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“Los patógenos zoonóticos (responsables de alrededor del 60% de nuestras enfermedades infecciosas) son los que se pasan repetidamente entre humanos y otros animales (...) El virus del SARS (2003) resultó ser una sola rama, fina y pequeña, junto a todo un grupo de ramas que representaban a los gérmenes que habitan en los murciélagos de herradura que se hallan en China". David Quammen en 'Contagio'. | Foto: Foto: AFP

CIENCIA

Historia de un contagio anunciado, entrevista con el periodista científico David Quammen

El periodista David Quammen publicó por primera vez en español ‘Contagio’, un libro del 2012 donde advirtió sobre la inminente aparición del coronavirus. Diálogo con el autor que escribió la novela real de la pandemia, antes de que esta ocurriera.

19 de julio de 2020 Por:  L. C. Bermeo Gamboa, periodista de Gaceta

Primero ira, después vergüenza y finalmente decepción. Así debe sentirse cualquiera que, conociendo una verdad vital para el futuro, observa el inmenso desastre que causaron todos a su alrededor, solo poco después de advertirles que tuvieran cuidado, que era peligroso y todo daño sería irreparable. Es la condena de la sabiduría, que como en el mito de Cassandra, nunca nadie la escucha a tiempo. Eso mismo ocurre con el conocimiento científico aún en el siglo XXI, como se puede comprobar ante la tragedia global ocasionada por la pandemia del nuevo coronavirus, que aunque fue advertida a tiempo por la ciencia, nadie atendió.

Virólogos, epidemiólogos, biólogos y ecologistas de todo el mundo, como cuenta el periodista científico David Quammen en su libro ‘Contagio, la evolución de las pandemias’ (Debate, 2020), todo ellos anunciaron en su momento, con alarma y pruebas científicas, el advenimiento de una nueva pandemia. Pero, como a la pitonisa descabellada de Troya cuando gritó a su pueblo que el caballo gigante era una trampa de sus enemigos griegos, la condena se repitió. El monstruo que contenía cientos de guerreros en su interior entró y arrasó con la ciudad. En ese momento, cuando ya no había posibilidad de reacción, solo de resistencia y ayuda divina, alguien pensó que habría sido bueno escuchar sus sabias advertencias. Esta consciencia tardía del troyano herido de muerte, reconociendo su ignorancia, no es diferente a la de millones de seres humanos en la actualidad, quienes aislados en sus hogares leen en ‘Contagio’ todas las investigaciones que antes del brote de Wuhan en 2019, buscaban prevenir de la actual pandemia.

Por ello, no es extraño el disgusto que siente David Quammen cuando comprueba que su libro, pese a convertirse en un referente mundial para comprender el origen zoonótico del virus SARS-CoV-2, no logró cumplir su propósito inmediato más noble.

En ‘Contagio’ podemos seguir la historia minuciosa de cómo los científicos vienen desde hace más 50 años estudiando los principales virus zoonóticos —que saltan de animales a humanos— que se han descubierto en diferentes lugares del mundo, entre ellos: Machupo (Bolivia, 1961), Marburgo (Alemania, 1967), Ébola (Zaire y Sudán, 1976), VIH (identificado en Nueva York y California, 1981), Hendra (Australia, 1993), Gripe aviar (Hong Kong, 1997), Nipah (Malasia, 1998), SARS (China, 2003) y MERS (Arabia Saudí, 2012). En paralelo a su relato científico, David Quammen también asume la perspectiva del ciudadano común ante esta realidad viral que solo ahora reconocemos, y reflexiona por todos: “Así que, cuando dejemos de preocuparnos por este brote, tendremos que preocuparnos por el siguiente. O hacer algo para cambiar las circunstancias actuales”.

