Shimon Hayut no es el único estafador de Tinder. El israelí, que se ha hecho famoso gracias al documental de Netflix, que narra cómo se hacía pasar por un magnate de los diamantes con una vida repleta de lujos y seducía mujeres que contactaba por aplicaciones de citas para después robarles millones de dólares, tiene una ‘versión’ colombiana de la que por el momento se sabe poco.
Apenas que robó las fotos de Instagram de un apuesto veterinario de la costa, Damian José Manco, creó con ellas perfiles en Tinder y Badoo con el nombre de Juan Fernando Moreno, encantó a mujeres a las que después intentó estafar y su última ubicación la compartió en tiempo real durante un par de minutos: un predio cercano a la cárcel Las Heliconias de Florencia, Caquetá. Esta es la historia en la voz de —algunas— de sus víctimas.
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Carolina Marín Ruiz
Ingeniera de sistemas y propietaria de una pastelería en Manizales
Hace unas semanas, un sábado por la noche, tenía ganas de tomarme una cerveza y no tenía con quién salir. Mi círculo social es muy reducido, así que instalé Tinder. Tuve un par de ‘matchs’ (darle me gusta a un perfil y recibir uno de vuelta) pero no conecté con nadie y al otro día decidí desinstalar la app.
Sin embargo, ese domingo tuve un ‘match’ de una persona que se hacía llamar Juan Fernando Moreno. Me dijo que tenía 36 años, pero que no estaba en Manizales. No le vi problema, me parecía interesante conocer gente para charlar. Me dijo que estaba en Puerto Berrío, Antioquia, que era agrónomo, que había estudiando en Texas, y su descripción en Tinder me llamó la atención. Yo soy muy honesta, y él se presenta en su perfil así: “soy honesto, temeroso de Dios, NO BUSCO SEXO CASUAL”, en mayúsculas… lo que toda chica está buscando. Entonces le dije: qué rico encontrar una persona honesta, porque estas plataformas se prestan para todo. Ya me ha pasado, hombres que dicen que son solteros y están casados.
Cometí un error, tal vez por la confianza que me generó. Le dije que iba a desinstalar la app, y le di mi número de celular. Él me escribió súper caballeroso, y empezamos a hablar. Me pareció sospechoso que no tenía interés en preguntarme sobre mí, sino que todo el tiempo hablaba de él. Dijo que vivía con su papá, y fue muy enfático en contar que su papá era ya muy mayor, que él lo cuidaba porque había sido operado a corazón abierto, que tenía marcapasos. También dijo que tenía dos fincas con equinos y producción de lácteos y carne.
Pronto me empezó a llamar todos los días, a dejarme mensajes, canciones, me hablaba muy bonito. Emocionalmente no me involucré, pero me gustaba mucho su atención.
Un día comentó que quería venir a verme a Manizales. Me parece pronto, le respondí, pero él, respetuoso, dijo que si no estaba de acuerdo, entendía, y yo, inocente, le dije: ‘no te lo tomes mal, si quieres, vienes’. Le sugerí que reservara un hotel cerca de donde vivo. Respondió que al llegar miraba dónde se quedaba. Eso me pareció extraño. Tampoco pudimos tener una videollamada, decía que en la finca no tenía señal, y lo más curioso es que no evadía la videollamada, pero cada que lo intentábamos, no sé cómo lo lograba, su celular se quedaba reconectando. Yo pensé: es que el man vive en el monte.
Lo otro que me pareció sospechoso es que no tenía redes sociales. Me explicó que la novia le había sido infiel con uno de sus mejores amigos, que se sentía traicionado y que por eso las había cerrado. De resto, todo parecía demasiado bueno para ser verdad, y se lo dije. Él, con su psicología inversa, casi me manda a terapia. Me decía que tenía un problema de autoestima, ¡que yo creía que no me merecía un hombre como él!, y me hacía dudar.
Cuando dijo que venía para Manizales empezamos a conectar más. Esos días estuvo muy intenso, de hecho es muy intenso, las otras personas que tuvieron contacto con él me cuentan que es el mismo modus operandi.
El día que iba a ‘venir’ a Manizales me escribió a las 5:00 a.m. Dijo que debía pasar por la barbería, y hasta me mandó la foto saliendo de la peluquería. Yo estaba muy desconfiada. Le escribí: mándame tu ubicación en tiempo real para saber que vienes bien. Era una manera disimulada para saber que sí venía. Nunca me mandó nada.
Hora y media después me llamó. Como si tuviera los tiempos de viaje muy bien calculados. Me dijo que acababa de pasar por La Dorada, que estaba haciendo un calor horrible, que tenía muchas ganas de abrazarme. Yo le creí. Después me llamó de nuevo, y me dijo que había pasado Fresno y que lo habían parado en un retén. Ahí sospeché: esto es una estafa. No puede ser que el man que se interese en mí sea un ladrón, eso daña la autoestima.
