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El pesebre de Estella Fernández, como el de su hermano, consta de más de 200 figuras, sin incluir las casas, tiendas, palmas, hogueras, mulas y otros animales. | Foto: Ángela Zúñiga / El País

NAVIDAD

Los pesebres gigantes con los que los caleños conservan las tradiciones de Navidad

Tres hermosos montajes están listos para rezar las novenas. Desde La Flora, El Bosque y Pance, se cuentan historias de este rito.

16 de diciembre de 2018 Por: Margarita Peña Arias/ El País

Al norte de Cali, en el barrio La Flora, hay un señor que desde niño tiene una peculiar fascinación por los pesebres.
Basta entrar a su casa, inmensa y de gran profundidad, para encontrarse con el monumento arquitectónico que le ha tomado semanas de trabajo, en jornadas diarias de casi 12 horas.

Se trata de un pesebre con más de 220 piezas, luces que simulan las horas del día y la noche y agua que fluye desde un río y desemboca en un mar. Un bellísimo pesebre a escala, la radiografía de Jerusalén en miniatura.

Y como si fuera poco, las estructuras metálicas que soportan el pesebre fueron mandadas a hacer con diseño y medidas preestablecidas, de la misma manera que el techo removible que solo se utiliza para la protección de la lluvia y del sol directo.

Esta es la historia de 3 pesebres, construidos por 3 familias, en 3 barrios diferente de Cali. Porque la tradición de los grandes pesebres, sigue vigente.

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La historia de los Fernández

Carlos Alberto Fernández es un caleño pensionado que vive desde hace años en el barrio La Flora, y quien desde niño tiene una afición y un amor profundo por los pesebres. El suyo es un monumento arquitectónico lleno de detalles, y de minuciosas escenas que rodean al nacimiento.

El amor por los pesebres nació hace muchos años, desde su juventud. De muy niño recuerda que siempre en su casa se hacían y quien se preocupaba por hacer este trabajo era su mamá, de quién cree que heredó el amor por esta bella tradición.

Y él no es el único en su familia. También tiene dos hermanas con quienes comparte esa fascinación por los pesebres, una de ellas, es Estella Fernández, la protagonista de nuestro segundo pesebre.

Estella recuerda que los pesebres que se hacían en su hogar, se ubicaban en el comedor o en el sitio de la casa que fuera más amplio, y se hacían sobre unas tarimas de madera, en las que se colocaban cajas de cartón para darle las diferentes alturas.

“En esos tiempos no se les ponía agua corriente, ni iluminación, pues no existían las luces como las que hay hoy en día”, cuenta.

Los pesebres de su época de juventud se decoraban con musgo y melena que, para ese entonces, era permitido utilizarlos. Los caminos se hacían con aserrín y en las paredes se usaban papeles encerados de color marrón, que servían para simular las montañas o las rocas.

Las imágenes o figuras eran en su mayoría hechas en yeso, muy bien elaboradas y decoradas. Por lo general, estas eran figuras grandes, de unos 20 a 25 centímetros de alto.

En esa época era difícil conservar las proporciones, porque dado el tamaño de las imágenes resultaba muy complejo hacer las casas y demás construcciones en tamaños que fueran acordes con ellas.

“Mi tío Héctor siempre nos ayudaba con la elaboración de la base o tarima de madera”, cuenta Carlos Alberto, quién continúo con la tradición aún después de haberse casado.

El primer pesebre que elaboró en su nuevo hogar fue en miniatura y estaba hecho sobre un tronco de madera, en el que talló una cueva para alojar el nacimiento y unas terrazas alrededor para colocar el resto de figuras y elementos.

Para esta época ya existían las luces con las que se iluminaba el pesebre, era el año 89.

Posteriormente, Carlos Alberto empezó a construir el pesebre en un estadero cubierto que tenía la casa, y ese fue el más grande que hizo, con un área de 4 metros cuadrados. Con su hermana Estella pintaron los telones de fondo del pesebre de cada uno.

