así sea en una pierna, sigue siendo Brasil – bromeó Alfonso Visbal, uno de los arqueros de la Selección Colombia, y figura en el partido contra ‘La Canarinha’. Pese a que Colombia perdió, atajó 14 balones que iban para la red. Ahora, ya en Turquía, dice Édgar muy serio, el objetivo de la Selección es el título, dar resultados, ser noticia, llamar la atención del Estado y la empresa privada para impulsar una liga nacional de fútbol de amputados en un país donde, según el Ministerio de Salud, un millón y medio de ciudadanos tiene alguna discapacidad física a causa de los siniestros viales, la diabetes, el cáncer, la guerra. Según la organización Acción Contra Minas Antipersonales, en Colombia se han registrado, desde 1990, 11.140 víctimas de estos explosivos, entre ellas 6.870 de la Fuerza Pública y 4.270 civiles. – Para llegar al Mundial de Turquía, la gobernadora Elsa Noguera nos apoyó con los 18 tiquetes y los uniformes de competencia. El Concejo de Barranquilla hizo una colecta para pagar la inscripción al torneo, 5.000 dólares. Estuvimos en un entrenamiento del Junior donde nos dieron los zapatos con los que juegan la liga colombiana, un gesto muy hermoso, y el delantero Carlos Bacca se comprometió a donarnos los bastones de competencia. SuperGiros nos apoyó con el uniforme de presentación. En el Atlántico nació el fútbol de amputados y es la región que más apoyo brinda. Pero seguimos tocando puertas para consolidar una liga nacional de cara a lo que se está trabajando a nivel internacional: que el fútbol de amputados sea un deporte paralímpico – dice Édgar.
*** La leyenda cuenta que el fútbol de amputados nació en 1982 en Seattle, Estados Unidos, y quienes lo practicaban no eran futbolistas: era un entrenamiento de esquiadores con discapacidad durante los meses de verano para mantener la forma física. Pero el fútbol es el deporte de las masas y la adaptación se volvió popular, sobre todo en los países donde la guerra dejaba un gran alto número de mutilados, como Colombia. Las reglas son sencillas: los equipos los conforman siete jugadores, incluido el arquero, que solo puede atajar con un brazo y no puede salir de su área. Los jugadores de campo juegan en muletas o bastones, que se consideran extensiones de sus manos, luego no pueden tocar el balón con ellas. Los saques de banda se hacen con el pie . Los partidos duran 25 minutos cada tiempo, con diez de descanso. La Selección Colombia de Amputados juega sus primeros tres partidos en la Copa Mundo de Turquía en tres días consecutivos: debutó el 1 de octubre contra México; este 2 de octubre se enfrenta a Japón y al día siguiente a Alemania. El capitán del equipo es Candelario Donado Sierra. Nació hace 37 años en Guacamayo, Bolívar, y soñaba con ser jugador de fútbol profesional. El plan era graduarse del colegio e ir a Barranquilla a “probar”. Sin embargo, cuando tenía diez años, una serpiente se atravesó en su camino. Le mordió la pierna izquierda. Era domingo. Su mamá tenía una guardería, y el cilindro de gas para cocinarle a los niños al día siguiente se había acabado. Entonces Candelario, su hermano, su mamá y un vecino, después de jugar fútbol en la mañana, salieron en busca de leña. Al regreso, por uno de los caminos angostos del bosque, apareció una mapaná, una serpiente cuyo veneno contiene una mezcla de alrededor de 50 sustancias. El médico más cercano para tratar la mordedura estaba a tres horas en chalupa por el río Cauca, así que los padres de Candelario acudieron a los curanderos del pueblo. Con el transcurso de los días la pierna comenzó a oler mal. Fue cuando un amigo de su mamá, médico, que llegó a Guacamayo, dijo: “si no lo llevan ya al hospital de Magangué, Candelario se muere”. La gangrena había llegado al hueso de su pierna izquierda, por lo que no había otra alternativa que amputar.
La Asociación Colombiana de Fútbol de Amputados tiene como objetivo conformar la primera Liga de Fútbol de Amputados en el país, y los equipos femeninos.
17 años después, Candelario se encontró en una calle del centro de Barranquilla con el sargento David Taborda, quien lo invitó a unirse al equipo Todos Somos Colombia. Ahora juega para Leones del Atlántico. – Cuando me amputaron la pierna pensé, ‘ajá, no voy a cumplir el sueño de ser futbolista’. Pero Dios siempre tiene algo preparado. Ya he participado en una Copa América en 2015, en México, donde quedamos terceros, fui goleador. En 2018 representamos a Colombia en un mundial, también en México, y entramos a cuartos de final, perdimos con España por penales. Para mí el fútbol de amputados significa haber encontrado mi lugar en el mundo. Para mi familia y para mi pueblo soy un orgullo, están pendientes de los enlaces de Internet donde se transmiten los partidos – dice Candelario, admirador de Falcao y Ronaldinho. El arco de la Selección lo custodia Alfonso Alejandro Visbal. Nació en Cúcuta y desde niño fue portero. Integró la selección Norte, en Santander, disputó el Pony Fútbol, un mundialito en Caracas, torneos infantiles por todo el país, incluso alguna vez entrenó en el Junior de Jorge Luis Pinto. Alfonso, sin embargo, sufrió una lesión a la que no le puso atención: se cayó sobre el codo, se le dislocó el brazo, y en ese momento aprendió a ubicarlo donde debe ir. Cada que se le salía el hombro tras la caída, se lo acomodaba de nuevo. A veces hasta cambiándose una camiseta le sucedía, o manejando carro. Alfonso compite en carreras de cuarto de milla. Varios años después de la lesión, cuando le comenzaron los dolores intensos en el hombro, decidió ir al médico. Le diagnosticaron cáncer. El 2 de septiembre de 2017 le amputaron su brazo derecho.