Me aseguró que lo había parado el Ejército y que en la camioneta encontraron el arma del agregado de la finca, sin papeles. Que le pedían $3.000.000 para dejarlo ir. Él no me pedía plata directamente. Me dijo, hermosa, tengo $2.125.000 en efectivo. Llama a mi papá porque no me contesta, le cuentas lo que me pasó, para que me transfiera $875.000 al número de cuenta que me dieron acá, porque no tengo señal para hacerlo desde mi cuenta bancaria.
Yo anoté todo, aunque intuía que era una estafa. Igual llamé al supuesto papá y nadie contestó. Hay una manipulación desde el
primer día: él me repetía que el papá había pasado por varias cirugías de corazón, y por eso no podía tener emociones fuertes, entonces cuando me dice que llame al papá pues claro, en el fondo me está diciendo no lo llames porque se puede morir. Es una manipulación muy bien montada.
Me llamó al rato y me preguntó si me había comunicado con el papá y le dije que no había contestado. Le propuse que llamara al agregado, es más fácil. El tipo supuestamente tenía muchos trabajadores. Mandaba videos todo el tiempo de caballos, de ganado, con la voz de él, siempre de manera muy sutil mostrando que era muy rico, algo que no me importaba.
Pero claro, ¿quién va a pensar que alguien millonario le quiera robar? En una ocasión me mandó un video en su carro enfocando en primer plano el logo del timón de Toyota, lo que me pareció innecesario y hasta de mal gusto. Después supe que el ganado que aparece en los otros videos no es de Colombia, sino de Brasil.
Tinder recomienda no enviar dinero (sobre todo, no a través de una transferencia bancaria) "aunque la persona diga estar en una emergencia".
En total ese día en el que ‘venía’ para Manizales me llamó seis veces, entre las 2:30 p.m. de la tarde y las 4:00 p.m. Cuando me llamaba, al fondo, se escuchaba un radioteléfono de la Policía, pero noté que en el radio siempre decían lo mismo. En otra llamada puso su voz de desesperado, y le dije: ‘la única alternativa que te puedo dar es que si tienes ese dinero en tu cuenta, dame tu número y tu clave y yo te transfiero a la cuenta que me estás dando’.
Cuando me respondió, me dio rabia, porque que subestimen mi inteligencia me ofende. Yo, siendo ingeniera de sistemas, me dijo que no se podía porque su cuenta era de alta seguridad y estaba ‘encriptada’ en su teléfono.
Faltando 5 minutos para las 4:00 de la tarde me hizo otra llamada, y lo sentí muy distinto, nada caballeroso. Se le salió el ‘ñero’. Me dijo que le transfiriera los $875.000 y que después no solo me pagaba, sino que me daba $500.000 más. Le dije que mejor le llevaba la plata en efectivo donde estuviera, a ver con qué salía. Dijo que estaba en Fresno, después de la autopista, y la carretera entre Fresno y Manizales no es ninguna autopista, es un polvero horrible.
Una hora después me mandó un mensaje: ahí tienes la ubicación que querías. Estaba en Florencia, Caquetá, muy cerca de la cárcel Las Heliconias. Yo me quedé abrumada. Pensé: ¿en qué momento me metí en esto? Sentía que no valía nada. Esa semana, en la pastelería, le había horneado una torta. Me sentía una tonta.
Sin embargo, decidí perder la dignidad del todo porque es muy vergonzoso contar que te iban a estafar después de haber conocido a alguien en Tinder. Primero traté de hacer la denuncia en la Policía por internet, llené un formulario larguísimo, y cuando lo envié salió un error y decidí no volver a llenar eso. Si las autoridades quisieran, pudieran encontrar al estafador. El tipo se comunica del 313 - 3234934. Y me había dado una cuenta de ahorros para consignarle. Solo es rastrear esos datos.
Pero ante la dificultad de hacer la denuncia, la publiqué en mis redes, aunque sabía a lo que me exponía. La gente es poco empática con estos casos: eso le pasa por perra, por calenturienta, cantidad de cosas me han escrito. Pero yo pensaba: que nadie más pase por esto, porque debe estar haciendo lo mismo con un montón de mujeres.
Con mi denuncia varias mujeres que vieron las fotos me escribieron: ¡me sucedió igual con el mismo tipo! Y alguien contactó a Damián, un veterinario al que el estafador le robó las fotos de su Instagram, un hombre muy churro, para advertirle lo que está sucediendo.
Damián José Manco
Veterinario – Zootecnista
Yo vivo en la costa. Hasta ahora me entero por la denuncia de Carolina que hay un estafador usando mis fotos. Me mantengo muy ocupado trabajando en veterinaria con el Estado y no tenía ni idea de esto, pero cuando empecé a leer en redes sociales lo que se decía, me preocupé.
