Por qué pese a la pandemia del coronavirus y las recomendaciones de los científicos de no aglomerarse, en Cali hay muchachos que pareciera que deben salir a rumbear sí o sí?
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Álvaro Javier Vallecilla me comparte un video por WhatsApp. En primer plano un joven sudoroso simula tener un micrófono imaginario mientras canta a todo pulmón una canción de Mickey Taveras. Sigues dentro de mi pecho y vivo recordando; cuando pienso en ti yo siento que te estoy amando.
El plano se va abriendo, se ven muchachos que intentan cubrir su rostro para evitar aparecer en cámara, y cuando el plano se abre del todo se observa a decenas de jóvenes apretujados, muchos abrazados, y cantando con el alma el resto de la canción.
Yo no sé quién me amó, qué habré dicho no sé, y es entonces que entiendo se mide el amor cuando acaba el placeeer.
Pese a que es tanta la gente aglomerada que no es posible dar dos pasos sin pedir permiso, y nadie lleva tapabocas, Álvaro me dice que con el video pretende aclarar lo que se dijo: que en la Colonia Nariñense del Distrito de Aguablanca de Cali armaron una rumba de 500 personas para celebrar el Día del Padre, pese al toque de queda que impuso la Alcaldía.
Lo de la fiesta es cierto, por supuesto, pero según las cuentas de Álvaro, quien estudia ingeniería de sistemas como beneficiario del programa Generación E y trabaja descargando camiones que transportan lechuga, no eran 500 las personas reunidas sino, “máximo, máximo” 200.
— Lo que pasa es que La Colonia Nariñense es una invasión de calles estrechas y por eso se ve tanta gente aglomerada. Pero si hubieran ido 500, la Colonia colapsa.
Le comento que el número de asistentes es lo de menos, porque sean 500 o 200 el riesgo de contagiarse con el coronavirus y expandir la pandemia es alto, a lo que responde que ya reconocieron ante la Alcaldía y ante la ciudad que se equivocaron al organizar algo así en los días del Covid -19.
— La convocatoria se hizo por Facebook, y uno, por WhatsApp, les avisa a los amigos. Así fue corriendo la información: “hay rumba en La Colonia”. Es una celebración a la que le decimos ‘Tardes salseras’. Se hizo aprovechando los tres puentes festivos seguidos. Fue una unión de barrios, ya que este sector era muy peligroso, había fronteras invisibles, nadie creía en nosotros. Entonces, para mostrar otra cara en el Día del Padre, y como afrocolombianos que somos, que nos gusta el baile, armamos la celebración y fue llegando gente desde distintos barrios que antes, por las fronteras invisibles, no llegaba: Potrero Grande, El Vallado, El Retiro.
—¿No se paga ninguna entrada?
— No. Se coloca un parlante y suena salsa y se baila y se goza en la calle. Ese es nuestro lema. Se toma viche y las bebidas del Pacífico, y se come empanadas. Todo se le compra a las señoras de la Colonia. Se genera una economía con esas ‘Tardes Salseras’. No hay riñas y le puedo asegurar que los conflictos entre las pandillas se han reducido. En junio ya hemos hecho tres ‘Tardes Salseras’.
— ¿Pero por qué hacerlo en estos tiempos de pandemia? ¿Qué se comenta en la comunidad sobre el riesgo del coronavirus?
— En la comunidad muchos piensan, la verdad, que el Covid - 19 es un negocio. Acá en el oriente se habla mucho del cartel del Covid. Se cree lo que están diciendo, que hay hospitales que reciben 30 ó 40 millones por persona con Covid. Y que los diagnostican con la enfermedad así tengan otra cosa. Entonces, a raíz de eso, la gente no cree en el coronavirus.
— ¿Y vos qué pensás?
— Pienso igual. Por todo lo que se dice, el Covid acá no tiene mucha credibilidad. Pero es tanto el miedo que nos han metido que uno usa tapabocas. En las fiestas no se puede. Uno está bailando salsa choke y eso es puro cardio como para tener un tapabocas.
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Parte de la explicación al porqué algunos jóvenes de Cali siguen rumbeando bien sea en una calle del oriente o en una finca en La Buitrera o en Rozo se debe a que en su imaginario el coronavirus no es una amenaza como la describen los científicos y los periódicos – argumentan no conocer “casos cercanos” - y en cambio “detrás hay plata”.
En la ciudad ni las autoridades sanitarias, ni los entes de control, ni los periodistas hemos determinado si el cartel del Covid es cierto o no, la denuncia no se ha dirigido a una clínica X o a un especialista Y, sino que se ha generalizado, lo que hace que el rumor de esa supuesta mafia se propague como virus, lo que también está cobrando vidas.
El empresario de la construcción William Delgado me contó el caso de una señora de 73 años que está en una unidad de cuidados intensivos después de que su familia prefiriera llevarla donde un brujo para tratarle una fiebre que inició tras asistir a una fiesta.
