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CONFLICTO ARMADO

Así le devolvieron la fe a Arenillo, un territorio golpeado por el conflicto

Este lugar ha trabajado por ponerse de pie. Hoy, terminado su Plan Integral de Reparación, tiene mucho para mostrar: una comunidad unida y proyectos productivos.

15 de noviembre de 2021 Por: Luz Jenny Aguirre / Especial para El País
El pasado jueves 11 de noviembre se realizó el acto formal de cierre del proceso realizado durante ocho años en este territorio del Valle del Cauca con la implementación de su Plan Integral de Reparación Colectiva. | Foto: Especial para El País

Volver a empezar es quizá una de las decisiones más difíciles de tomar. Implica volver a creer y mirar para adelante pese a los dolores. Aplica para la vida, aplica para casos como el de un pueblo hermosamente verde que queda en las montañas de Palmira y donde hace un frío que jamás se asocia con el nombre de este municipio.

Se llama Arenillo, un caserío pequeño, de una sola calle y de viviendas empotradas en la loma, donde habitan cerca de 700 personas.

Muchos amantes del ciclismo conocen esta ruta, a la que se accede por la vía a Versalles, en el corregimiento de La Buitrera. Ahora es común encontrarse por allí aficionados a este deporte, buscadores de pájaros para fotografiar y cazadores de rincones naturales de encanto, con charcos y senderos incluidos.

Pero no siempre ha sido así. Cuando el conflicto armado estaba al rojo vivo en el occidente colombiano, para Arenillo se convirtió en desgracia ser un mirador estratégico de la cordillera. Allí se apostaron durante nada más y nada menos que cinco años miembros de las autodefensas –Bloque Calima- que a punta de miedo tomaron este territorio como su casa, afectando el alma misma del pueblo: sus maneras de celebrar, de hacer duelo, el tránsito por sus caminos, sus procesos productivos y su propia libertad. A lo que se sumaron numerosos hechos violentos y agresiones que también fueron cometidos por la guerrilla.

Los expertos en el tema llaman a esto “confinamiento”. Y personas que lo padecieron lo denominan un poco más sencillo: es como estar preso en el propio pueblo.

Con la desmovilización de las autodefensas en diciembre del 2004 llegó el fin de esta etapa oscura y el comienzo de otra no menos difícil: intentar ponerse de pie.

Arenillo es un Sujeto de Reparación Colectiva, como otras 57 comunidades, grupos u organizaciones del Valle que tienen esta denominación tras ser reconocidas por el Estado

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El pasado jueves fue un día de fiesta en Arenillo, un día en el que todos recordaron aquel tránsito de la intensa violencia a la profunda soledad y desolación que les dejó la guerra. Al tiempo que hicieron oficial el cierre de su plan integral de reparación colectiva (que duró ocho años), hicieron memoria de lo mucho que les costó volver a creer, incluso en ellos mismos.

“La desconfianza partía desde el mismo vecino, es que hubo mucho dolor. Mucho menos íbamos a creer en las instituciones. Pero hoy todos sabemos que podemos contar con el otro, la comunidad cree en sí misma y estamos unidos pese a lo que se sufrió”, dice Humberto Prieto, líder de Arenillo.

Luz Adriana Toro, directora de la Unidad para las Víctimas en el Valle, reflexiona sobre esas palabras de don Humberto y explica que, aunque un plan integral de reparación colectiva contiene medidas materiales (en este caso un camión, insumos agrícolas, gestión de una deshidratadora de plantas, entre otros), las acciones fundamentales de la reparación empiezan en otro nivel.

Habla de procesos psicosociales pasados por muchas lágrimas, abrazos, dibujos, silencios y desahogos, de elaboración de duelos colectivos, resignificación de los lugares y de procurar sanar eso que tanto dolió por mucho tiempo. Y aunque esta tarea puede estar acompañada de profesionales, es la comunidad la que hace el trabajo, pues se conforman dos grupos con la misma gente del pueblo que se encarga de ser el motor del carro de la resiliencia: el Comité de Impulso y los tejedores y tejedoras, que como su nombre lo indica, con mucha paciencia van trenzando otra vez los deteriorados hilos de una comunidad rota por la guerra.

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Lucero Villalba (quien hace parte de este comité) es una ráfaga de energía hecha mujer que trabaja hoy en el emprendimiento ADA, de aromáticas para bebidas (moringa, manzanilla, cidrón y demás), así como del proyecto del sendero ecoturístico con el que invitan a los turistas a disfrutar de sus maravillas naturales.

“No escogimos la guerra, pero sí escogemos cómo salir adelante”, dijo con contundencia en el acto de cierre, con un puñado de semillas en la mano. Su frase puede ser el lema de la decisión que tomó Arenillo: arrancar otra vez.

Dentro del paquete de tareas pendientes en esa reparación hubo una muy esperada que finalmente se concretó este mes y fue la instalación de paneles solares para el suministro de energía en las casas de la parte alta de la vereda, lo que se hizo realidad a través de un convenio con PNUD y en contrapartida con el Gobierno noruego.

Esteban Güefia es uno de aquellos que ya tuvo cómo poner a funcionar un televisor “y ahora sí los nietos pueden venir más de seguido sin aburrirse”.

Cosas tan cotidianas como tener una nevera y poder leer por la noche no eran posibles en su casa, en pleno 2021.

Volver a empezar es quizá una de las decisiones más difíciles de tomar. Implica volver a creer y mirar para adelante, pese a los dolores. Aplica para la vida, aplica para casos como el Arenillo, que con sus propias manos fabricó el milagro de la segunda oportunidad.

SI está interesado en aromáticas ADA, de Arenillo, o en un recorrido ecoturístico en la zona, puede comunicarse al celular 314 8418393.

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