Carolina fue muy clara al decir que las fotos son mías, pero que no soy el estafador, utilizaron mis imágenes, y mucha gente no lee bien y me han hecho comentarios muy fuertes. Eso me preocupa, porque uno se puede encontrar un loco en cualquier esquina.
Como soy veterinario, y mi papá fue ganadero, tengo muchas fotos en la finca, y es el tipo de fotos que el estafador manda. También usaba fotos viejas de mis estados.
Creo que esta historia debe servir tanto a mujeres como a hombres, porque uno no puede confiar en una persona por una foto, por favor. ¿Cómo le consigan dinero a una persona sin conocerla? No se debe actuar a la ligera. Y yo no tengo Tinder ni estoy en ninguna aplicación de citas.
Al parecer, el estafador viene haciendo esto desde hace mucho tiempo. A raíz de lo que publicó Carolina, buscando en mi Instagram, hay una opción de chats que quedan en el buzón de personas que no sigues. Revisando ese chat, veo que me han escrito tres mujeres que me dicen que el mismo tipo las ha intentado estafar, se inventa la película de que es muy rico, pero después les dice que tiene un inconveniente grave, para sacarles dinero. Por mi parte, ya hice la denuncia ante las autoridades.
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Andrea
Ingeniera agrónoma
A mí me contactó alguien con las mismas fotos con las que contactaron a Carolina. Se hacía llamar también Juan Fernando Moreno. Todo sucedió en mayo de 2021, por una app que se llama Badoo. Solo que a mí me dijo que vivía en Rionegro, y que tenía un rancho en México.
Aseguró que era ingeniero agrónomo, pero que trabajaba en veterinaria, lo que me pareció raro. De hecho, estuve averiguando por granjas de caballos o de ponis en Rionegro, porque me decía que tenía ponis, y no encontré nada.
Su perfil en Badoo estaba sin verificar. Él hizo ‘match’ conmigo, y enseguida eliminó el perfil; supuestamente porque me quería conocer solo a mí.
Hablamos más de una semana. Me trataba de una forma muy especial, que me gustaba. Era adorable. Hasta que unos días después me intenta estafar. Me dice que está en México, y que uno de los trabajadores iba en un camión a dejar unos ponis, pero que se había quedado varado y los ponis podían morirse en la carretera.
Según su historia, necesitaba un mecánico que le cambiara un repuesto, pero el señor no tenía una cuenta bancaria para consignarle el dinero. Me dijo que si me podía consignar a mí, para que yo le hiciera un giro en una empresa de chance.
Alguna vez trabajé en un banco y sé que a uno le pueden hacer una consignación que se vea reflejada en la cuenta, pero puede tratarse de una operación sin fondos.
Y se me hizo muy raro que me pidiera un favor así cuando ni siquiera nos habíamos visto. Me pedía $1.800.000. Por esos días me acababan de pagar el sueldo y la prima de mitad de año.
Le dije que no me insultara la inteligencia y lo bloqueé de inmediato. Además, había leído en el periódico una noticia de una estafa similar a una mujer a la que habían contactado por Tinder.
El perfil no lo pude denunciar en Badoo porque ya lo había cerrado. Pero fue un error haber aceptado hablar con alguien que no tenía el perfil verificado. Cuando uno verifica esos perfiles, te piden que te tomes una foto en tiempo real para que la app haga una comparación biométrica con la foto que subes. Era evidente que el estafador no era el de las fotos. El tipo era supuestamente paisa, pero pensándolo bien su acento era fingido.
Quedé tan aburrida, me sentí tan estúpida… Me dio muchísima pena y solo le conté a mi mejor amiga. Con los meses te da risa lo que pasó, pero en el momento, sentirse tan engañada, perder el tiempo con alguien que no existe, es horrible. Y cuando se denuncia públicamente la gente es muy cruel, por eso pido que no se publique mi apellido.
La recomendación al usar estas apps es siempre hacerlo con personas que tengan el perfil verificado, y estar muy alertas. Como dicen las mamás: ‘de eso tan bueno, no dan tanto’. Una persona tan especial y encantadora desde el principio no es real.
Óscar Díaz
Psiquiatra. Hizo parte del equipo que atrapó al asesino Luis Alfredo Garavito.
Los estafadores tienen la característica de venir de hogares disfuncionales, situaciones bipolares en las relaciones de los padres donde el uno miente, el otro se somete, lo que va dictando su crecimiento y desarrollo. Estas personas comienzan a mostrar su sintomatología alrededor de los 14 o 15 años, cuando empiezan a socializar. Es la etapa donde empiezan a mentir, a engañar.
Una de sus características evidentes es que son encantadores, agradables, simpáticos, así no sean atractivos físicamente. Cuando este tipo de personas identifican a alguien del que pueden obtener algún tipo de beneficio, ya sea económico, o social, ilusionan a la persona, comienzan a hacer una especie de encantamiento.
