Se llama Byung-Chul Han. Es un filósofo surcoreano, autor de un libro que nadie debería perderse: ‘La sociedad del cansancio’. En este ensayo de 118 páginas, Byung-Chul asegura que la sociedad de hoy, la del cansancio, es producto de sujetos convertidos en máquinas de rendimiento, que se autoexplotan.
“La sociedad de rendimiento, como sociedad activa, está convirtiéndose paulatinamente en una sociedad de dopaje”, escribe.
También dice: “Hoy en día vivimos en un mundo muy pobre en interrupciones, en entres y entre – tiempos. La aceleración suprime cualquier entre – tiempo”; “lo que enferma no es el exceso de responsabilidad, sino el imperativo del rendimiento, como nuevo mandato de la sociedad”; “El sujeto de rendimiento está libre de un dominio externo que lo obligue a trabajar o incluso lo explote. Es dueño y soberano de sí mismo. De esta manera no está sometido a nadie, mejor dicho, a sí mismo. El sujeto de rendimiento se abandona a la libertad obligada de maximizar el rendimiento. El exceso de trabajo y rendimiento se agudiza y se convierte en autoexplotación. El explotador es al mismo tiempo el explotado. Víctima y verdugo. Las enfermedades psíquicas de la sociedad del rendimiento constituyen precisamente las manifestaciones patológicas de esa libertad paradójica”.
Pues bien, en este mundo que privilegia el rendimiento con la consecuencia del agotamiento y la depresión, han surgido nuevos trastornos mentales producto de esa angustia por alcanzar los mejores resultados. Uno de esos trastornos los psicólogos lo llaman ‘vigorexia’.
Se trata de una patología mental basada en la alteración de la imagen corporal y la obsesión por la forma y la figura del cuerpo. O, más sencillo, una obsesión por los músculos tipo Hulk. Como lo detalla el psiquiatra Pedro Cubero, “los vigoréxicos se ven, y creen ser vistos, como anormalmente enclenques y debiluchos. Aspiran a tener más musculatura. Comparten con las anorexias el rechazo al tejido graso (no quieren ser gordos) pero, por lo demás, la vigorexia parece la imagen especular de la anorexia, justo lo contrario”.
El doctor Cubero explica que es frecuente atender pacientes que creen padecer una enfermedad que en realidad no padecen: hipocondríacos. Es justo lo que ocurre con quienes presentan vigorexia. Se creen feos, o deformes, así tengan un cuerpo perfecto. Jamás están satisfechos. “Se miran al espejo y lo que ven cada vez les gusta menos”. En psiquiatría lo llaman también trastornos dismórficos.
“La gravedad de su situación, tal como ellos la perciben, es tal, que resolver su problema se transforma en una verdadera obsesión. Si su vida laboral, académica, familiar o social se resiente no solo es porque la vergüenza les lleve a aislarse sino porque, cuando no se hunden en la depresión, concentran todas sus energías exclusivamente en la resolución del problema”, escribe el doctor Cubero.
Es decir: quien tiene vigorexia se dedica al gimnasio durante horas pese a las consecuencias para la salud (especialmente al levantamiento de pesas) a tomar suplementos y esteroides anabolizantes para aumentar la masa muscular, a dietas peligrosas.
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Nidia Yineth Preciado, coordinadora de la maestría de Psicología Clínica en la Fundación Universitaria Sanitas -Unisanitas-, advierte precisamente que “la vigorexia puede llevar a las personas a abusar de sustancias estimulantes, incluso, a la utilización de implantes para mejorar la figura, elementos que cambian la anatomía natural del cuerpo humano y pueden generar malformación muscular”.
Hay algunas señales de alerta para advertirlo, aunque en algunos casos pueden ser sutiles. Todos nos miramos al espejo por supuesto, pero quien padece vigorexia lo hace de manera repetitiva y compulsiva, por ejemplo. También acostumbra a tomar las medidas del cuerpo y de los músculos para identificar cambios, así sean milimétricos. Otro de los síntomas es notar imperfecciones o defectos en el cuerpo, a pesar de la normalidad de los mismos. De ahí que los psiquiatras también llaman a este trastorno el ‘complejo de Adonis’, que, en la mitología de la Antigua Grecia, era un “joven de gran belleza”.
Otra de la señas de padecer vigorexia es dejarse llevar por los ideales físicos a pesar de las diferencias entre las morfologías corporales y las características propias de cada cuerpo, además de la pérdida de interés en actividades comunes, como espacios sociales, laborales y familiares.
Sin embargo tanto los psicólogos, como instructores de gimnasios preparados para detectar estos trastornos, coinciden en que el síntoma más evidente de la vigorexia es el desarrollo de cambios físicos muy evidentes en un periodo corto de tiempo, lo que por lo regular trae como consecuencia desproporción entre las partes del cuerpo, “que no se corresponde a un desarrollo normal de los músculos en un deportista sano”.
La vigorexia de hecho suele encontrarse más comúnmente en hombres, pero las mujeres tienen el mismo riesgo de presentarla, y es habitual encontrar esta condición entre los 18 y 40 años.
Los psicólogos coinciden también en que parte del problema se debe a asuntos culturales, sociales y los mensajes de los medios de comunicación y del entretenimiento como el cine y la televisión, donde se le da especial importancia a la imagen masculina y se genera un culto excesivo de la belleza corporal.
