PROCESO DE PAZ
"No estoy hecho para la política electoral": vicepresidente Naranjo
El vicepresidente Óscar Naranjo dice que construir la paz implica una gran participación ciudadana. Pide que el debate político esté fundado en la verdad.
El vicepresidente de la República, el general en retiro Óscar Naranjo, recorre el país, esa Colombia profunda como la llama, en sus labores propias del cargo, pero también palpando el pulso sobre lo que la gente siente sobre el proceso de paz, donde él fungió como negociador.
Eso le ha permitido ver que esas comunidades valoran el proceso y que el debate político es más propósitivo que en las grandes ciudades. Por eso llama a los colombianos a que la discusión no se base en mentiras y que se construya en vez de destruir.
¿Cómo se ha sentido un policía operativo como usted en la Vicepresidencia de la República?
Es una satisfacción poder terminar mi carrera pública sirviéndoles a los colombianos desde una instancia que me permite tomarle el pulso al país no solo en los temas de seguridad y convivencia sino en las angustias que tienen de otro orden.
Y la lección después de este casi mes en la Vicepresidencia es que el debate en las regiones, por fuera de Bogotá y en las grandes capitales, es democrático, respetuoso, propositivo y menos radicalizado que el que uno nota en los centros de poder del país.
Una cosa que me entusiasma en las regiones, escuchando al ciudadano, es que, lejos de destruir la institucionalidad, están reclamando su fortalecimiento y la presencia permanente de las instituciones. Al final, cuando uno pone fin al conflicto con las Farc, lo que cae es un telón de fondo donde hay país en esa Colombia profunda, donde el Estado intervino, pero lo hizo en una lógica contrainsurgente de manera episódica e intermitente y no permanente.
Hay gente que piensa que su decisión de aceptar la Vicepresidencia es un error y que usted podría estar jugando como candidato en el 2018...
Yo no tengo sino gratitud por los colombianos, porque han sido muy generosos conmigo durante mucho tiempo. Y creo que esa generosidad y confianza que tengo frente a los colombianos se basa en mi coherencia, que surge de que mi vida tiene un solo propósito que es servirle a los colombianos y no tiene ningún apetito personal, político, electoral. Y tengo que decirlo claramente: no estoy hecho para la política electoral.
Muchos creen que llegó a oxigenar un gobierno bajo en popularidad, desgastado. ¿Cree que esa situación llegue a afectar su imagen?
No. Creo que una indignación global, como la que vive hoy el mundo, se traduce particularmente en desconfianza en los ciudadanos por el Estado, por los gobiernos, por las autoridades. Pero en el caso nuestro, muy a pesar de lo que dicen las encuestas, yo me he propuesto rescatar el valor testimonial de millones de colombianos a los que les cambió la vida en este gobierno: se han entregado 120.000 viviendas gratis, más de un millón de interés social, un gobierno que ha cerrado brechas de inequidad. Es probable que no creamos en los números, pero cuando uno visita las regiones, después de 5 años, encuentra municipios que están totalmente transformados, con mayor acceso a bienes, a servicios. Lo que se ha hecho en educación, la reducción de la violencia. Se nos olvida que el año pasado terminamos con la tasa de homicidios más baja de los últimos 37 años y que hoy la tasa nacional de es de 25 por cien mil habitantes, veníamos de 78 por cien mil habitantes. Que el secuestro está en el mínimo histórico; que llevamos más de 1500 días sin ataques a poblaciones. Esas reducciones el ciudadano las reconoce.
¿Qué explicación se le puede dar al hecho de que un gobierno que logró firmar la paz con el grupo subversivo más viejo del mundo y que puso fin al conflicto más antiguo del continente tenga unos índices de popularidad tan bajos?
Mi preocupación por estos días es que el debate político en Colombia y en otros lugares del mundo desplazó la verdad como punto de arranque del debate. Nunca pensé que un concepto como el de posverdad tuviera uno que tratar de entenderlo, porque la posverdad es como una mentira que se arropa de medias verdades y circula masivamente y se vuelve posverdad. Y el paradigma del debate político cambió, se funde en verdad o es estéril.
Buena parte del debate político del fin del conflicto desplazó a la verdad de su centro de gravedad. La verdad parece acorralada por la mentira y es siempre la verdad a la defensiva, y, por otro lado, hay temas de narrativa y la narrativa política que pone fin a un conflicto de 50 años debería partir del acumulado histórico de esfuerzos por la paz.
Y a veces se entendería que la paz es simplemente el resultado de una coyuntura específica. No, estamos en esta situación, desde luego, por el liderazgo del presidente Santos, que estimó que había condiciones dadas para poner fin a un conflicto, pero de ahí hacia atrás hay esfuerzos de por lo menos cinco gobiernos que crearon esas condiciones.
¿Cómo analiza el papel de la oposición sobre el proceso de paz?
Como colombiano y como demócrata celebro que haya oposición política. Me parece que una situación como esta, que no es una coyuntura histórica sino una inflexión histórica, necesita de todos los colombianos y de distintas orillas ideológicas, políticas, para asegurar que haya futuro. ¿Qué es lo que yo le pediría a los colombianos en medio de ese debate político? Que abandonaran el debate personal y que esté fundado en verdad y que este tenga el propósito de construir y no destruir.
¿Qué tan preparada está Colombia para el posconflicto?
