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Las historias de vida que unen a dos 'rivales' en la vía: Uber y taxis

Aunque antagónicos en escena, los conductores de uno y otro lado terminan compartiendo motivaciones, dolores y los miedos con que ‘bailan’ en la calle. Historia a la carrera.

19 de enero de 2020 Por: Jorge Enrigue Rojas / Reportero de El País
Este es Guillermo Prada, posando feliz con la Faw 2020 que acaba de comprar. El conductor de Uber, Fernando T., prefirió que su carro fuera fotografiado. | Foto: Especial para El País

Guillermo Prada se convirtió en taxista después del sueño americano: al llegar de Estados Unidos compró un Daewoo Lanos 2002, y desde ese mismo año se empezó a ganar la vida movilizando de un lado a otro los afanes de la gente. Con esos 17 años de trabajo, cuenta, educó a tres hijos y ayudó con la crianza de otras dos sobrinas. Conductor profesional certificado en Turismo y Transporte por el Instituto Colombiano de Normas Técnicas y Certificación, Icontec, el hombre rueda por estos días celebrando la salida de Uber; según sus cálculos, desde que la plataforma empezó a funcionar en Colombia abriéndole paso a las demás aplicaciones de transporte, la mancha amarilla perdió el 50% de participación en el mercado. La estadística está basada en su experiencia particular: antes, una jornada de trabajo oscilaba entre los 20 y 22 servicios. Ahora rara vez supera las doce carreras.

Para Fernando T., Uber fue una bendición. Llevaba 18 años como guarda de seguridad en una empresa de vigilancia, hasta que un recorte de personal lo dejó sin empleo una mañana. Entonces el menor de sus tres hijos tenía 5 años y él 44. Recién lo despidieron intentó vendiendo rifas y electrodomésticos, pero solo hasta que se aventuró como conductor, dice, las cuentas de su casa cuadraron. En el 2016 negoció un Kia Picanto gris humo del año, y a partir de aquel momento se dedicó con devoción al oficio de recorrer la ciudad uniendo destinos. De lunes a jueves, Fernando saca el carro de día. Viernes y sábados, en la noche. Gracias a ese horario que se impuso, cuenta, hoy su hija más grande está por terminar sicología en la universidad. Y al menor lo puede llevar a una escuela de fútbol. Con el aire acondicionado a media marcha, el hombre por ahora sigue tranquilo, desenrollando los remolinos del tráfico aun a pesar de que Uber deje de operar el próximo 31 de enero. Con las otras aplicaciones que tiene funcionando en su teléfono, cree que todo seguirá más o menos igual para él.

El año pasado, 206 taxistas de la ciudad fueron capacitados por la Alcaldía de cali en temas relacionados con equidad de género.

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A la hora de salir a trabajar, Guillermo Prada viste camisa, corbata y lleva las mangas largas cerradas al puño. Cinturón y zapatos que combinan. Servir a los demás, está seguro, es una vocación que todos tenemos pero que pocos logran descubrir. Él pudo y por eso también es taxista, explica. Su voz tiene la convincente calma modulada de un coaching de crecimiento personal. Darle la pelea a las promociones de servicio puerta-puerta, en la competencia que las plataformas plantearon en la calle, ha cobrado innumerables víctimas invisibles entre su gremio, cuenta: decenas, tal vez centenas de taxistas que acabaron renunciando al compromiso con los dueños de carros, y otro tanto de propietarios que salió a vender sus vehículos al precio de la circunstancia. No es que le eche la culpa a Uber, pero sabe de un coleguita que se alcanzó con las cuotas y terminó ahorcándose. Por las calles de Cali hoy circulan 736.000 vehículos. 16.000 son taxis legales. 4.000, piratas. En medio de esa ciudad de hierro, unos 12.000 carros ruedan conectados a plataformas de traslado.

Fernando T. dice que desde que Uber anunció su partida le empezaron a llegar mensajes de Cabify, que es una de las pocas aplicaciones que todavía no descarga. Lo narra como una de esas situaciones del tipo banco tratando de seducir al cliente. Cali-Way, por ejemplo, lo enamoró hace poco ofreciendo 0% de ‘cuota de manejo’ para quienes se afilien. Una propuesta comparativamente indecente teniendo en cuenta lo que los demás les cobran por conectarlos con la urgencia de los viajeros. Uber, detalla, se queda con el 30% de cada carrera. Beat cobra el 25%. Fernando dice que Cali-Way nació a partir de otra App que ya estaba funcionando: Way-Cali. Lo que escuchó es que hubo una discusión entre socios que partieron cobijas.

