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Los habitantes de La Plata quieren afianzar el turismo  en su territorio, siempre y cuando los visitantes estén dispuestos a sumarse a su propósito de mantener una amistosa relación con la biodiversidad que caracteriza ese  rincón del Pacífico.
Los habitantes de La Plata quieren afianzar el turismo en su territorio, siempre y cuando los visitantes estén dispuestos a sumarse a su propósito de mantener una amistosa relación con la biodiversidad que caracteriza ese rincón del Pacífico. | Foto: Juan Camilo González Moya

Valle

La Plata, el rincón del Pacífico donde la piangua es el futuro

Tras una hora en lancha desde Buenaventura, se llega a este archipiélago, perteneciente a Bahía Málaga.

24 de marzo de 2024 Por: Redacción El País

Por Olga Lucía Criollo. Fotos: Juan Camilo Caicedo Moya

Ahí estaban. Dispuestas en una bandeja de barro, sobre brillantes hojas de plátano cuyo verde contrastaba con el amarillo dorado que la fritura le había imprimido al maíz.

Había sido casi un poco más de una hora de emocionante viaje en lancha desde Buenaventura, bajo el sol que se despliega una mañana de domingo por encima de las arrojantes aguas del Pacífico, así que lo realmente anhelado era el refresco que estaba al lado.

Pero ella supo esperar... sería irrespetuoso no probar el alimento que con genuina alegría ofrecían ese puñado de niños ávidos de novedades, esos hombres curtidos por el salobre de los años y esas negras ataviadas de un blanco salpicado de cintas de colores que solo visten para momentos especiales.

Las empanadas de piangua son un tesoro culinario local en La Plata, pero no es la única presentación en la que se sirve este producto.
Las empanadas de piangua son un tesoro culinario local en La Plata, pero no es la única presentación en la que se sirve este producto. | Foto: Juan Camilo González Moya

Entonces los visitantes, algunos llegados incluso desde el Viejo Continente, se animaron a desafiar el calor con un bocado de aquellas empanadas. Y fue ahí donde la protagonista de estas líneas apareció, primero en el paladar, y luego ante los asombrados ojos de los ignorantes comensales.

Una arenilla negra que parece juntar en un solo bocado los sabores del mar, el cielo y la playa, después de haber sido adobado con los saberes ancestrales de las mujeres de La Plata, uno de los consejos comunitarios de Bahía Málaga, allá donde los buques de la Fuerza Naval ocupan solo un breve espacio de los exuberantes paisajes que desbordan la vista humana.

Entonces, mientras los comensales olvidan el calor y el refresco y hacen fila para probar un poco más de ese manjar, Saúl, el motor de esa lancha llamada desarrollo sostenible que quiere encallar en el caserío que alberga 200 almas, intenta empezar a narrar el origen de ese trozo de mar que se exporta a las mesas más exigentes de Ecuador.

Pero bien sabe este negro cuarenteño y corpulento que la Ruta de la Piangua no es cosa de contar, sino de experimentar, de vivir.

Así que, agotadas las empanadas, los visitantes más aventados aceptan subirse en angostas canoas que los desplazan al mismo nivel del mar y que son el transporte cotidiano de un puñado de madres que, tras remar, cantar y conversar, bordean a diario la isla para acercarse a la sala cuna natural de la que derivan su sustento y el de todas las familias de La Plata.

La visita a los manglares  solo se hace en compañía de  los lugareños, quienes saben cómo proceder para no alterar la  biodiversidad.
La visita a los manglares solo se hace en compañía de los lugareños, quienes saben cómo proceder para no alterar la biodiversidad. | Foto: Juan Camilo González Moya

Doranelly, Rosa, Libia, se han aperado de pantalones largos, camisetas, chalecos, botas de caucho, guantes gruesos y pañolones que les protegen el cabello. Ellas y sus hombres están listas para guiar a los turistas por laberínticos caminos que parecen alejarse de la playa, mientras coloridos letreros claman que allí no se tomen más que fotos y que no se dejen más que huellas.

Y de repente, frente a una sarta casi infinita de tallos secos y verdes a medio desenrollar, se entiende el porqué de las botas y los guantes: es hora de sumergirse en el pantano y de enterrar lo más que se pueda la mano en medio de las raíces para hallar el tesoro que esconde esta zona del Pacífico.

Entonces las camisas ya no son blancas y los rostros se salpican de barro sin que a nadie le importe. El único sobresalto llega con el feliz grito que anuncia que alguien ha encontrado uno de estos pequeños moluscos.

Pero restará todavía que allí mismo, en su hábitat, lo hallado pase la prueba del pianguimetro: si la concha mide menos de 5 centímetros, deberá volver al pantano, porque todavía debe crecer algo más antes de transformarse en una empanada, un tamal o un ceviche.

Se entiende así que lo que para la visita es una aventura, para las piangueras es una dispendiosa labor que les demanda hasta cuatro horas en medio del manglar, siempre que la marea esté baja, para poder extraer las diez docenas que les significarán 30 mil pesos ante los intermediarios, que luego las exportarán quién sabe a qué precio.

Si la piangua mide menos de 5 centímetros, debe ser devuelta al manglar.
Si la piangua mide menos de 5 centímetros, debe ser devuelta al manglar. | Foto: Juan Camilo González Moya

Pero ahora Saúl, las mujeres y el caserío entero han empezado a hablar el lenguaje del ecoturismo y el desarrollo sostenible para brindarles a los viajeros de mar no solo la posibilidad de zambullirse en sus piscinas naturales, como las que forman las imponentes cascadas de La Sierpe, sino también en su cultura y su gastronomía.

Es por eso que cada vez más hombres y mujeres zarpan desde el muelle de Buenaventura en busca de este rincón del Pacífico donde las noches suenan al currulao que nace de los guasá, las tamboras y las marimbas de chonta, para sucumbir al final ante el arrullo de las olas del mar.

‘Ecomanglar’, se llama la asociación comunitaria que ya congrega a 32 moradores de la isla y que fue creada para compartir con los visitantes sus actividades ancestrales, culturales, productivas y turísticas, pero en un ámbito ambientalmente responsable.

Una genuina intención que se palpa en el amor con el que preparan el biche del biche y otras bebidas autóctonas y en el adecuado manejo de basuras que se advierte en calles y hospedajes. Pero, sobre todo, en la esperanza con la que sueñan un futuro así, alejado de la violencia, fiel a su ancestralidad y en comunión con la naturaleza.

Expectativa por la COP16

En el marco de la COP 16, que tendrá lugar entre el 21 de octubre y el 1 de noviembre, las comunidades del Pacífico esperan la visita de muchos de los extranjeros que vendrán a Colombia por ese motivo.

Un poco más de una hora en lancha separa a Buenaventura de este paraíso natural del Pacífico vallecaucano.
Un poco más de una hora en lancha separa a Buenaventura de este paraíso natural del Pacífico vallecaucano. | Foto: Juan Camilo González Moya

Es por ello que la organización del evento está trabajando en la oferta de servicios de turismo de naturaleza que se les presentará a los participantes no solo en Cali y su zona rural, sino en otros sectores de la región.

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