Con esto se refiere a las circunstancias establecidas por una sociedad desigual, guiada por líderes inconscientes que al no invertir en sistemas de salud dignos y en investigación científica, dejan indefensas a las poblaciones. No obstante, ‘Contagio’ también revela el origen ecológico de los virus, ya que como han comprobado los biólogos evolutivos, la afectación irresponsable sobre los ecosistemas (principalmente la deforestación), y el comercio con especies salvajes (en mercados exóticos), genera permanentemente procesos de zoonosis. En este sentido, Quammen identifica suficientes casos en los que la ignorancia (en todos los niveles sociales) del aspecto biológico en los procesos de contagio, ha provocado la mayoría de brotes virales.

Así ocurrió con el Ébola en África, cuyos primeros contagiados fueron unos aldeanos que comieron carne de un chimpancé hallado muerto en la selva. Pero, aunque el Ébola se haya descubierto en un contexto que algunos calificarían de primitivo, Quammen aclara que los contagios no dependen del atraso o desarrollo de una sociedad en particular, por eso recuerda que la Psitacosis (conocida como la fiebre del loro), una enfermedad bacterial que se descubrió en 1929 en Baltimore (EE. UU.), se desencadenó cuando un hombre obsequió a su esposa un loro procedente de Suramérica. Sin embargo, lo más decepcionante ocurrió en 2003 con el primer brote del coronavirus SARS en un mercado de Cantón en China, donde un hombre “que había ayudado a preparar comidas con ingredientes como pollo, gato doméstico y serpiente” inició el proceso que en menos de 6 meses contagiaría a más de 8.000 personas en cinco países (China, Singapur, Tailandia, Vietnam y Canadá) de las cuales fallecieron 774. Decepcionante, porque haber controlado esa epidemia internacional debía constituir una importante lección para esos gobiernos, algo que los alertaría para evitar una probable pandemia, como en ese momento advirtieron los científicos. Pero que en 2019 surgiera un nuevo brote, obedeciendo a circunstancias similares, una nueva especie de coronavirus (SARS-Cov-2) hallado en otro mercado de animales, esta vez en Wuhan (China), esto solo podía significar que esos gobiernos —y el mundo— no habíamos aprendido nada. Si 774 fallecidos en 2003 no eran un llamado de atención, esperemos que las 603.000 víctimas —por ahora— del Covid-19 merezcan una reacción más inteligente.

La pandemia del SARS-Cov-2 podíamos haberla evitado, por eso David Quammen siente disgusto del éxito que obtiene ahora su obra, puesto que él la publicó originalmente en 2012, cuando había tiempo. Titulado en inglés como ‘Spillover: Animal Infections and the Next Human Pandemic’ o ‘Derrame: infecciones de animales y la próxima pandemia humana’, este libro fue el resultado una investigación prolongada por más de 20 años, en los que Quammen acompañó a científicos de campo y laboratorio, en selvas, pueblos y regiones apartadas de Estados Unidos, Australia, China, Singapur, Malasia, Filipinas, Ruanda, Sudán, Angola y República del Congo, conociendo detalladamente sobre los procesos de contagio allí ocurridos y su relación con el impacto ecológico. Entonces, el objetivo de Quammen era generar una gran consciencia colectiva para prevenirnos del desastre de un nuevo virus, en ese momento, tal vez él no lo sabía, estaba interpretando su canto de Cassandra. Por eso hoy, cuando todos como el troyano herido se sorprenden ante la virulencia del Covid-19, Quammen solo puede sentir eso: ira, vergüenza y decepción.

“Todo —el virus procedente de un murciélago que después pasa a los humanos, la conexión con un mercado en China (Wuhan), el hecho de que se trate de un coronavirus— era predecible. Es lo que los expertos a los que entrevisté para mi libro me decían. Lo único que me sorprende es la falta de preparación de los Gobiernos y los sistemas sanitarios públicos para afrontar un virus como este. Me sorprende y me decepciona. La ciencia sabía que iba a ocurrir. Los Gobiernos sabían que podía ocurrir, pero no se molestaron en prepararse”, dice el periodista con inocultable amargura.

