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CALI

Las claves de Gilberto Rodríguez para convertirse en el 'Vito Corleone' de Cali

Gilberto Rodríguez no fue tan sanguinario como Pablo Escobar, pero sus manos también tenían sangre.

5 de junio de 2022 Por: Redacción El País
Durante su vida delincuencial, el principal interés de Gilberto Rodríguez Orejuela fue no ser extraditado a los Estados Unidos. También quería legalizar el dinero que había obtenido del narcotráfico, pero no logró ninguno de esos objetivos. | Foto: Foto: Colprensa

Aunque a Gilberto Rodríguez Orejuela lo apodaban ‘El Ajedrecista’, por su cabeza fría y capacidad estratégica, hizo una apuesta muy alta, la jugada le salió mal y eso le costó su imperio: confió en políticos. Él mismo hizo esa confesión, después de que miembros del Bloque de Búsqueda lo encontraron escondido detrás de una pared falsa en una casa en Cali.
Por años fue uno de los narcotraficantes más poderosos e influyentes del mundo y, por una campaña electoral, terminó su vida en una celda de la cárcel de mediana seguridad de Butner, en Carolina del Norte, devorado por el cáncer y la hipertensión.

El que otrora fue uno de los dos hombres fuertes del Cartel de Cali, siendo el otro su hermano Miguel, quiso garantizar que su futuro y el de su familia estuviera seguro y por eso trató de cubrir su economía de drogas y sangre con un barniz de legalidad.

Fue eso lo que lo llevó a usar su dinero para corromper e infiltrar a la clase dirigente del país, con el objetivo de debilitar al Estado y garantizar que no sería enviado en extradición a los Estados Unidos.

Esa aproximación al delito enfocada en la corrupción, a través del poder del dinero, fue lo que le granjeó una imagen de que no era un narco violento y vengativo, como Pablo Escobar y los miembros del Cartel de Medellín. Sin embargo, expertos en seguridad y narcotráfico dicen que eso es apenas un imaginario social, que las manos de Rodríguez chorrean tanta sangre como las del llamado ‘Patrón del Mal’.

"Cuando lo capturamos fue muy importante porque todo el mundo lo respetaba. La operación fue jaque mate porque le decían ‘El Ajedrecista’", Rosso José Serrano, general (r) de la Policía.

Tras las huellas de Mario Puzo

Para el periodista Camilo Chaparro, quien cubrió las épocas más crudas del narcotráfico y publicó un libro sobre la historia del Cartel de Cali, Gilberto Rodríguez se veía a sí mismo como una suerte de don Vito Corleone, el magnético protagonista de la novela El Padrino, de Mario Puzo.

Chaparro explica que para el capo caleño se había vuelto una obsesión invertir en negocios legales, para que las futuras generaciones de su familia se insertaran a la sociedad sin la sombra de la violencia y la persecución de las autoridades.

“En algún momento de su vida, Rodríguez conoció El Padrino y allí aprendió una lección para sí mismo: cuando ya tiene todo lo que da el negocio ilegal, hay que tratar de legalizarlo. Él trata de pasar toda su riqueza obtenida del envío y venta de cocaína a los Estados Unidos a través de empresas legalmente constituidas y sueña con volver a la vida civil, igual que intentó hacer Vito Corleone en la novela de Puzo. Es en ese proceso cuando se da cuenta que el camino más expedito para convertirse en un empresario con imagen de impoluto es a través de la política”, cuenta el autor.

Para los jefes del Cartel de Cali era fundamental quedar con su riqueza intacta y evitar la extradición, así que ‘El Ajedrecista’ empezó a mover sus fichas desde muy temprano. Él mismo contó que junto a su hermano intentó ‘echarse al bolsillo’ al expresidente Belisario Betancourt, sin mucho éxito.

"Gilberto solía decir que ningún delincuente u organización criminal es tan poderosa para ganarle a un Estado y no se equivocó. Él terminó extraditado", Camilo Chaparro, periodista y escritor.

Haciendo honor a su apodo, estuvo dos pasos adelante de todos, y decidió que su fracaso era apenas un piedra en el camino e infiltró a un hombre suyo con el disfraz de relacionista público en Bogotá, para que lo mantuviera informado de posibilidades para corromper a alguien más.

Con el tiempo, llegaron a la campaña de Ernesto Samper y esa fue la génesis del Proceso 8000, en el que se habla que entraron entre 4 y 16 millones de dólares procedentes del narcotráfico a la campaña presidencial.

