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Abad fue secuestrado en dos ocasiones ejerciendo su oficio. Además, ha regresado a los lugares donde ha tomado las fotos porque, dice, no concibe quedarse solamente con la imagen, porque la vida sigue y lo único que quiere la gente es vivir en paz. | Foto: Aymer lvarez

CULTURA

Exposición de Jesús Abad Colorado seguirá en La Tertulia hasta enero

Jesús Abad Colorado ha recorrido el país para contar la violencia a través de fotografías y crear memoria. Sus fotos estarán en La Tertulia hasta enero.

27 de noviembre de 2019 Por: Susana Serrano / Reportera de El País

La primera exposición de Jesús Abad Colorado fue a los 24 años de edad, en 1991, cuando todavía era estudiante de periodismo en la Universidad de Antioquia.

Se llamaba ‘El color de las comunas de Medellín’ y gracias a la gestión del padre Francisco de Roux, presidente de la comisión de la verdad, dicha muestra llegó a Estados Unidos.

“Con la cámara que me regaló mi hermana mayor, que fue mi primera cámara, me dediqué a caminar la ciudad de Medellín y retraté la resistencia a la guerra que generaban los jóvenes de los barrios populares a través de los grupos artísticos que formaban. En ese momento la guerra con el narcotráfico y el narcoterrorismo de Pablo Escobar era lo que se conocía en la ciudad y yo monté esa exposición para hablar del color y la vida”, cuenta Jesús Abad, quien más que retratar la violencia busca mostrar esperanza.

Después de esa exposición y de tener la oportunidad de retratar a Bernardo Jaramillo Osa y a Carlos Pizarro León Gómez días antes de que los mataran, Colorado entendió que “la forma de escribir la historia iba a ser haciendo fotografías”.

Jesús Abad Colorado nació el 22 de junio de 1967, en una familia de seis hermanos de padre y madre y una hermana de crianza, “que es la única que no tiene un nombre bíblico. De resto todos tienen el Ester, el Rosario y el María”.

“Llevar el nombre Jesús obviamente es una carga muy berraca, pero para mí es chistoso, por eso siempre le digo a la gente que me llame ‘Chucho’, porque a veces llegan y me dicen ‘Maestro’ y con ese nombre de Jesús, pues no”, cuenta ‘Chucho’.

Cuando se graduó de la universidad entró a trabajar al periódico El Mundo y luego estuvo un tiempo en El Colombiano, pero actualmente ya lleva 19 años sin estar ligado a ningún medio de comunicación.

“No voy a un lugar para hacer fotografías y después salir a vender una historia, voy a solidarizarme, a dejar un testimonio contra el olvido. Para mí eso es una lucha por la vida, porque cuando uno olvida a las víctimas de este país, a los que resisten, a esos que se la pasan honrando la memoria de los ausentes, a los que honran la vida defendiéndola, esa si es la muerte, porque, como decía el maestro Manuel Mejía Vallejo, ‘uno se muere cuando lo olvidan’”, dictamina.

Por eso no solo toma fotografías, también se mezcla con la gente, las conoce, memoriza sus nombres y las nombra en cada exposición, porque para él los verdaderos protagonistas de su trabajo son las víctimas, los campesinos, los afros, los indígenas, que son “los mayores perdedores de esta guerra”.

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Es una hazaña ver cómo recuerda sin problema el nombre de María Eurelia Morena Mela, que un día en Bojayá, Chocó, cuando estaba de visita por el aniversario número 17 de la tragedia, lo paró en la calle para bendecirlo y agradecerle por su labor.

O el de Cristina Taquinas Bautista, una trabajadora social asesinada, líder indígena del Norte del Cauca, de quien ‘Chucho’ aprendió que “frente al fusil está la palabra”.

O también a Ubertina, esposa de Aniceto, a quien ayudó a enterrar luego de que falleciera al recibir un impacto de bala, estando en la cocina de su casa, al quedar en medio de un fuego cruzado entre la antigua guerrilla de las Farc y el Ejército.

“Muchas veces he bajado la cámara para ayudar a otras personas y también la he bajado por respeto. Una cámara puede llegar a incomodar y no es más importante una fotografía que el consideración y la vida de una persona”, dice él.

‘Chucho’ se disculpa por las respuestas tan largas, pero no es hombre de pocas palabras. Se denomina a sí mismo como un ‘palabrero’, porque “más que escribir yo cuento historias y las cuento para darle rostro a eso que vi y para dejar un testimonio”, por eso el nombre ‘El Testigo’, porque puede que él no lo viviera en carne propia, pero lo registró con su cámara, conversando con las víctimas e impidiendo que se las trague el paso del tiempo.

“Tenemos que cumplir con ese deber de memoria que no es del pasado, sino de un presente que nos compromete con la no repetición, que puede que se demore algunos años, pero con la cual no podemos perder la esperanza, porque si nosotros la perdemos, ¿qué le vamos a decir de aquellos que llevan décadas viviendo en territorios apartados y sintiendo la guerra?”.

‘Chucho’ recuerda a Toño y a Mercedes, un matrimonio que vive en un pueblo a siete horas de Santa Marta, vivió la guerra, perdió a gran parte de su familia en los enfrentamientos y hoy tienen un apiario junto con la comunidad y están aprendiendo a hacer miel.

“Yo nunca me quedo contento con hacer una buena fotografía que se publique para hablar del dolor de este país. Yo quedo contento cuando puedo ir y entiendo que los que vivieron situaciones de dolor se levantan una y otra vez para seguir creyendo que otro país es posible”, cuenta.

Como Domingo Chalá, el hombre que recogió los muertos dentro de la iglesia de Bojayá, que hoy es cantante y compositor, que canta las canciones de memoria, porque no sabe escribir, que también tiene un cultivo de piña “deliciosa”.

Pero, “aquel hombre que cultivaba piña y que yo quiero tanto, ahora le da susto llevarme a su cultivo, porque otra vez los campos se llenaron de grupos armados que se han ido multiplicando y la gente nuevamente tiene miedo en las montañas y teme volver a los ríos. Ahí entiendo que la noche de la violencia aún no ha terminado”.

‘Chucho’ cuenta que en el pasado era más peligroso denunciar la corrupción que ir a las zonas del conflicto, pero hoy tanto los periodistas como los documentalistas corren mucho riesgo yendo a estos territorios de guerra. “Si allá en la montaña irrespetan a los líderes sociales, qué nos harían a nosotros, es un peligro”.

Para Jesús Abad “el mejor homenaje que le podríamos hacer a todas las víctimas del conflicto y a todos los que no pierden la esperanza de vivir en paz, es rodear un proceso de paz, porque este depende de todos nosotros, no de un solo presidente o de un grupo político”.

Narrar la resistencia

La naturaleza

“La misma naturaleza es el mejor ejemplo de la resistencia. Sin nosotros la naturaleza sobrevive, resiste y se multiplica, pero nosotros sin ella no somos nada”, dice Colorado.

Abad cuenta que ha visto árboles crecer en sitios dónde hubo guerra y desplazamiento. Lo más increíble que ha visto ha sido un árbol que nació y creció en un segundo piso y sus raíces caen al piso de abajo.

Reencuentro

“Al lanzamiento en Cali llegó Eugenio, el hombre del sombrero y la bebé en brazos, y estuvo aquí con su hija ya grande, 17 años después del retrato. Por eso vuelvo a los territorios porque la vida continúa”.

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