Mito o realidad, lo cierto es que además de los peluqueros, nadie como los conductores —así sean de Uber— para saber lo que cruza por las cabezas de los hombres y mujeres que componen las ciudades. Los cálculos que atraviesan este país, hacen el inventario de 88.000 personas que llegaron a manejar automóviles asociándose a la plataforma más grande del planeta. Cuando acatando la orden de la Superintendencia de Industria y Comercio que los señala de incurrir en prácticas de competencia desleal, el último día de este mes desconecten su servicio en la totalidad del territorio, Colombia se sumará al selecto grupo de naciones del mundo que sacó a Uber de sus calles (Turquía, Bulgaria, Dinamarca, Hungría y Alemania -sin contar a Berlín, Düsseldorf y Munich-).

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En nuestro país, con el antagonismo como ley de vida, el vals de Uber y los taxistas ha supuesto una guerra que ya enumera emboscadas de uno y otro bando, con ataques de vehículos en diversas presentaciones de la malhabida costumbre nacional del todo-vale para arreglar lo que sea. Durante el tiempo en que la tecnología transformó las calles, hubo conductores de taxi, sin embargo, que siendo superiores al odio entendieron el llamado a la reinvención que les hace la coyuntura, como sucede con Guillermo Prada: a sus 55 años acaba de invertir en la compra de una Faw 2020, camioneta utilitaria de corte deportivo y fabricación china, con la que profesionales como él, resalta, responden a las dificultades de la actualidad. “Nosotros no bajamos los brazos, nosotros no vamos a desaparecer…”

Veinte compañeros suyos con camionetas iguales prestaron distintos servicios para Corfecali durante la pasada Feria. Vinculado a Taxis Libres, Chipi-Taxi y la Federación de Taxistas de Colombia, Guillermo hace parte de un grupo que atiende requerimientos de movilidad de 560 empresas. El año pasado, su evolución como conductor lo llevó a tomar un curso sobre equidad de género. El 75% de los clientes que tiene un taxista, dice, son mujeres.

De camiseta, tenis y pantalones rotos según la tendencia, Fernando T. se ve sereno a bordo de su compacto coreano, aunque que la calma laboral de la que goza sea un yunque colgando de un hilo de baba. Sabe que si a las demás plataformas les aplican el mismo juicio que a Uber, se quedaría con los chances de trabajar que hoy tiene un vendedor de directorios telefónicos. “No sabría qué hacer… Regresar a la vigilancia, o a trabajar en una bodega…”, dice deslizando sus pensamientos en el infinito del celular mientras le da trámite a un atasco de mediodía.

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En todo caso Fernando dimensiona la diferencia y comprende algunas razones. Sabe que los costos de un taxi no se comparan con los suyos, porque solo el cupo vale 45 millones de pesos. Y que pagan pólizas. Aunque Uber, recuerda, cubría con un seguro —adicional al Soat del vehículo—, a conductor y pasajeros en caso de un accidente. A lo largo de los casi cuatro años que mantuvo su carro asociado al servicio de la plataforma, Fernando nunca se estrelló. En Cali, piensa, hay espacio para todos. Y por eso espera no desparecer.

Los estimativos del desorden reinante en el tráfico le dan una pequeña esperanza, ya que en este moderno ecosistema digital con la movilidad en jaque, el servicio público difícilmente tiene cómo abarcar las actuales demandas de los usuarios. De acuerdo con un informe de Inrix Analitycs, consultora de movilidad internacional, descontando Brasil no hay otro país en Suramérica donde las personas pierdan tanto tiempo en los trancones, como en Colombia. Y en Colombia, después de Bogotá y Medellín, con 48 horas extraviadas por año, se sitúa Cali. ¿Ahora que expulsaron a Uber, quién transportará la culpa del caos?

“Es el momento de la transformación”

alberto Mendoza, presidente de la Federación Nacional de Taxistas de Colombia, Fedetascol, dice que estos últimos seis años, cuando comenzaron a operar las plataformas de transporte, antes que una calamidad para el gremio, deben tomarse como el punto de partida para su evolución.

”Ahora nos fortalecimos tecnológicamente: actualmente en Colombia hay 24 plataformas habilitadas legalmente como prestadoras de servicio público. En cali hay dos. Lo que viene es la modernización del taxismo”.

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