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Carlos Holmes Trujillo, ministro de Defensa. | Foto: Colprensa.

MINISTERIO DE DEFENSA

Ser Presidente, la meta que no alcanzó a cumplir Carlos Holmes Trujillo

Carlos Holmes Trujillo tenía planeado renunciar a finales de enero al Ministerio de Defensa, con el objetivo de ser el sucesor del presidente Iván Duque.

26 de enero de 2021 Por:  Redacción de El País - Colprensa

A lo largo de su vida se preparó para algún día ser presidente. Fue quizá esa la razón por la que en los últimos meses también adoptó la costumbre de firmar los documentos con Sharpie, como lo hace el jefe de Estado de los colombianos, Iván Duque Márquez. Sin embargo, a Carlos Holmes Trujillo la muerte le llegó faltando poco para cumplir este propósito porque nadie duda de que la Casa de Nariño era la próxima meta que se había fijado.

Días antes de ingresar al hospital para tratarse las lesiones que el Covid-19 le estaba haciendo a su cuerpo, los allegados de Holmes, como prefería que lo llamaran, lo vieron ejerciendo su rol de ministro de Defensa con la misma convicción que lo llevó a ser uno de los artificies de la Constitución del 91. Eso sí, en medio del miedo que le tenía a pescar el virus que tiene a la humanidad en medio de una pandemia.

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Sin embargo, a finales de enero iba a presentar su renuncia al ministerio que durante los últimos meses de su vida lo hizo madrugar, correr y angustiarse. El objetivo era lanzar su candidatura a la Presidencia. Ya se lo había dicho a sus amigos más cercanos: no quería dejar que el tiempo tomara ventaja, así que antes de la enfermedad se le vio caminando rápido en medio del frenesí que le exigía el cargo, hablando con sus allegados sobre sus planes y extremando los cuidados frente al Covid-19.

Dicen que el gusto por la política lo heredó de su padre, Carlos Holmes Trujillo, quien fue congresista del Partido Liberal, pero haber participado en la Constituyente del 91 le dio las bases para defender sus convicciones hasta el último día de su vida. En esto era inquebrantable y sus amigos siempre le admiraron esa capacidad que tenía de debatir con sus contrincantes, pero con amabilidad y respeto.

Trujillo García era abogado, doctor en Derecho y Ciencias Políticas y Sociales de la Universidad del Cauca, con especialización en Derecho Penal y Criminología, y Máster en Negocios Internacionales de la Universidad de Sofía, Tokio (Japón), donde fue cónsul y embajador. Hablaba japonés con la misma destreza con que se comunicada en los otros idiomas que aprendió a lo largo de su vida.

También fue representante permanente de Colombia ante la OEA, embajador de Colombia ante Austria, Rusia, Suecia, Noruega, Finlandia, Islandia, Dinamarca, Reino de Bélgica, el Gran Ducado de Luxemburgo y jefe de la misión de Colombia ante la Unión Europea. Amigos y personas de su confianza señalan que se movía como pez en el agua en todo lo que tenía que ver con las relaciones exteriores. Aseguran que cuando le tocaba atender compromisos internacionales como canciller de la administración Duque, “parecía el papá de sus colegas”.

“Pierde Colombia a uno de sus mejores hombres y recuerdo hoy, en el dolor de mi alma, ese poema que señala que incluso en nuestros sueños, hay dolores que no se pueden olvidar, que caen gota a gota sobre el corazón, hasta que nuestra propia tristeza es apaciguada por el consuelo divino. Gracias amigo, gracias compañero, gracias ministro, gracias inigualable ser humano”, dijo el presidente Iván Duque al enterarse de la noticia.

Pero no fue al único al que la partida de Carlos Holmes Trujillo le causó un gran desconsuelo. Muchos de sus amigos han lamentado su partida, pero en definitiva, Alba Lucía Anaya, su esposa, extrañará los almuerzos en medio de las correrías de su trabajo, las constantes llamadas en el día y los detalles que tenía con ella en medio de su agitada agenda.

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“Nos encontramos unidos como familia, embargados en el dolor y tristeza, tratando aún de digerir esta lamentable noticia. Conservamos plena confianza que, con fe, honrando su nombre y legado superemos estos difíciles momentos”, comunicaron sus hijos Carlos, Camilo, Iván y Rodrigo.

Además de ser un buen amigo, chistoso y respetuoso, el ministro también fue profesor de distintas universidades y columnista en diversos medios nacionales y autor de obras como El Compromiso, El Voto Programático, y Al Oído de Uribe: Cómo iniciar un nuevo proceso de paz en Colombia.

Pero dentro de su experiencia también destaca que en los años ochenta fue secretario de Hacienda del alcalde de Cali, Julio Riascos y alcalde de esta misma ciudad en el periodo 1988-1990, siendo el primero en ocupar este cargo por elección popular.

Fue fundador y primer presidente de la Federación Colombiana de Municipios desde 1989 a 1990.

Pero, sin duda, un giro importante para Trujillo en su carrera al servicio fue la entrada al uribismo, que inició con su candidatura a la Gobernación del Valle en 2003, cuando fue derrotado por el exvicepresidente, Angelino Garzón.

La entrada en esta esfera de la política le trajo grandes amistades como la del mismo expresidente Álvaro Uribe y el presidente Iván Duque, con quien se enfrentó en 2018 por la candidatura del Centro Democrático, pero lejos de generar rivalidad se convirtieron en un mutuo apoyo para trabajar de la mano.

Frente a este hecho, el presidente Duque ha dicho que en medio de las correrías que representaba la candidatura presidencial ambos se reunían para hablar de los avances y prometieron tener una activa participación en el Gobierno, cualquiera que fuera el ganador. Fue así como tras la llegada de Duque a la Casa de Nariño, Trujillo ocupó el Ministerio de Relaciones Exteriores, donde fue el defensor de los postulados del Gobierno frente a Venezuela.

“Parte el alma el fallecimiento del Ministro Carlos Holmes Trujillo, me deja en tremenda orfandad, su señorío, ecuanimidad, patriotismo, su amistad y compañía de todas las horas. Alba Lucía y familia querida, sin palabras”, señaló el expresidente Uribe ante la noticia.

Su experiencia en el sector público la inició siendo cónsul y encargado de negocios en la Embajada en Tokio, entre 1976 y 1982 en los gobiernos de Alfonso López Michelsen y de Julio César Turbay, y terminó como ministro de Defensa, siempre cuidando el peinado, seleccionado con cuidado las corbatas y tocando sus gafas para hablar, pero con la convicción de defender la institucionalidad, dicen las personas más cercanas.

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