De hecho, su libro puede leerse como un inventario de ‘plegarias no atendidas’ de la ciencia. En cada capítulo un científico distinto halla la relación entre un animal que es reservorio -no causante- de un virus, y manifiesta su temor por la aparición de esa Próxima Gran Pandemia, una que ya estamos padeciendo. Ahora bien, ellos también afirman que no será la última, por lo que ahora mismo con la consciencia tardía, sigue siendo necesario atender el llamado que hacen los científicos en ‘Contagio’.

“Las enfermedades del futuro son motivo de gran preocupación para las autoridades sanitarias y los científicos. No hay ninguna razón para suponer que, en la época actual, emerja un extraño microbio procedente de algún animal. Algunos agoreros bien informados llegan a hablar de la Próxima Gran Pandemia (PGP) como algo inevitable. ¿Estará la próxima gran pandemia causada por un virus? ¿Saldrá de un bosque tropical o de un mercado en el sur de China? ¿Matará a treinta o cuarenta millones de personas?”, escribió Quammen ocho años antes de Wuhan, pero nadie con el suficiente poder de cambiar el rumbo de la historia escuchó, menos en su país donde el mismo presidente invitaba a desobedecer las medidas de prevención, una nación desarrollada donde actualmente tienen 3,78 millones de contagiados y 142 mil fallecidos por Covid-19, pese a lo cual en la última semana no dudaron en reabrir los parques de diversiones de Disney.

De forma sutil, Quammen también abre el debate sobre el peligro que implica sostener por más tiempo nuestra voracidad carnívora, ya que si en los mercados chinos se venden carnes de rata de bambú, tejón, civeta, murciélago, serpiente, perro, gato, rana, chimpancé, pavo real, entre otros animales menos exóticos, no podemos simplemente pensar que este gusto bárbaro —una moda gastronómica conocida en oriente como ‘ye wei’ (sabores silvestres)—, es una licencia cultural cuando sus consecuencias son globales. De hecho, un mercado en países suramericanos no es menos diverso —por no decir salvaje—, aquí en Colombia podemos conseguir sin mucho esfuerzo carne de iguana, serpiente, tortuga, oso perezoso, tiburón, o de una especie de rata llamada cuy. Por esto, la repugnante celebridad del festival de carne de perro realizado cada año en China, cancelado temporalmente —¿en serio?— por la pandemia del Covid-19, no es óbice para que la sociedad occidental, depredadores a su vez de gallinas, pollos, patos, vacas y cerdos, nos consideremos superiores o en menor riesgo de desencadenar la próxima pandemia.

Desde la ciudad de Bozeman (Montana), donde David Quammen lleva un estricto aislamiento en una casa de campo, cultivando su jardín y estudiando cada detalle la actual pandemia para su próximo libro, el periodista de 72 años habla de su vocación por la divulgación científica y de los peligros que corre una sociedad indiferente a la ciencia. Una sociedad que lo hace sentir vergüenza cuando cae fácilmente en fake news y teorías de conspiración. Una sociedad de la que no puede evitar sentirse decepcionado cuando continúa eligiendo líderes inconscientes, personajes cuya ignorancia de las relaciones entre ecología y salud global, nos llevaron a enfrentar con total ingenuidad una pandemia anunciada. Una sociedad que le produce enojo, cuando después de rechazar todos los llamados de la ciencia, ahora rezan —con el Papa Francisco desde el Vaticano— para que los científicos antes ignorados, asuman la responsabilidad de encontrar cuanto antes una vacuna, algo en lo que ya están trabajando, pues su compromiso está por encima de cualquier diferencia. Pero, si el comportamiento social y la voluntad de los gobiernos no cambian sus prioridades por un proyecto coordinado y colectivo como especie, y asumen de una vez la responsabilidad frente al cambio climático y los virus emergentes que podrían desencadenarse a futuro, entonces los científicos estarían de nuevo condenados ya no como Cassandra, sino como Sísifo.

¿La pandemia que estamos viviendo fue un contagio anunciado en su libro?

