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Los retos que tiene Dapa para consolidarse como el paraíso de Cali y Yumbo
El corregimiento se ha consolidado como destino turístico y gastronómico, pero enfrenta algunas amenazas: líos con el suministro de energía y conflictos por el agua. ¿Cómo se conserva un paraíso?
El primer restaurante de Dapa era, hace 38 años, un gallinero.
– La región me gustaba, tenía amigos acá, así que decidí comprar este terreno para hacer una finca. Tumbaron el galpón, y quedó la casa de los mayordomos. Con mi familia y algunos amigos veníamos desde Cali a quedarnos los fines de semana para hacer sancocho. Éramos diez, doce personas; un paseo. Y la gente que pasaba por la finca me preguntaba: ¿qué venden aquí? Y yo: “nada”. Varias personas se detuvieron a hacer la misma pregunta porque en la zona no había restaurantes, hasta que, cuatro años después de haber comprado la finca, se me ocurrió abrir uno: el Rancho de Amaro.
Amaro Osorio, el propietario, cuenta la historia en una de las mesas del restaurante rodeado de algunos de sus vecinos y amigos, que enseguida le hacen un chanza:
– Amaro definitivamente es el Cacique Dapañunga– anota Jorge Elías González, el gerente del Centro Comercial Dapa Mall, como queriendo decir que lleva tantos años en la zona que incluso perteneció a la comunidad indígena que gobernó el Gran Dapa y de donde proviene el nombre del corregimiento.
Amaro se carcajea hasta sonrojarse y continúa su relato. A eso de las 4:00 de la tarde, los caleños que iban a comer a su Rancho se reunían alrededor del fogón para combatir el frío mientras tomaban chocolate o aguapanela con queso.
El plan fue corriendo de voz en voz, al punto que, de a poco, y después de otras circunstancias, como algunos problemas con el agua, cada vez más escasa, Dapa dejó de ser una zona con vocación agropecuaria para convertirse en un destino turístico y gastronómico.
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Incluso uno de los dos colegios del corregimiento, la Institución Educativa Rosa Zárate de Peña (el otro colegio es la institución educativa Policarpa Salavarrieta), modificó su modalidad educativa. Los alumnos egresan con conocimientos tanto en turismo como en gastronomía, cuando anteriormente el énfasis de las materias era la agricultura.
Tras la apertura del Rancho de Amaro, ubicado en el kilómetro 9 de la vía al corregimiento, comenzaron a inaugurarse otros restaurantes. De hecho, dice Marghy Ferrerosa, quien trabaja con la Alcaldía de Yumbo y la Gobernación del Valle, la ruta gastronómica de Dapa forma parte del Corredor Turístico del Pacífico, uno de los 12 corredores creados por el Ministerio de Turismo a nivel nacional para fomentar las visitas de los turistas a todos los rincones de Colombia.
En el caso de Dapa, la ruta gastronómica inicia en el Centro Comercial Dapa Mall -donde hay un punto de información turística- y termina 14 kilómetros después, en La Barra de Manolo, recorriendo en total 22 restaurantes tanto de comida típica -los aborrajados gigantes son famosos- como otras cocinas como la mexicana, la argentina, la española o la italiana.
Algunos turistas, sin embargo, van a Dapa no propiamente a comer bien sino a hacer deporte -sobre todo ciclistas y caminantes- otros buscan el corregimiento en busca de hospedajes que los conecten con la naturaleza, otros lo prefieren para avistar aves en su bosque de niebla, otros prefieren ir a rumbear y varios miles lo escogieron para vivir.
– Disfrutar del amanecer en Dapa es algo único. A veces, en días despejados, se puede ver el Nevado del Huila (la altitud del corregimiento va desde los 1000 hasta los 2200 metros sobre el nivel del mar) al tiempo que se escucha el canto de los pájaros– dice Ximena López de Mesa, quien vive en Dapa desde hace dos décadas y, junto con su esposo, Juan Pablo Isaza, abrieron hace diez años Di - Dapa, una empresa dedicada a la lechuga hidropónica cuya eslogan, se lee, es “viva hasta la mesa”.
Aunque no hay datos precisos, un censo, se estima que en Dapa viven entre 10.000 y 12.000 personas. Un estudio de mercado del centro comercial Dapa Mall indica que hay entre 3000 y 3500 familias estrato 5 y 6. Alrededor de Dapa, en Acopi, una zona netamente industrial, trabajan 34.000 personas, un target muy interesante para los restaurantes.
En el corregimiento, por supuesto, también viven ‘dapeños’ que llegaron a la zona hace décadas, sobre todo desde el departamento de Nariño. En enero en Dapa se celebra el Carnaval de Negros y Blancos, la tradicional fiesta del sur de Colombia, y durante todo el año los jóvenes nacidos en el corregimiento, además de estudiar, se dedican a jugar fútbol, a caminar por los senderos, a trabajar los fines de semana en los restaurantes y en los hostales, o como guías turísticos, y, el segundo sábado de cada mes, asisten a los conciertos que se programan en la iglesia San Francisco de Asís. El pasado sábado 13 de abril, previo a la Semana Santa, se presentó el Cuarteto Serendi del Instituto Departamental de Bellas Artes de Cali.
Pero aunque casi todos están de acuerdo en referirse a Dapa como “un paraíso en las alturas” donde “el aire acondicionado es natural”, la zona también enfrenta dificultades.
