ENTRETENIMIENTO
La novena sinfonía del amor de Tarantino por el cine: filmografía de un autor de culto
Durante años, Quentin Tarantino hizo homenajes a los géneros cinematográficos que lo formaron, pero su más reciente película es una declaración de amor total y definitiva al séptimo arte.
Es difícil empezar. Se puede hablar de aquel chico nacido en Knoxville, Tennessee, el 27 de marzo de 1963, hijo de madre soltera y llamado Quentin porque así se llamaba un personaje de la serie sesentera ‘Gunsmoke’ que encantaba a su madre.
O también se puede empezar hablando de ‘Reservoir Dogs’, aquella primera película que fue una conmoción en todo el mundo del cine durante 1992 y que lo convirtió en el Director del Año según la Asociación de Críticos Británicos, a él, un novato con una sola película.
O quizá también se podría empezar por el final —que seguro no es este— y hablar de su más reciente película, ‘Érase una vez en Hollywood’, para luego comprender al genio.
Las críticas alrededor de la novena película de Tarantino —que ha asegurado y sigue asegurando que se retirará luego de realizar su décima cinta— han llegado de todas partes y con excepciones escasas, todas se rinden a la alabanza.
“Tarantino escribe una carta de amor a sus obsesiones”, escribió el crítico Daniel Martínez de Esquire. “Una obra maestra (...) Es el propio cine el que es invocado en su totalidad, en su plenitud, en su rareza y en su desesperación...”, dijo Luis Martínez de El Mundo, mientras que Kevin Maher de The Times, escribió: “Una carta de amor al cine que es una obra maestra”.
La enumeración puede prolongarse por varias páginas. Pero no es conveniente, lo que interesa aquí es tratar de comprender como Quentin se convirtió en Tarantino.
En varias ocasiones ha dicho que uno de sus libros favoritos es ‘El sonido y la furia’ de William Faulkner, en el que, porque la providencia ama las simetrías, el personaje principal se llama Quentin, aunque es mujer.
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No sabemos cuál fue la primera película que vio, o aquella que definió su vocación, pero sí que en su infancia su madre se trasladó a vivir a Los Ángeles a un vecindario de migrantes, lo que significó para él verse sometido a toda la riqueza cultural de la mezcla: vio infinidad de películas hechas por afros y latinos de muy bajo presupuesto, vio los ‘Spaghetti western’ que encandilaban a los jovencitos de la época y también desarrolló la fascinación por el cine de artes marciales.
Pero quizá fue en 1979 cuando todo se precipitó: de 17 años, Tarantino entró a trabajar en el videoclub Video Archives en Manhattan Beach, en donde tuvo acceso a todo el cine que se consumía en su tiempo no solo en Estados Unidos sino incluso en Europa y Asia.
Es por eso que en 2004, en una entrevista publicada por la BBC en la que le preguntaron sobre su formación académica como cineasta, Tarantino respondió: “Cuando la gente me pregunta si fui a la escuela de cine les digo: ‘No, fui al cine’”.
Y fue al cine al estilo romántico: en los grandes teatros de Los Ángeles en donde se veían películas de matiné y vespertina y medianoche, e incluso llegó a trabajar en el Pussycat Porno Theatre de Torrance, California, en donde conoció también el género triple X y del que ha dicho, además, que se hastió.
Quizá eso explique por qué en sus películas el erotismo y el amor apenas si tiene cabida, o se limita a las sugerencias vagas entre un guardaespaldas y una mujer de mafioso en un bar de rock and roll.
Lo nuevo de Tarantino
Su primera película fue un logro contra las probabilidades. Tarantino escribió el guion de ‘Reservoir Dogs’, que se estrenó en 1992 con el objetivo de hacerla con el menor presupuesto posible: pocas locaciones, muchos diálogos, nada de escenas de acción para evitar los dobles.
Al final, gracias a que el productor Lawrence Bender se fascinó con el guion, pudieron conseguir mucho más dinero para la producción (que de 30 mil dólares pasó a 1.2 millones), y Quentin, que actuó en el film, se convirtió en Tarantino.
Se presentó en el Festival de Sundance en donde las críticas estuvieron de lado y lado entre quienes aceptaron su genialidad y quienes deploraron su obscenidad. Pero no había vuelto de hoja, el destino se había pronunciado: Tarantino apareció en escena.
El mítico cineasta caleño Luis Ospina dice que en los 80 y 90 Hollywood daba vueltas moribundas en su deseo furioso de hacer taquillazos, aún a costa de destruir el talento.
Tarantino fue uno de los encargados de revertir la tendencia. Es obvio, fue y sigue siendo, un subversivo, un gran provocador.
Luego llegó 1994 y con su segunda película ya nada podía ponerse en duda: ‘Pulp Fiction’ deslumbró al mundo entero. En Cannes ganó la ‘Palma de Oro’, fue galardonada con el Globo de Oro al mejor guion, obtuvo el Óscar al mejor guion original y más de 40 premios en todo el mundo.
En 1997 estrenó ‘Jackie Brown’, que algunos críticos llaman la menos ‘Tarantiniana’ de sus películas, por sus planos largos, el ritmo lento y la poca violencia y sangre que tanto encanta a sus más furibundos seguidores.
Y para los primeros años del siglo XXI entregó toda su saga de Kill Bill, con una Uma Thurman deslumbrante en cada nuevo volumen: y allí constituyó su primer gran homenaje colectivo al cine. Con ‘Reservoir Dogs’ homenajeaba el cine de atracos, con ‘Pulp Fiction’ el Cine Negro, con ‘Jackie Brown’ el género ‘Blaxexplotation’ y con ‘Kill Bill’ las películas de artes marciales. Todo aquello con lo que había crecido.
En 2007 Tarantino hizo ‘Death Proof’, a la que portales dedicados al cine como ‘Espinof’ califican como “el tropiezo que todo gran director tiene”, hasta que, dos años después, cuando se creía que su genio podía estar agotado, en 2009 entregó otra de sus obras maestras: ‘Bastardos sin gloria’, una ficción sobre la Segunda Guerra Mundial en la que Hitler muere quemado en una sala de cine francesa, que le valió nominaciones en las principales categorías de los Óscar, los Bafta y los Globo de Oro.
En 2012 realizó un nuevo homenaje esta vez al género ‘Spaghetti Western’ con ‘Django encadenado’ que se llevó las estatuillas al mejor guion en los Óscar, Bafta y Globo de Oro; y tres años después entregó ‘Los ocho más odiados’, que se llevó muy malas críticas, hasta que llegó el 2019 con su novena película, ‘Érase una vez en Hollywood’, que es una suma, lo dijo él mismo en una entrevista en ‘Esquire’, de todas sus películas.
Sí, porque eso es esta carta de amor al cine y a los teatros y a Los Ángeles, no es un homenaje a un género, sino un viaje orquestado a través de toda una época y de toda una manera de ver el mundo y de hacer cine: una declaración romántica de 160 minutos hecha como una sinfonía, con altos y bajos, con vértigo y lentitud, con furor y paz, con lágrimas y risa, con sangre y agua. Su novena sinfonía.
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