“Los medios de comunicación a través de películas y publicidad relacionan la felicidad con la imagen del cuerpo, asociando entre sí los conceptos de hermosura, bienestar y salud. Los pacientes con vigorexia están descontentos con su cuerpo y esto genera riesgo de baja autoestima, de consumo de sustancias peligrosas, de alteraciones de la alimentación y de depresión. La necesidad de un cuerpo o una imagen perfectos como lo proyectan los medios resultan muchas veces en estos trastornos psicológicos. Aparece también la gran proliferación de nuevas adicciones. Estas ‘adicciones sin droga’ surgen como una actividad, aparentemente inocua, que realiza el sujeto de manera repetitiva y que le produce satisfacción, consecución de algún objetivo y una gran sensación de control. En este contexto surge la dismorfia muscular. Un trastorno en el que los pacientes exhiben preocupación y conductas focalizadas en ser pequeño o insuficientemente musculoso, causando malestar o deterioro clínicamente relevante en la vida cotidiana”, escriben los doctores María José Gordillo Montaño, Elena Guillén, Carmen González Macías, y María Dolores Gordillo, en una investigación titulada ‘Vigorexia, ¿ideal de la belleza?’.
Las personas que sufren vigorexia suelen tener problemas de identidad. Además, los atletas de alto rendimiento que participan en competencias de fisicoculturismo tienen tal presión de alcanzar el mejor cuerpo posible, que los lleva a padecer este tipo de trastornos y a poner en riesgo la vida: el consumo excesivo de sustancias para aumentar la musculatura puede generar daños en el corazón.
Aunque en la sociedad del rendimiento - y del cansancio y la depresión – hay otros trastornos mentales por los cuáles cada vez más consultan a los psiquiatras. Uno de los más comunes en los últimos años lo llaman ortorexia: una preocupación obsesiva por comer alimentos sanos, que lleva al paciente a excluir de la dieta las carnes, las grasas, el azúcar u otras sustancias.
La ortorexia es una condición, no se debe confundir con llevar una dieta saludable o ser vegano o vegetariano, por supuesto, sino que se identifica cuando la obsesión y la revisión de las características y composición de los alimentos es tal, que la decisión de consumo se basa en evitar un daño o cambio corporal a raíz de la comida.
La consecuencia es justo lo que se pretende evitar: carencias nutricionales y alteraciones en la salud mental. Quien es diagnosticado con ortorexia por lo regular presenta comportamientos tan obsesivos como pasarse horas planificando lo que será el almuerzo, por ejemplo. Y si no se cumple el plan al pie de la letra, se siente tan culpable como para castigarse con un ayuno prolongado. En otras palabras, las personas que sufren ortorexia se centran exclusivamente en lo que comen. La comida como el foco de sus pensamientos y de su vida.
Nidia Yineth Preciado, coordinadora de la maestría de Psicología Clínica en la Fundación Universitaria Sanitas, insiste en que “las condiciones como la vigorexia y la ortorexia se presentan por la influencia del entorno, las redes sociales, la publicidad, entre otros, donde se propone un modelo ‘ideal’ de hábitos, figuras y planes de alimentación que pueden ser perjudiciales para la salud. Es importante tener en cuenta que no hay una receta mágica para vivir la vida, precisamente las orientaciones muy rígidas son las que dan lugar a este tipo de alteraciones”.
Igualmente, la doctora Preciado enumera algunas de las acciones que pueden indicar que algo no está bien con uno o con alguien cercano para detectar estos posibles trastornos: sobrepasar los límites de lo que se considera saludable; si existen cambios visibles y drásticos en la alimentación y el ejercicio, y estos son notados y percibidos por el entorno; alteraciones físicas: manifestadas con fatiga muscular, desmayos y cambios hormonales; uso de estimulantes para aumentar masa muscular o rendimiento en los entrenamientos (es importante recordar que estas sustancias pueden ser potencialmente peligrosas); aislamiento social, malestar emocional y frustración por no alcanzar los objetivos de alimentación y actividad física, y que lleven a las personas a interrumpir sus actividades cotidianas. En esos casos se debe buscar ayuda profesional.
Ortorexia es un término acuñado por el médico Steven Bratman para calificar como trastorno alimentario la obsesión patológica por comer comida considerada saludable, lo que puede llevar a la desnutrición e incluso a la muerte.
Educación para una adecuada salud mental
Para prevenir este tipo de trastornos mentales es fundamental la educación, entendida como la capacidad de tener una mirada crítica sobre los mensajes que a diario recibimos de la publicidad, la televisión, el cine, las redes sociales, y generar la conciencia desde la primera infancia en el sentido de que debemos tener hábitos saludables sin perseguir estereotipos de cuerpos de ficción, imposibles de conseguir de manera natural.
Igualmente, tanto psicólogos como instructores de gimnasios especializados explican que parte de la tarea la tienen tanto los padres de familia como los colegios, para que los niños crezcan con la autoestima suficiente para valorar su cuerpo y cuidarlo.
En el caso de la vigorexia, además, una de las recomendaciones a seguir para evitarla es priorizar la participación en deportes de equipo, donde prime el interés del colectivo, que individuales. También, en caso de ingresar a gimnasios, la recomendación es hacerlo en sitios que cuenten con el personal calificado para detectar este tipo de trastornos y orientar de manera oportuna a quien comienza a manifestarlo.
Y una recomendación clave es evitar las dietas rígidas y restrictivas que se promocionan en redes sociales para aumentar la masa muscular. Cada cuerpo es distinto y por lo tanto se requiere de un acompañamiento profesional para elegir la mejor dieta.
Igualmente se debe evitar consumir anabolizantes, hormonas, de venta libre, que pueden poner en riesgo la salud.
En el caso de la ortorexia, una de las claves para prevenirla es, de nuevo, la educación sobre lo que significa comer sano. Entender que no se trata de eliminar de tajo ciertos alimentos, sino lograr un equilibrio entre nutrientes, proteínas, grasas, carbohidratos. Pero sobre todo, se debe buscar ayuda profesional para lo más importante: sanar la mente.