Ambos hermanos, Carlos Alberto y Estella Fernández, iniciaron la elaboración de sus pesebres de este año desde mediados de noviembre, y aseguran haber invertido alrededor de 12 horas diarias de trabajo durante una semana y media.

Estella, además, este año hizo, aparte, una Villa o Ciudad de Nieve, llena de detalles de invierno, típicos de los pesebres americanos.

Curiosidades del pesebre de Carlos Alberto

La iluminación está hecha con un sistema eléctrico secuenciador que simula cuatro ciclos de iluminación: amanecer, luz día, atardecer y noche.
El pesebre tiene un área aproximada de 10 metros cuadrados.

El agua que se utiliza en el río y el mar se hace circular mediante dos bombas sumergibles, y así evitar el desperdicio de agua.

Las casas y tiendas han sido hechas y decoradas en su mayoría por Carlos Alberto, con varios materiales reciclables, como el icopor.

El musgo se reemplazó por estropajo teñido de verde y el aserrín por marmolina o piedrilla, que son materiales de construcción.

Las figuras las ha ido comprando cada año. Unas en Cali y otras en Europa, principalmente en Roma y Milán cuando ha ido de vacaciones.
Mandó a hacer estructuras metálicas desarmables para la base del pesebre.

Las nuevas generaciones

La tradición de los pesebres en los hogares de Cali no solo son la ilusión de adultos mayores. No, Daniela Escobar Chaquea de 24 años, y su hermana Natalia de 22, son las responsables de diseñar y elaborar el pesebre de su casa cada año.

“Desde finales de noviembre mi mamá empieza a poner todas las mañanas villancicos y esa es la señal para empezar a desempolvar las cajas de navidad”, cuenta Daniela, quien este año se obstinó por tener un río con caudal de agua de verdad, y tras varias filtraciones, métodos de impermeabilización y diferentes materiales, lo logró.

Daniela y Natalia se tardaron una semana y media armando su pesebre. Ellas hicieron a mano cada una de las casitas y tiendas que componen el ambiente alrededor del nacimiento. Esto es una tarea lenta que requiere de paciencia y dedicación.

Otro tema que este año que les costó especial trabajo, fue conseguir las cajas de cartón que usan para la base del pesebre. Cuando fueron a los supermercados a pedirlas, se las negaron, dado que existe una fundación en Cali que las requiere como subsistencia.

Las hermanas Escobar Chaquea, de la misma manera que los hermanos Fernández, comparten la tradición de armar el pesebre en familia desde que tienen uso de razón. “Es una tradición familiar que está tatuada en mi memoria. Cuando era niña, el ‘Niño Dios’ solo se ponía en el pesebre hasta el 24 de diciembre”, cuenta Natalia.

Ambas están de acuerdo en que el pesebre es el símbolo más importante de la Navidad. Mucho más que el árbol, o las guirnaldas.

Daniela recuerda hoy en medio de risas que, cuando tenía 8 años, acompañó a su prima a un concierto navideño del colegio, y en su ausencia el pesebre fue armado por su hermana y su mamá. Esto la entristeció profundamente y la frustración y el llanto fueron inevitables.
“Me gusta idear cada espacio, e ir armando las escenas que compone el pesebre, y ese pensamiento lo tengo desde muy pequeña”, concluye.

Para ellas sigue siendo divertido escuchar villancicos y compartir en familia no solamente las novenas, sino la armada del pesebre. Aún con la ilusión intacta de que el ‘Niño Dios’ llegue el 24 a las 12 de la noche a traerles los regalos deseados.

Podría pensarse equivocadamente que las nuevas generaciones no se interesan por este tipo de tradiciones familiares. Pero por alguna extraña razón estas dos chicas, al igual que Carlos Alberto y su hermana Estella, comparten el mismo amor por la tradición navideña de los pesebres grandes en casa. ¿Usted ya tiene su pesebre listo? Recuerde: hoy empiezan las novenas.

Al final, el pesebre es cada año el mismo y sin embargo cada año distinto.

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