Desde el 2014, el Gobierno comenzó a construir una constitucionalidad para el posconflicto. Creó la Alta Consejería para el Posconflicto y luego el Gabinete para el Posconflicto. Ahí hay una institucionalidad naciente y eso lo que señala imperfecciones, no termina de articularse. Ahora que tenemos acuerdo, esa institucionalidad es más robusta y una de mis tareas es articular esas necesidades en el interior del Gobierno, primero para imprimirle velocidad a la implementación, y segundo, para que nos salgamos de una discusión que parece mecánica en la implementación, como si fueran el Gobierno y las Farc los únicos llamados a implementarlos.
Lo que estoy diciendo es que la construcción de la paz implica una gran participación ciudadana, tiene que legitimarse con esa participación ciudadana y eso cobija a empresarios, líderes sociales, medios de comunicación, para que seamos todos los que avancemos en la implementación de esos acuerdos, que al final es construir bases de paz.
Uno de los grandes temores en el posconflicto es que grupos armados ilegales copen los sitios que las Farc están dejando. ¿Qué está haciendo el Gobierno para evitarlo?
Hace un año el Gobierno anunció que las Fuerzas Militares habían preparado el Plan Victoria para copar esos espacios y que la Policía había culminado el plan Comunidades Seguras y en Paz. Hoy se trata de imprimirle velocidad a la ejecución de esa estrategia, porque recibo quejas de que el espacio dejado por las Farc lo quieren llenar criminales y el ELN. En este sentido se han identificado las regiones prioritarias: Tumaco, Catatumbo, Cauca y Chocó, donde hay que aplicar capacidades institucionales importantes en materias preventivas, disuasivas y de persecución del crimen. Pero ahora, sin conflicto con las Farc, hay una capacidad que es excedente que se está empleando justamente para neutralizar a estas organizaciones.
Esas zonas están pobladas de cultivos ilícitos. ¿Por qué cree que, pese a toda la inversión anunciada, no se han logrado reducir los sembrados y por el contrario aumentaron?
Tenemos un desafío enorme con el crecimiento de los cultivos ilícitos en los últimos dos años y sobre esa base se han puesto en marcha dos grandes estrategias. Una de erradicación forzosa sobre los cultivos industriales, que corresponden a intereses de narcotraficantes. El Gobierno no es ingenuo y sabe que aún con acuerdo de paz hay grupos criminales que van a persistir y esos se van a erradicar forzosamente. La meta de erradicación para este año es de 50.000 hectáreas. El Gobierno reconoce que por primera vez en 30 años, sin un conflicto con las Farc, tenemos oportunidad de llegar a 80.000 familias campesinas cocaleras en una tarea de sustitución de cultivos.
En la última semana asesinaron dos guerrilleros que estaban en zonas veredales, hay temor de que sigan los crímenes y que eso pueda atentar contra el proceso de paz. ¿Qué se va a hacer frente a esta situación?
Yo fui el responsable en La Habana de llegar al acuerdo sobre garantías de seguridad. Está en marcha un paquete de acciones y de medidas que parten de una Comisión Nacional de Garantías liderada por el Presidente con ministros, el Fiscal, el Procurador, el Defensor del Pueblo, expertos y representantes de derechos humanos, que será una instancia para hacer seguimiento a las acciones del Gobierno y ver cómo avanzan las tareas preventivas, de protección y de persecución sobre los victimarios que amenacen o atenten contra defensores o excombatientes. También está en marcha fortalecer el sistema de alertas tempranas por todo el país, que le permita a la autoridad reaccionar oportunamente.
El jueves el Presidente dijo que en un mes las Farc deben haber entregado la totalidad de las armas. ¿No es un plazo muy optimista?
La certeza que podemos darle a los colombianos es que no habrá una paz armada en Colombia y por eso hemos recurrido al mecanismo más robusto que se ha puesto en marcha en un proceso de paz, que es un sistema tripartito de monitoreo y verificación con componente internacional. Ese proceso avanza, se han registrado e identificado las armas de la totalidad de integrantes de las Farc agrupados en las zonas veredales y algo que queda es avanzar en el depósito de esas armas en los contenedores. Yo confiaría en que el proceso se surta, como está previsto, con las armas de dotación personal, cosa distinta puede pasar con las armas que están en los depósitos clandestinos.
Cali ha vivido la guerra: bombas, secuestros masivos. ¿Qué tan preparada está la ciudad para recibir a los desmovilizados de la guerrilla?
Este proceso coincide con una situación especial y es que el Alcalde de Cali ha sido víctima y tiene esa sensibilidad con la situación que padeció. Yo escuché su testimonio en La Habana y fue el testimonio de un empresario que, con todas las diferencias ideológicas y políticas con las Farc, dejó allá un mandato claro como lo dejaron otras víctimas: pónganse de acuerdo para que no haya más víctimas en Colombia, y Cali tiene hoy esa fortaleza, que su mandatario tenga esa sensibilidad.
Por otro lado, creo que aquí hay una dirigencia que no claudicó frente a las amenazas duras del conflicto y realidades de esa guerra, de secuestros masivos, carros bombas. Desde la época del M19 hubo incursiones guerrilleras en Pance, al borde de la ciudad, sin embargo, los caleños no claudicaron. Hay toda una posibilidad, ya sin ese conflicto, de poner en marcha otras estrategias relacionadas con reincorporación.
Estoy seguro que ese liderazgo responderá efectivamente. Por otro lado, aquí hay una institucionalidad que se fortaleció mucho como resultado del conflicto. Cuando uno revisa el sistema del dispositivo militar, policial, institucional, está intacto. Sigue habiendo un déficit de infraestructura en justicia. El daño que se le hizo a Cali cuando los terroristas afectaron el Palacio de Justicia es una secuela que todavía se está viviendo, a pesar de todo lo que se ha hecho, seguir fortaleciendo la justicia es una de las prioridades.