– Cuando la llevaron por primera vez al hospital Carlos Holmes Trujillo, los médicos la remitieron a la UCI del San Juan de Dios porque presentaba una neumonía crítica. Sin embargo su familia no permitió que la llevaran aduciendo que ella no tenía nada y que allá, en la UCI, “la iban a matar pegándole el Covid – 19”. Al siguiente día la llevan donde el brujo, quien le puso unas inyecciones. Cinco días después deben volverla a llevar al hospital y ahora está en una UCI. Ha sufrido dos paros cardiorrespiratorios. Los exámenes resultaron positivos de coronavirus, con otra complicación: la señora fuma. Pero se perdió demasiado tiempo en su atención médica. Las declaraciones haciendo referencia al cartel del Covid sin que se conozca ningún proceso judicial abierto en ese sentido han ahondado una crisis basada en la desinformación y ese no es el mejor escenario para enfrentar esta pandemia.
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Ray Charrupi, el fundador de la organización Chao Racismo, y quien en 2016, durante la Alcaldía de Maurice Armitage, organizó rumbas sin licor en el oriente de Cali como una manera de prevenir las riñas y los homicidios, advierte que para entender estas fiestas hay que considerar distintos aspectos culturales que las atraviesan. Para empezar, dice Ray, en el Distrito de Aguablanca hay una identidad propia que se diferencia del resto de la ciudad. Incluso, no se habla como caleño. Hay un lenguaje, una entonación, “casi un dialecto”, producto de las migraciones: Buenaventura, Tumaco, Nariño, Chocó.
— Con esto quiero decir que las conductas y el ‘modus vivendi’ son muy distintos a los del resto de Cali. Hay otros códigos. Lo vemos en el nivel de familiaridad. Los negros cuando somos primos, somos hermanos, y cuando somos amigos, somos primos. Hay un nivel de confianza mucho más alto. Y a eso súmele que todo el mundo tiene Internet. Entonces voy subiendo la historia del sitio donde estoy rumbeando, le notifico a mi red social, y ahí va llegando la gente. Por eso son tan comunes las fiestas multitudinarias, rumbas que empiezan en un antejardín y cogen calle.
Pero además, continúa Ray, rumbear hace parte de la identidad de esta ciudad conocida como la capital mundial de la salsa. Bailar es un hábito del que Cali se siente orgullosa.
— ¿Por qué rumbeamos entonces en tiempos de pandemia? Porque tal vez no nos enseñaron maneras de entretenimiento distintas. Pero insisto: también hace parte de nuestra identidad. Te pongo un ejemplo: yo estuve en Suecia hace unas semanas. Allá a nadie le importó que cerraran la rumba. Les es indiferente. En cambio se ponen mal si no pueden salir a hacer ejercicio. Hace parte de su esencia. Lo mismo ocurre en algunos sectores de Cali, con la rumba.
John Ulloa, integrante de la Fundación Hip – Hop Peña, un colectivo que promueve el Hip - Hop en la ciudad, dice que en el oriente nadie dejó de bailar pese a la cuarentena. Al principio lo hicieron en las casas no con la idea de ir en contra de la ley, sino como una manifestación de la identidad. El baile es tan natural, una necesidad. Tras 100 días de encierro la gente se fatigó y regresó a la calle “para desfogar”. Históricamente la rumba y el baile ha sido eso, un desahogo ante los problemas.
Pero además, John considera que hay que analizar quiénes están en las fiestas en plena pandemia: adolescentes que aún no tienen la madurez y tampoco el acceso a la educación como para dimensionar lo que está ocurriendo.
En ello coincide el Secretario de Seguridad de Cali, Carlos Alberto Rojas. Somos una sociedad que no le ha garantizado una educación de calidad a todos sus ciudadanos, y esa es una deuda que en plena pandemia “está pasando factura”. También la desigualdad social.
– Hay un factor muy complicado frente a la indisciplina de algunos ciudadanos. Tiene que ver con el desgaste. Hay una fatiga frente a la cuarentena. Pero esa fatiga no se siente de igual manera en el conjunto de la sociedad. En el oriente hay tal hacinamiento, que en una casa pueden vivir tres y hasta cinco familias. Eso en términos de manejo del espacio obliga a la gente a salir. Así no se esté en la calle pero sí en el antejardín jugando parqués o dominó. Entonces no me cabe duda de que la fatiga al confinamiento se expresa diferente en zonas de la ciudad donde el espacio por habitante es muy reducido. No podemos desconocer que esa desigualdad expresada en ese tipo de problemáticas tiene un efecto colateral en el comportamiento frente a la pandemia.
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Hay otras hipótesis que intentan explicar por qué algunos muchachos insisten en rumbear pese al coronavirus. O más bien, por qué es tan difícil comunicar el riesgo que se asume al hacerlo. La epidemióloga Lyda Osorio, encargada de evaluar la curva epidémica del Covid–19 en Cali, recuerda que en ciertas comunidades afectadas históricamente por la violencia, por las desigualdades que no les permiten a todos realizarse, hay un dicho muy arraigado que da cuenta del valor que se le da a la vida: “de algo nos tenemos que morir”, luego qué importa cuidarse.