Chaparro opina que la estrategia maquiavélica de Rodríguez de enfrentar a las autoridades con dinero y no con balas y bombas, como sí fue el método Pablo Escobar y sus lugartenientes, dio pie a la creación de un imaginario social de que los de la Sultana del Valle fueron menos violentos que sus contrapartes, pero aclara que esto no es del todo cierto.

“Basta recordar las versiones sobre lo qué ocurrió con la esposa de Guillermo Pallomari”, sentencia.

Pallomari fue el contador personal de los hermanos Rodríguez y quien se convirtió en uno de los testigos estrella del Departamento de Justicia de los Estados Unidos en contra de sus antiguos empleadores, una vez se enfocaron en destruir a ese Cartel. Pallomari declaró que por órdenes de los capos, secuestraron, torturaron y asesinaron a su esposa, Patricia Cardona Cáceres, y a uno de sus trabajadores en 1995.

“Ellos no eran santas palomas, lo que pasa es que era inteligente. Alguna vez, Gilberto Rodríguez me dijo que sabía que era un mal negocio matar a policías y a periodistas porque terminaba teniendo a cientos de ellos en contra de él. Pablo Escobar quiso arrodillar el sistema a punta de bala y de bombas, mientras que Gilberto Rodríguez lo quiso hacer a punta de dinero”, añade Chaparro.

Para el experto en seguridad y narcotráfico, Jhon Marulanda, la formación de abogado de Gilberto contribuyó a que se le viera como un hombre intelectual, distinto a Escobar, pero dice que también era capaz de actos como el ataque con un carro cargado con 80 kilos de dinamita contra el edificio Mónaco, en Medellín, la capital de Antioquia, y que era por el fortín del jefe del Cartel de Medellín y en donde estaba su familia al momento del atentado.

“La violencia del Cartel de Cali fue igual de sangrienta que la de Pablo Escobar, solo que se centró más en la ciudad de Cali y no era tan visible porque no había bombazos y asesinatos de policías”, declara Marulanda.
Álvaro Pretel, investigador de temas de conflicto y narcotráfico, respalda esa afirmación. Para él, el impacto nocivo de los capos en la ciudad fue evidente en los comportamientos anómalos de las cifras de homicidios entre mediados de los años ochenta y mediados de los noventa.

“Cuando se observa las tasas de asesinatos en Cali antes y después de la irrupción del narcotráfico que fue liderado por ellos, se notan las diferencias. Para empezar, hasta más o menos 1986, las cifras eran muy bajas, ubicándose en promedio entre los 15 y 16 casos mensuales, pero después hay un crecimiento exorbitante”, resalta Pretel.

El investigador explica que existía una diferencia fundamental entre los Rodríguez Orejuela y Pablo Escobar en cuanto al manejo de sus hombres.

Mientras el capo paisa era dado a la microgerencia y exigía estar al tanto de todos los movimientos de sus sicarios, ‘El Ajedrecista’ prefería dar autonomía a sus lugartenientes, eso provocó que en Cali se crearan zonas que eran controladas por mandos medios, con la libertad de sus patrones para ejercer control sobre ellas con la estrategia que mejor le funcionara a cada uno.

“Una de las herencias del narcotráfico de los Rodríguez Orejuela es que crearon pequeños capos y cada uno de ellos usaba la violencia para monopolizar su territorio. Hoy en día es muy difícil encontrar a un solo cabecilla que controle el negocio porque se atomizó después de que se acabó el Cartel. Luego de la captura de Gilberto, hubo una lucha por la reorganización interna y eso recrudeció la violencia a índices, incluso, peores que cuando estaba la guerra con los de Medellín”, recalcó el experto. Pero pese a ello, a que logró estar en la cima del poder, la gran jugada de ‘El Ajedrecista’ falló y al final perdió la partida como no la quería perder: extraditado.

Gilberto Rodríguez murió el pasado martes 31 de mayo de 2022, a las 6:54 p.m. en un centro asistencial de la cárcel donde estaba recluido en EE. UU.

Tras su rastro

El general (r) Rosso José Serrano persiguió a Gilberto y al Cartel de Cali por años.

Parte de su labor consistió en conocerlo a fondo y hacer su perfil psicológico.

Lo califica como un hombre de raíces humildes, nacido en Mariquita, Tolima, quien tenía una inteligencia natural.

“Su maldad consistía en que tenía poder para corromper, él no mataba a los uniformados como Pablo Escobar, los compraba”.

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