Cali
El emotivo reencuentro entre el árbol y el exitoso empresario que lo sembró en Cali, hace más de medio siglo
La casa donde habitaba la familia de inmigrantes cambió de dueños, pero el viejo mango siguió ahí.
“El viejo mango se reencontró con quien lo sembró
Mi madre y yo lo plantamos en el límite del patio, donde termina la casa,
fue mi padre quien lo trajo. Yo tendría cinco años y él era apenas una rama”.
Mi Árbol y yo, Alberto Cortez
Como en la bella canción de Alberto Cortez, el árbol de mango que se yergue imponente, en la esquina de la Calle 28 Norte con Avenida 6ª Norte, hace alrededor de medio siglo era apenas una rama.
Entonces, Jaime, un niño miembro de una familia de inmigrantes que hizo de Cali su nuevo hogar y habitaba la casa que quedaba justo en ese sitio, de la mano de sus padres tomó esa rama y la sembró.
Durante meses y años, Jaime la regó y la cuidó hasta que esa rama se convirtió primero en un endeble arbusto y luego en un frondoso árbol, que según se dice en ese sector de Cali, es el que más y mejores mangos produce.
Como en la canción de Cortez, el tiempo pasó, la familia se fue de la casa pero el árbol siguió creciendo y siguió produciendo, generoso, muchos frutos. El niño, convertido ya en un hombre, jamás olvido aquel árbol.
Un buen día, la famosa cadena de hamburguesas El Corral, nacida también del emprendimiento de unos jóvenes inquietos, adquirió esa casa. Y puso justo ahí el más grande de los restaurantes que tiene en Cali. Y el árbol seguía ahí, dándoles sombra a los visitantes y a los transeúntes. Y produciendo sus dulces mangos.
Y el tiempo pasó y la cadena de Hamburguesas del Corral, como el árbol, creció y fue adquirida por la más grande compañía productora de alimentos de Colombia, Nutresa.
Hace pocos días, casi el 90% de Nutresa, fue adquirido por un grupo que lidera Jaime, un exitoso empresario que en su corazón conserva el alma del niño que sembró aquel árbol, hace tantos años.
Y el tiempo pasó, y hoy Jaime y el árbol que sembró volvieron a estar juntos. Y gracias a su madre, Jaime jamás olvidó a aquel árbol, a aquel amigo.
“Muchos años han pasado y por fin he regresado a mi terruño querido, y en el límite del patio allí me estaba esperando mi árbol, como si fuera un amigo. Parecía sonreírme como queriendo decirme ‘mira, estoy lleno de niños, ese árbol que plantamos hace más de cincuenta años siendo yo apenas un niño’”.
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