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Ganarle al covid-19 en una UCI, batalla cada vez más difícil

Las Unidades de Cuidados Intensivos, atiborradas con pacientes con covid, son ahora, más que nunca, espacios donde se conjugan el miedo y la esperanza. Crónica.

3 de enero de 2021 Por:  Andrea Milena Otero / reportera de El País
El Valle se mantiene en alerta roja hospitalaria desde el pasado 27 de diciembre, debido a la creciente ocupación de las camas en las UCI. El personal de la salud insiste en la importancia de respetar las normas de bioseguridad y autocuidarse. | Foto: Foto: Bernardo Peña - El País

E n el rostro de los intensivistas las ojeras están marcadas por la falta de sueño, producto de sus largas jornadas y el estrés permanente de saber que en cualquier momento la vida de otro paciente se puede perder; sin embargo, en sus ojos y en sus voces hay esperanza.

Sus cuerpos están cansados, pero siguen en pie. Cargan consigo secuelas físicas y emocionales que dan muestra de lo difícil que ha sido esta batalla. Son evidentes las lesiones sobre la nariz, mejillas, mentón y orejas por causa de las mascarillas y las gafas que deben usar permanentemente.

Soportan el calor desesperante que producen los trajes de protección y lo hacen por cuidar a sus seres queridos, a los pacientes y a ellos mismos.
“Lastimosamente los pacientes están regresando a las UCI a morir, porque aunque nuestra voluntad es infinita, los recursos no”, narra condolido Germán Alberto León, médico internista e intensivista en la Clínica Sebastián de Belalcázar.

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En cada nueva jornada, el doctor León, quien labora también desde hace 7 años en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica Versalles, se enfrenta al reto de lograr que las personas no mueran en sus manos a causa del Covid-19.

Es un sube y baja de emociones, una combinación entre alegrías y tristezas, “una montaña rusa”, según dice la palmireña Olga Lucía Pérez, coordinadora de las Unidades de Terapia Intensiva del Hospital Universitario del Valle.

Ella, tras 20 años de labores en el HUV y enfrentar la pandemia en primera línea, asegura que el trabajo se ha intensificado por diez, por la necesidad de construir sus propios modelos de tratamientos basados en experiencias internacionales, y porque los protocolos han tenido que mutar con el pasar de las semanas, según el comportamiento de la enfermedad. No obstante, Pérez considera que esta es una gran oportunidad que el mundo le da a la humanidad para que se transforme.

De nada vale que estemos aquí al frente, listos para trabajar si la gente no se cuida. Esto no es responsabili- dad de una sola persona, aquí todos ponemos”, Olga Lucía Pérez, Coordinadora de las Unidades de Terapia Intensiva del Hospital Universitario del Valle.

Pero no es una tarea sencilla de explicar y de entender. Muchas personas siguen ignorando todas las penurias que se viven en una Unidad de Cuidados Intensivos cuando se es médico, paciente o familiar de alguien que está al borde de la muerte.

“Hemos sido maltratados y acusados injustamente, aunque la vida de los trabajadores de la salud gire alrededor del bienestar de los pacientes”, dice la profesional.

Y agrega: “se especuló en un comienzo, por malas interpretaciones y comentarios desafortunados de algunas personas, que los médicos estábamos recibiendo beneficios económicos por tener a los pacientes con covid en nuestras unidades, cuando en realidad nunca ha existido tal situación. Eso nos hizo mucho daño, generó gran desconfianza, e incluso, algunos colegas fueron amenazados”.

Diariamente nos esforzamos por sacar a los pacientes adelante y verlos mejor. Duele mucho cuando no lo logramos. Son pérdidas que dejan huellas”, Germán A. León, Intensivista en la Unidad de cuidados intensivos de la clínica Versalles.

Fueron momentos duros en los que los médicos tuvieron que enfrentarse todos los días, sin descanso, a una población agresiva y hostil que pensaba que el virus no existía.

Sin embargo, después de diez meses de rutina, la motivación para los intensivistas y todo su equipo de trabajo sigue siendo la misma: salvar la mayor cantidad de vidas posible, porque mientras puedan, ellos devolverán un papá a un hijo, un esposo a una esposa, unos abuelos a sus nietos, sin importar lo que esto implique. Estar lejos del hogar, no poder compartir fechas especiales y el miedo por enfermar o llevar el virus a alguien especial, hacen parte del pan de cada día.