En el Rancho de Amaro, antes de las bromas de rigor a su propietario, dialogaban sobre los problemas con el servicio de energía. En invierno el servicio se corta por los rayos y la caída de las ramas de los árboles, y en verano por las cometas que se enredan en las redes.
Ha habido días en que la energía “se va” un viernes y “regresa” el domingo, dejando al corregimiento incomunicado: la señal de celular se cae, no funciona Internet, salen de servicio los datáfonos de los restaurantes y hospedajes, se detienen las motobombas de las empresas.
El miércoles previo a la Semana Santa la comunidad radicó en Emcali un derecho de petición firmado por 647 personas, para que la empresa que suministra el servicio explique qué está sucediendo con la energía eléctrica, pero sobre todo exigen que plantee soluciones. Las redes son antiguas, para empezar, y, cuando hay daños en Cali las cuadrillas encargadas de hacer las reparaciones en Dapa primero se ocupan de la ciudad y después suben al corregimiento.
– A nosotros nos ha tocado trabajar a la luz de una vela -dice Ximena López, la gerente comercial de Di – Dapa, en una mesa del Rancho de Amaro quien, por su parte, toma la palabra para advertir sobre otro problema: el agua está escaseando y no a todos les llega potable.
– El agua de Dapa proviene de varias quebradas como La Sonora, El Silencio, el río Arroyohondo. Sin embargo, como tanta gente está llegando, e incluso hay invasiones, hay una gran cantidad de conexiones fraudulentas. Hay gente que va tomando el agua de las quebradas, desviando cauces, sin medir las consecuencias. Y la contaminación es un problema gravísimo.
Dapa es un corregimiento del municipio de Yumbo dividido en once veredas. El corregimiento inicia en Dapa Mall y termina muy arriba, en Chicoral, donde se encuentran los cultivos de Té, en límites con el municipio de La Cumbre.
Cada vereda tiene un acueducto, pero no todos funcionan de la misma manera. Solo tres empresas de acueducto garantizan que el agua llega tratada en sus plantas. Al resto de la gente el agua no le llega potable, con el agravante de que a las quebradas van a dar los desechos de algunas casas.
Por eso, dice el profesor Harold Trujillo, que orienta el área de turismo en el colegio Rosa Zárate de Peña, una buena parte de los habitantes de Dapa debe hervir el agua. El Centro Comercial Dapa Mall debió montar su propia planta de tratamiento. Hace unos días, además, denunciaron ante la CVC a una construcción que decidió desviar el cauce exclusivamente para la unidad residencial que se está levantando, dejando al resto sin una gota.
Que no llegue el agua potable, interviene Juan Pablo Isaza, el propietario de la empresa de lechugas, hace que muchas personas se enfermen con más frecuencia, con otro problema: en Dapa no hay un centro de salud, por lo que los enfermos deben desplazarse hasta Yumbo o Cali, con los respectivos costos que eso implica.
En el corregimiento sus habitantes tienen la sensación de que la Alcaldía de Yumbo no invierte en esos asuntos como el centro de salud porque considera que “allá viven los ricos, luego no necesitan”.
Tal vez haya algo de eso, pero también en Dapa existe un lío de títulos. Hay predios que no se saben de quién son, por lo que no es posible levantar un centro de salud en terrenos cuyos dueños se desconocen.
Algunas edificaciones, de otro lado, se construyeron en zonas que fueron catalogadas hace décadas como reserva forestal, por lo que en teoría no debería existir nada distinto al bosque. Hace un año se declaró otra área como reserva forestal, ubicada entre La Cumbre y La Elvira, donde, en teoría, tampoco se puede construir.
Se trata, en el fondo, de mantener un equilibrio. Dapa, dice Carlos Castro, un aficionado al ciclismo de montaña que vive desde hace 20 años en el corregimiento, está al borde de saturarse.
– Muchos de los que vivimos acá tomamos una decisión: no salir de la casa los domingos, para dejarle la carretera libre a los turistas.
El temor de algunos es que la tranquilidad y el silencio sea reemplazado por el bullicio y los trancones de un domingo en el kilómetro 18 de la vía el mar.
Dapa, reitera Carlos Castro, es un lugar donde confluyen distintos intereses. Algunos quieren al corregimiento para vivir, otros para pasar el fin de semana, otros para ir a comer, otros para rumbear, otros para hacer deporte y disfrutar de la naturaleza. Lograr una buena convivencia en medio de todos esos intereses que a veces chocan, es el reto que se debe resolver para que el corregimiento siga siendo un paraíso en las alturas.
En detalle
Dapa tiene una altitud que va desde los 1000 hasta los 2200 metros sobre el nivel del mar, lo que posibilita la existencia de diferentes ecosistemas: bosque seco en la parte baja hasta el bosque de niebla en la parte alta.
El corregimiento hace parte de la subcuenca del río Arroyohondo, tributario del río Cauca.
En ciertos sectores, en días despejados se alcanzan a observar el Nevado del Huila.
La Institución Educativa Policarpa Salavarrieta de Dapa está ubicada en la vereda Miravalle, a la altura del kilometro 9.
Se trata de un colegio público y atiende a 456 estudiantes en cinco sedes: Alto Dapa, Cristo Rey, Salazar, Jose Antonio Páez y la principal que también recibe el nombre de Policarpa Salavarrieta.