Este libro predijo el futuro en 2012 y ahora el futuro está aquí. Este es el próximo Big One que describí, y no es bonito. Pero no fue mi presciencia la que me permitió advertir a las personas sobre un contagio, un coronavirus, una pandemia, sino la presciencia de los científicos cuyo trabajo e ideas describí. Esta es su historia, de sus advertencias que no fueron escuchadas.

Según su libro podría aparecer en el futuro un virus peor.

¿Habrá otro después de este? Sí. ¿Será tan malo como este o peor? Posiblemente, sí. Tal vez porque tenemos mala suerte y no aprendemos las lecciones.

¿Incluyó nueva información en esta nueva edición de ‘Contagio’, o algunos cambios de acuerdo a las nuevas investigaciones sobre virus?

No. La dinámica de las enfermedades zoonóticas no ha cambiado. Solo los detalles de este caso en particular. No escribiré nuevos capítulos para ‘Spillover’ porque es un libro terminado, justo en su momento y está bien por ahora, en términos de explicar la dinámica de la enfermedad zoonótica. Sin embargo, escribiré un nuevo libro sobre Covid-19, para tratar de explicar cómo hemos fallado tan miserablemente en cumplir con las advertencias que se ofrecieron e iluminar lo que es único y misterioso sobre esta pandemia.

¿Qué lo motivó a investigar por tanto tiempo sobre los virus y los procesos de contagio?

Durante mucho tiempo he estado interesado en los campos de la ecología y la biología evolutiva. Hace veinte años, mientras caminaba por un bosque de África Central en una misión a National Geographic, como parte de una expedición épica, me interesé profundamente en la ecología y la biología evolutiva de un virus temible en particular: el Ébola. Eso me llevó a una fascinación más amplia por los fenómenos de las enfermedades zoonóticas, que se extendieron de los animales no humanos a los humanos, causando brotes y pandemias. El libro vino se originó de eso. Pasé otros cinco años, una vez que comencé, siguiendo a científicos de enfermedades a través de bosques tropicales, cuevas y otros sitios de campo y, finalmente, escribiendo el libro.

¿En su opinión cómo han actuado los científicos de la salud en esta pandemia del Covid-19?

Muchos científicos de enfermedades han sido valientes y perspicaces. Muchos funcionarios de salud pública han sido vigilantes y responsables. Es el liderazgo político el que nos ha fallado y ha permitido que esta amenaza predecible se convierta en un desastre incontrolable. El liderazgo político ha sido desastroso, especialmente en mi propio país, donde la presidencia actualmente está ocupada por un ignorante narcisista.

¿Cuáles son los datos esenciales que debemos saber para comprender claramente los virus y la forma como ocurren las pandemias?

Los nuevos virus que infectan a los humanos provienen de animales salvajes. El contacto disruptivo entre humanos y animales salvajes es lo que les da a estos virus la oportunidad de contagiarse a los humanos y tomar control. Si disminuimos nuestra huella ecológica, habrá menos efectos secundarios y, por lo tanto, menos amenazas de pandemia. ¿Cómo disminuimos nuestra huella ecológica? Consumimos menos, tenemos menos hijos, viajamos menos, comemos menos carne, desperdiciamos menos recursos que tomamos del mundo natural. El consumo excesivo es malo, pero el desperdicio es el mayor pecado.

En su libro cuenta la historia de los cinco ebolavirus que se originaron en África, ¿cuántas clases existen de coronavirus en la actualidad?

Se sabe que siete cepas o “especies” de coronavirus infectan a los humanos. Cuatro son leves, causando versiones del resfriado común. Tres son peligrosos para los humanos: SARS-1 (surgido en 2002), el virus MERS (surgido en 2012) y nuestro virus pandémico actual, SARS-CoV-2. Además, hay muchos coronavirus, un número incontable, que viven en otros animales, algunos de los cuales, como estos siete, pueden convertirse en infecciones humanas, leves o graves.