“En la medida que el covid se ha ido expandiendo y la prevalencia es mayor, personas más cercanas a uno se están contagiando, a algunos les va bien, pero a otros no. En este tiempo hemos tenido pérdidas cercanas a la familia y grandes amigos médicos han partido de la noche a la mañana. Son pérdidas que llegan a pesar de todos los esfuerzos que hacemos, es algo que produce mucho susto porque lo sentimos cada vez más cerca”, cuenta con preocupación la Intensivista del HUV.

A lo largo de mi carrera he visto a muchas personas morir, pero no a tantas como ahora. Jamás en la vida había tenido que presenciar tanto dolor”, Manuel Hurtado,
Médico internista, Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica DIME.

Juan Sebastián Martínez, por su parte, pasó de ser el coordinador de Cuidados Intensivos en la Clínica Nuestra y miembro del grupo de trabajo de Cuidado Intensivo en el Centro Médico Imbanaco, a ser uno de los pacientes positivos para Covid-19.

Aunque los protocolos de bioseguridad de las instituciones se han intensificado, es el personal de salud una de las poblaciones más expuestas a la enfermedad, evidenciando que nadie está exento de contraerla.

Recordando lo vivido, Martínez cuenta que como paciente positivo para covid, en agosto estuvo hospitalizado durante 2 días. “Es complejo porque desde el punto de vista médico y con los conocimientos previos que uno tiene, se pueden prever las posibles consecuencias de lo que le está pasando. Es algo que genera incertidumbre, sobre todo para quienes somos padres y pensamos que la mejor oportunidad que nos puede dar Dios es tener más tiempo para dedicarles a los hijos”.

Según él, fueron días difíciles, no solo por la necesidad y la sensación de querer seguir adelante para ayudar a más personas, sino por el deseo creciente de estar de nuevo con su familia.

“Acompañar a mis hijas y verlas crecer fue la mayor motivación. Ellas saben que su papá está haciendo algo por la gente. Siempre tuve la sensación de que debía seguir el proceso de tratamiento para poder compartir más tiempo con ellas. Gracias a Dios es así”.

Desde su especialidad, el doctor Martínez asegura que la pandemia le ha permitido reafirmar su vocación de servicio al participar junto a otros colegas de diferentes ramas de la salud en Misión Colombia, un proyecto apoyado por la Superintendencia de Salud que permitió instalar UCI temporales en lugares alejados del territorio nacional, para de esta manera brindar atención a pacientes infectados con Covid-19.

“Soy un convencido de que Colombia tiene personas con capacidades técnicas e intelectuales para llevar atención de alta calidad a poblaciones en zonas alejadas del país”, cuenta.

Su deseo por ayudar a los demás sigue intacto, más ahora que ya estuvo del otro lado, como paciente. Por ello, Martínez asegura que si pudiera dedicarse únicamente a trabajar en misiones humanitarias, lo haría, ese es su objetivo al futuro.

Este esfuerzo logístico, técnico y humano permitió que Misión Colombia llegara a Leticia, Quibdó, Montería, Bogotá, Manizales, Barranquilla y Popayán. En estas ciudades se pudo salvar a más de 500 personas con covid, entre abril y diciembre pasado.

Gracias al trabajo de profesionales y voluntarios que se unieron a este proyecto, entre ellos el doctor Martínez, poblaciones de escasos recursos económicos, reprimidas por la pandemia pudieron ser atendidas.

A pesar de todo, ningún esfuerzo es suficiente. Combatir la pandemia bajo el uniforme de un intensivista es complejo, más cuando las predicciones de los especialistas advierten que el panorama será cada vez más difícil.

Existe registro de pacientes que han contagiado a sus padres, a sus hermanos, a sus hijos, con desenlaces fatales. “Si la gente alcanzara a imaginar la cantidad de cargos de conciencia que uno percibe a diario en la UCI, se cuidaría”, manifiesta Manuel Hurtado, médico internista encargado de pasar revista diaria en la Unidad de Cuidados Intensivos de la Clínica DIME.

“Muchos llegan despiertos y de alguna forma les transmitimos nuestro deseo de sacarlos adelante. Pero, cuando es imposible evitar que el paciente se complique y muera, es un momento difícil para el equipo médico y la familia, porque nadie está preparado para esta noticia”.
Como en una guerra, la pandemia seguirá obligando a los intensivistas a echar mano de lo que puedan para salvar a sus pacientes y ganar una nueva batalla, mientras llega la vacuna.

Dato

Cerca de 1.200 médicos intensivistas prestan sus servicios en Colombia, según el Ministerio de salud.

Desde la Asociación Colombiana de Medicina Crítica y Cuidado Intensivo, Amci, se promueve una red para apoyar a otros especialistas en la atención de pacientes con covid en diferentes zonas del país.

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