No les importa lo que pueda sentir la víctima una vez logra lo que quiere, porque otra de las características de los estafadores es un desprecio absoluto por los sentimientos de los demás.
Por lo regular buscan personas solas, con necesidad de afecto (las estudian previamente) para después seducirlas. Las víctimas creen que cogieron el sol con las manos, que esa carencia de afecto es llenada por ese hombre o esa mujer locuaz, simpático, divertido, cariñoso, que les dice lo que quieren escuchar.
Hasta que el estafador siente que no puede sostener más esa relación, siente que debe tomar lo que quiere y huir, y es cuando dice que está en peligro, que lo pueden matar, o que tiene a alguien enfermo, en fin, pide ayuda por situaciones extremas, y como se ha mostrado como el personaje adecuado, las víctimas acceden a sus peticiones.
Y no toleran la frustración. Si no les dan la plata, o lo que pidan, terminan explotando y se muestran muy distintos. Intentan generar culpas en el otro, y terminan siendo agresivos.
La persona que se muestra como la última Coca Cola del desierto es una señal de alerta de que algo no está bien. Tanto encanto que aparenten ofrecer no dura mucho; es apenas una fantasía.
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Los otros peligros de las apps de citas
Los usuarios de aplicaciones como Tinder y Badoo coinciden en que estas herramientas de socialización no se deben satanizar. No son pocos los que han encontrado su media naranja, se han casado, tienen hijos, hicieron amigos o hasta consiguieron trabajo por estas plataformas.
“Como asesor de marcas debo evaluar estas herramientas, y no son pocas las empresas que están usando Tinder como un canal de comunicación para ofrecer productos y servicios, un ‘market place’ del relacionamiento”, dice Fernando, experto en transformación digital y profesor universitario, y quien de hecho conoció a su esposa por esta aplicación (pide que no se publique su apellido).
Sin embargo, como en la calle, al relacionarnos socialmente en estas aplicaciones se debe tener cuidado. Olga Guarín, empresaria antioqueña, propietaria de Glamping Pigmalión en Medellín, asegura que aunque en Tinder conoció a uno de sus grandes amigos, dejó de usar la app por situaciones que le parecieron peligrosas.
Acosos, gente que acaba de conocer y que le decía que tenía a la mamá enferma, o el niño hospitalizado, para que les ‘prestara’ plata, mujeres que usan la app también para sacarles dinero a los hombres de formas más sutiles.
Adicciones y atracos, son otros de los peligros de las plataformas de citas. Como en la calle, se debe ser precavido.
“No soy de las que usa este tipo de aplicaciones con frecuencia porque me parece peligroso, pero también conozco gente que le ha ido muy bien. Pero no todo el mundo tiene la misma suerte”, dice Olga.
Camilo, un médico, usuario asiduo de Tinder hace unos años, advierte que es una app que puede generar adicciones, como en su caso. “Conocí muchas mujeres, tuve muchas salidas, relaciones, y se vuelve como un vicio, como una necesidad de estar mirando a ver quién llegó, con quién sale, y llega un punto que se vuelve tan adictivo, que toca mermarle a eso”, dice.
Y añade: “En mi caso, por mi estilo de vida, que me la paso en una clínica en turnos de más de 12 horas, Tinder era una forma de socializar. Bien manejada es una buena herramienta. En mi caso ya no la uso. Se ha perdido la magia, el encanto. Le hablas a alguien y te dice que te vende el contenido sexual, o que el encuentro vale tanto. Se ha perdido la naturaleza de la app, el cortejo, la conquista”.
Una de las recomendaciones de seguridad cuando se empieza a conocer a alguien por Tinder, es mantener las conversaciones por la app, y no entregar los contactos personales.
Los atracos son otro de los riesgos que se asumen al navegar por una app de citas. Hace unos años le sucedió a un profesor colombiano radicado en Estados Unidos, quien pidió no ser citado con su nombre.
Durante unos días conversó con una rubia que conoció en estas redes. Un par de semanas después concretaron una cita. Ella le pidió que la visitara en su casa. Cuando el profesor entró, lo recibieron tres hombres, uno de ellos con una peluca rubia. Le quitaron la billetera. Apenas había dos dólares, “los de la suerte”. El profesor pidió que no se los quitaran, eran un regalo de su mamá.
Los asaltantes entraron a un cuarto mientras el profesor salió disparado de la casa. Enseguida les escribió que por favor le devolvieran los documentos. Los tipos tiraron la billetera a la calle. Al parecer, les tomaron fotos a las tarjetas de crédito, e hicieron varias compras: pagaron los servicios, un mercado, recargaron el celular.
El banco, por fortuna, reconoció que se trató de un fraude.