¿Cómo es que un virus puede utilizar a un animal como huésped reservorio y no matarlo?

Cada virus debe encontrar su hogar seguro en una criatura celular (animal, planta, hongo, bacteria) para replicarse y resistir. Ese hogar seguro se llama el reservorio huésped. En muchos casos, la relación puede tener millones de años. Durante ese período de tiempo, el virus y el huésped han evolucionado hacia una acomodación mutua generalmente benigna.

Cuando el virus se derrama en un nuevo huésped, el alojamiento se cancela. El virus lucha por sí mismo, replicándose abundantemente, transmitiéndose si puede. No existe tregua.

¿Cuál considera que es la importancia del periodismo científico y de salud en estos tiempos? ¿Cree que debería darse más relevancia en los medios?

El buen periodismo científico es crucial en nuestro tiempo porque el público en general es asaltado con teorías basura y rumores de conspiración y explicaciones pseudocientíficas y confusas constantemente. El periodismo científico puede ayudar a las personas a aprender a pensar críticamente sobre las fuentes, la evidencia y el proceso de la ciencia misma. Pero ese tipo de enseñanza tiene que comenzar antes, con los niños en la escuela.

¿Cuáles son sus principios para hacer periodismo de ciencia?

Mis principios no son los principios de todos, pero incluyen estos:

1) Ve allí. Dirígete al sitio de la investigación o la epidemia, o del descubrimiento. Míralo. Camina por el bosque.
2) No ‘mejores’ los hechos con pseudo-hechos que hacen una mejor historia. No inventes citas de palabras habladas que recuerdes vagamente. No crees personajes compuestos. No alteres las escenas para lograr un efecto dramático. Y NO MAQUILLAR CITAS.
3) Escribir sobre personas. La ciencia es una actividad humana, por lo tanto escribe sobre las historias humanas que producen buena ciencia.

Una de las claves para entender la lógica del contagio es comprender el fenómeno de la zoonosis.

Sí, aproximadamente el 60 % de las enfermedades infecciosas humanas, o más, son causadas por patógenos (virus, bacterias, etc.) que pasan de animales no humanos a humanos. Este no es un tema arcano en el borde de la ciencia y la medicina. Es central. Si no comprende la dinámica zoonótica, no comprende las enfermedades infecciosas. Los humanos también pueden infectar a otros animales. Si tiene un resfriado o sarampión, no se le permitirá visitar como turista a los gorilas de la montaña en Ruanda, porque su infección podría matarlos.

¿Si existe esta clara relación entre factores medioambientales y la proliferación de nuevos patógenos, por qué antes no se llamó la atención sobre este riesgo global?

Me dice que la relación entre la disrupción ambiental y la propagación de enfermedades no fue avisada. Usted pregunta por qué no se le llamó la atención anteriormente. ¿Está burlándose de mí? Mucha atención fue atraída previamente a esto. Lo estaba gritando en mi libro en 2012, otros escritores lo estaban gritando en los suyos, los científicos lo estaban gritando en sus investigaciones. Pero fuimos ignorados porque: 1) los líderes políticos lo vieron como un problema que no los ayudaría a ser elegidos, y 2) el público se estaba divirtiendo con novelas de relaciones y conversaciones superficiales en Facebook. Lo siento.

Será por eso que hoy más que nunca, es necesario que la gente lea libros de ciencias…

Los escritores científicos como yo y mis colegas estamos tratando de darles a los ciudadanos la comprensión para enfrentar los tres grandes problemas que enfrentamos en el planeta Tierra: la pérdida de diversidad biológica, el cambio climático y la amenaza de una pandemia de enfermedades humanas. Los escritores de ciencia y sus libros serios, pero agradables, pueden ayudar a avanzar en los esfuerzos para hacer frente a esos problemas al tiempo que ofrecen a las personas una experiencia de lectura atractiva y artísticamente satisfactoria. Ese es mi objetivo, de todos modos ese es mi ideal. Escribe sobre ciencia y hazlo arte. Entretiene a las personas y ayúdalas a salvar el mundo. Pequeña ambición, ¿no?