Además, somos una sociedad que no le da una alta valoración a los adultos mayores, por lo menos no como en otras culturas como las indígenas, y eso en días del coronavirus es un problema: los mayores de 60 son la población de mayor riesgo de morir ante el virus, lo que nos obliga a cuidarnos para protegerlos.
—Esa es la ética de la salud pública: velar por la salud de todos– dice Lyda.
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Las fiestas en los días del coronavirus en todo caso no son asunto exclusivo del oriente de la ciudad. En el sur, según los reportes de la Policía, se han impuesto 700 comparendos a personas que participaban en cabalgatas clandestinas.
Por WhatsApp circulan flyers que anuncian rumbas en fincas de La Buitrera, de Pance, de Rozo, o en mansiones de Ciudad Jardín. Para participar hay que consignar en una cuenta, lo que da el derecho de entrar en la lista de participantes, además de una manilla. El costo del ingreso varía entre $70.000 y $90.000 y desde el nombre que le dan a las rumbas se desafía a la pandemia: Covid Party, se llama una fiesta que promete extenderse durante un fin de semana.
Según las autoridades que están tras las pistas de estos encuentros, algunas de las fiestas son en realidad fachada de un negocio para promover el microtráfico de drogas, facilitar la distribución y el consumo de psicoactivos en días en los que no es tan sencillo movilizarse por las medidas para frenar la pandemia.
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Desde que se inició el confinamiento por el coronavirus, en Cali se han impartido 26 mil comparendos por contravenciones al Código de Policía. Solo las multas por el artículo 35, que incluye el desacatar una orden como el toque de queda, ascienden a 18.068. Y sin embargo, apenas 537, el 3%, han sido pagadas.
Según el mismo Código de Policía, en el apartado de las consecuencias del no pago de la multa transcurridos 6 meses, la persona no podrá “obtener o renovar el permiso de tenencia o porte de armas”, y en Cali son minoría los que tienen salvoconducto; o “ser nombrado o ascendido en cargo público”, y también son muy pocos los que aspiran a eso; lo mismo ocurre con los otros impedimentos en caso de no pagar el comparendo: “ingresar a las escuelas de formación de la Fuerza Pública; contratar con el Estado; obtener o renovar el registro mercantil”.
Es decir que para la mayoría de ciudadanos que infringen el Código de Policía, si no pagan la multa, no les pasa nada. A no ser que suceda lo que planea la Alcaldía: crear un equipo de abogados dedicado a hacer estos cobros por vías jurídicas. Pero de momento algunos rumbean durante la pandemia porque consideran que no tendrán ninguna consecuencia.
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Para conjurar la “indisciplina social”, la Alcaldía ha anunciado nuevas medidas, como duplicar el personal que sale a hacer los operativos, y realizar los mismos más temprano: no desde las 10 de la noche, como se acostumbra, sino desde antes de que las fiestas tomen vuelo.
En el oriente se va a comenzar a hacer pedagogía y educación sobre el Covid 19, capacitando a los líderes y referentes de los barrios como los jóvenes de la Colonia Nariñense que se comprometieron a prevenir las aglomeraciones en su sector.
— Una de las estrategias es grabar testimonios de personas que tuvieron coronavirus para que cuenten su experiencia y sensibilizar a las comunidades sobre la realidad de esta enfermedad y la responsabilidad de cuidarnos – dice el Secretario de Seguridad, Carlos Alberto Rojas.
La epidemióloga Lyda Osorio agrega que el mayor reto es mantener la transformación que ha tenido la mayoría de los ciudadanos, que han apropiado las medidas de distanciamiento social, el uso del tapabocas, el lavado de manos. E insistir en el mensaje: el Covid es una enfermedad que se ensaña con los que pasan de 60 y eso hace que todos nos tengamos que cuidar para proteger las vidas de los abuelos, de los papás, de los tíos.
– En Cali, el 70% de los fallecidos por coronavirus corresponde a personas que superan esa edad. Entonces hay que insistir en que si usted es joven quizá no se va a morir de esto, aunque podría según sus condiciones de salud, nadie está exento, pero si se contagia le puede llevar el virus a un adulto mayor, a su mamá, a su papá, a su tío, y el riesgo de que mueran es muy alto. Y es una muerte fea, las personas se están muriendo ahogadas, sin poder respirar, los pulmones se dañan. Todos debemos cuidarnos para que nuestros adultos mayores no se enfermen y para lograrlo la disciplina social es una prioridad.
Otra mirada
El docente Harold Viáfara plantea dos interrogantes sobre lo que ha venido sucediendo en la ciudad que deben tenerse en cuenta:
”¿Qué tendrá mayor o menor grado de legitimidad, la legislación del gobierno para “producir” un día sin IVA o la legislación de ese mismo gobierno para “sancionar” a quienes participan en unas fiestas, que también se han realizado en periodo de cuarentena?”
”¿Para muchas poblaciones que no necesariamente corresponden a los estratos bajos o populares, el día sin IVA representaba una fiesta?”