Lea también: Donación de órganos: el amoroso acto de salvar vidas a través de la muerte Alfonso tomó la noticia con tranquilidad. Incluso, como un alivio. Pudo volver a dormir de un tirón, sin dolor. Actualmente es el entrenador de arqueros del Real San José City, un equipo de la Primera C en Cúcuta, trabaja para el Instituto Municipal para la Recreación y Deportes, tiene una escuela de formación y un local de ropa deportiva. Uno de sus referentes es un amigo de infancia, el arquero de Santa Fe, Leandro Castellanos. Cuando terminaba la pandemia del coronavirus, y ya se había recuperado de una intervención en el pulmón – el cáncer hizo metástasis, por lo que a Alfonso le debieron hacer una lobectomía– se enteró que se estaba organizando un micro ciclo para elegir el equipo que disputaría la eliminatoria en el Atlántico para el Mundial de Fútbol de Amputados en Turquía. No conocía a nadie en el equipo, así que se fue hasta el terminal de Cúcuta y compró un tiquete de bus para Barranquilla. Allá se le presentó al profesor Édgar Blanco. Después de verlo atajar, el profesor no dudó en convocarlo. Cuando Alfonso regresó de la eliminatoria, con la clasificación en el bolsillo o mejor, en sus guantes, fundó el Club Deportivo de Amputados de Cúcuta. E hizo historia: el fútbol de amputados se juega sobre todo en canchas de barrio. Alfonso logró organizar por primera vez un partido preliminar en el estadio General Santander, ante 20 mil aficionados. – Eso es lo que buscamos, que el deporte, el fútbol, dignifique a las personas con alguna discapacidad física, que no se detenga la vida por ello, que encontremos un lugar en la sociedad a través del deporte. Porque muchas personas con discapacidad física no tienen empleo, no tienen recursos, y el fútbol es una manera de abrir esas puertas. Y es una motivación. Para uno, que ama este deporte, tener la oportunidad de volver a sentir esa pasión, es muy importante. Estar en la Selección Colombia es un orgullo, el sueño de niño realizado. Muchos nos ven en la calle como ‘pobrecitos, les falta un brazo, una pierna’, dicen, pero cuando nos observan jugando cambia la perspectiva – dice Alfonso. Surge la admiración.
Admiración es lo que despierta en Filandia, Quindío, el soldado Jorge Miliciades Henao García, defensa de la Selección Colombia de Amputados. Aunque Jorge nació en Alcalá, Valle. Dos años después sus padres se trasladaron a Salgar, Antioquia, y de allí la familia debió salir a la madrugada con la ropa empacada a la carrera en cajas de cartón. La guerrilla decía que una familia de siete hermanos tendría que ‘aportar’ por lo menos dos a la guerra. Los Henao huyeron a Pereira. Años después Jorge se presentó al Ejército. Soñaba con la carrera militar, ayudar a los demás. Pensó que no lo aceptarían por ser hipoglicémico. Pero era tal su entusiasmo que le dijeron sí. Pese a la delgadez de su cuerpo, cargaba un equipo de 60 kilos con el que podía caminar hasta 12 horas por dos de descanso. Era operador de ametralladora. En un combate en Miranda, Cauca, perdió su pie en un campo minado. Jorge dice que fue un combate similar a la película ‘Lágrimas del Sol’. La historia es larga y épica, como la película. El caso es que él, empapado después de haber estado atrincherado en un páramo, pisó una mina. Al principio pensó que habían sido sus compañeros de adelante. Cuando Jorge se paró después de que la explosión lo lanzara seis metros, intentó caminar. No pudo. Supuso que era a causa del mareo que le había causado el estruendo. “Caminaba como borracho”. Cuando se miró, vio que le faltaban algunos dedos de su mano izquierda. También le faltaba el pie izquierdo. Le dio un extraño ataque de risa. Enseguida se arrastró por el campo minado, tanteando el camino para no tocar otro de esos explosivos, hasta que se puso a salvo. Unos meses después conoció al sargento Taborda e integró el equipo que disputó el Mundial de México en 2014. A su regreso a Filandia, empezó a entrenar en la escuela del exjugador de fútbol Elkín Murillo. Jorge era ejemplo de vida para los niños de la escuela, el fútbol de amputados como una manera de inculcar valores, enseñar a no quejarse de las nimiedades que nos suceden en el día a día, seguir adelante, enseñar, también, a aceptar lo que nos pasa y, pese a eso, hasta reírse. Los jugadores de la Selección Colombia de Fútbol de Amputados aseguran desde Estambul que si se coronan campeones del mundo, saltarán en una pierna.