Hace poco, el presidente Donal Trump sugirió usar lejía para curar el Covid-19, lo dijo convencido frente a la mirada atónica de la experta en salud pública Deborah Birx, ¿considera urgente que los líderes políticos estén mejor informados en temas de salud y ciencia?

Los líderes políticos pueden galvanizar al público para enfrentar desafíos difíciles. También pueden tranquilizar al público y fortalecer el espíritu público, y ayudar a enfocar la acción cívica al proporcionar mensajes claros y honestos. Donald Trump no hace nada de eso. Es un payaso vicioso, elegido para la presidencia de los Estados Unidos por el pueblo norteamericano como una broma oscura sobre sí mismo y el mundo.

¿Cree que se consumirá el Covid-19 antes de encontrar una cura, como ha sucedido con otros virus?

Creo que este virus ahora estará con nosotros para siempre. Incluso después de recibir una vacuna, circulará entre quienes se nieguen a vacunarse o no hayan tenido la oportunidad. Tenemos una vacuna contra el sarampión. Pero el sarampión todavía mata a 140,000 personas en un año.

La alteración de los ecosistemas es la principal causa de la aparición de nuevos virus, ¿cómo controlar que esto siga sucediendo, cómo unir epidemiología y ecología?

Ya te lo dije. Huella ecológica más pequeña. Menos irrupciones en los ecosistemas. Menos hijos, menos consumo.

Como describe en su libro, la investigación en virología es bastante compleja y costosa, ¿por qué cuesta tanto convencer a los gobiernos para que inviertan en esta ciencia?

Los virus son la forma de vida dominante en el planeta Tierra. Infectar a los humanos es solo una pequeña parte de lo que hacen. Aportan ADN a criaturas de todo tipo, mediante transferencia horizontal de genes (de eso hablo en mi libro de 2019, ‘El árbol enmarañado’), y explican algunas de las grandes innovaciones en la historia evolutiva. Los gobiernos deberían invertir en investigación viral porque conduce a una comprensión más profunda del mundo y, oh, sí, también puede prevenir la muerte de 130,000 ciudadanos (la actual mortalidad de Covid-19 en los EE. UU.).

¿Cómo evitar que el origen zoonótico de estos virus pueda desencadenar una masacre contra una especie animal en particular?

Muchos virus peligrosos encuentran sus reservorios en una especie de murciélago. ¿Eso significa que debemos erradicar los murciélagos? ¡Claro que no! Los murciélagos son criaturas magníficas y realizan muchos servicios ecológicos importantes. Con los roedores igualmente. La solución no es erradicar estos animales sino dejarlos solos.

¿Cuál es la peculiaridad que distingue al SARS-Cov-2 de otros virus que han aparecido en la historia reciente?

El SARS-Cov-2 es un virus especialmente peligroso y nefasto porque se transmite fácilmente de humano a humano, en algunos casos se transmite de huéspedes asintomáticos (personas que no sienten síntomas pero están caminando, yendo a trabajar, yendo a bares y restaurantes, eliminando un virus que infectará a otros), y porque mata, pero mata solo una fracción moderada (¿2 % o 5 %?) de las personas que infecta. Estos factores están permitiendo que se extienda ampliamente por todo el mundo, que muchas personas necias (especialmente los jóvenes) lo descarten como inofensivo y que mate a una gran cantidad de humanos que de otra manera no necesitarían morir.

Finalmente, ¿cuál es la mejor manera de controlar un virus cuando aún no se tiene la cura?

Educación de la ciudadanía, distanciamiento social, pruebas, rastreo y cuarentena de contactos; y botar de sus cargos a los líderes ignorantes, cínicos y desinteresados. Póngalos en el circo con una escoba ancha y déjelos limpiar después de los elefantes. No, espera, libera a los elefantes y deja que estas personas se limpien después a sí mismos.

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