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El sábado 10 de abril de 1971, a las 12:30 del mediodía, el Cine Club de Cali empezó su historia con la película 'Iban por lana', de Jean Luc Godard. | Foto: Foto: Archivo de Yamid Galindo / Especial para Gaceta

CINE COLOMBIANO

Se cumplieron 50 años del Cine Club de Cali creado por Andrés Caicedo, así fue su historia

El 10 de abril de 1971 se realizó la primera función del Cine Club de Cali, un espacio para la apreciación cinematográfica dirigido por Andrés Caicedo y que se convirtió en un hito de la cultura local, promoviendo una pasión que marcaría toda una generación de críticos, productores y cineastas que mantienen vivo el mito de Caliwood.

11 de abril de 2021 Por:  L. C. Bermeo Gamboa, periodista de Gaceta

Érase una vez en Cali, a las 12:30 del mediodía, cuando las puertas del Teatro San Fernando se abrieron para la primera función del Cine Club creado por Andrés Caicedo, joven cinéfilo que acababa de cumplir 20 años. Era un caluroso día de 1971, en los volantes y carteles que se habían regado por las calles, decía: “Cine Club de Cali — Sábado 10 abril — Iban por lana — De Jean Luc Godard — Teatro Sn. Fdo. 12.30 M. $ 5,00”. El sol blanqueaba la ciudad como si fuera cal, ahuyentando a la gente hacia las sombras, y nada mejor a esa hora que la oscuridad de una sala de cine.

Según el registro dejado meticulosamente por Andrés Caicedo, y descubierto años después por el historiador del cine colombiano: Yamid Galindo Cardona, ese día asistieron 161 personas. Nada mal para un año de manifestaciones estudiantiles y represión estatal, que solo en febrero —dos meses antes de la primera exhibición— habían dejado cientos de personas retenidas y heridos, así como un muerto, el estudiante Edgar Mejía Vargas, conocido como ‘Jalisco’. Dos meses después de su apertura, entre julio y agosto, se realizarían los primeros Juegos Panamericanos de Cali.

La primera película del ciclo dedicado al director francés Godard era ‘Iban por lana’, una traducción española de ‘Bande à part’ (1964). A los ocho días se proyectaría ‘La mujer casada’, con 256 asistentes, y ocho días después, ‘Masculino femenino’ que alcanzó a reunir 266 personas, en su mayoría artistas, actores, gente del barrio y, principalmente, estudiantes de la Universidad del Valle, que entonces solo tenía su sede de San Fernando.

Para Yamid Galindo, quien actualmente está terminando de editar un libro que recopila todos sus hallazgos del Cine Club de Cali, “este espacio lo creó Andrés Caicedo, después de dejar el cine club que coordinaba para el TEC de Enrique Buenaventura, ahora lo que buscaba era hacer una programación de películas mediadas por el concepto de autor, que partía de las ideas promovidas por la Nueva Ola francesa y los cines que surgieron en Europa después de la Segunda Guerra Mundial. Este concepto lo que buscaba era profundizar en la cinematografía desde la perspectiva del autor y la propuesta particular de su obra, de su propia definición de cine”.

Al respecto, podemos citar una carta de 1973, dirigida al Diario Occidente, donde Andrés Caicedo expresa su desconcierto ante la publicación de críticas de cine donde no se mencionaba el nombre del autor, del director. “La llamada ‘teoría de los autores’ (que para el espectador tiene que ser ‘política de los autores’) es ya un hecho, y la base de toda la crítica moderna”, escribe.

Volviendo a esa primera función, la gran acogida del Cine Club de Cali resultó bastante alentadora para su director (Andrés Caicedo), quien decepcionado de su trabajo teatral que no fue menor, pero nunca lo dejó satisfecho, puso todas sus energías en un proyecto de exhibición cinematográfica que obedeciera a su gusto y conocimiento particular, que para la época muy pocos tenían en Cali. Además, el dinero recibido por las entradas alcanzaba no solo para rentar las películas y pagar los espacios en el teatro, le dejaban un margen de ganancia que le permitió independizarse durante algunos años, su primer lugar de acogida no fue otro que Ciudad Solar, donde también realizó un cine club con películas de 16 mm. Igualmente, en el auditorio de Economía en la Universidad del Valle proyectó películas los viernes, estos cine clubes no tenían un nombre formal, pero todos sabían que los organizaba Andrés Caicedo.

La literatura siempre estuvo allí, a la espera de un gran reconocimiento, pero como se sabe, la gloria literaria llegaría póstumamente. No obstante, el Cine Club de Cali y su impacto en la cultura local que aún se percibe, 50 años después, podría considerarse como su único éxito en vida, algo de lo que Andrés sentía especial orgullo, y algo muy raro en él, estaba absolutamente seguro del valor de su trabajo cinematográfico.

Una prueba de ello, la encontramos en su correspondencia. Solo dos años después de la primera función, en marzo de 1973, cuando supo que en el Museo La Tertulia habían decidido abrir una cinemateca, no dudó en escribir una carta a la directora y ofrecer su asesoría. De su trabajo en el Cine Club de Cali, decía: “el próximo mes de abril completará 100 exhibiciones continuas de 35 mm. (…) Ha alentado un extenso material de crítica y cercanía de un público fijo de 300 personas, compuesto casi en su totalidad por estudiantes de bachillerato y universidad (…) El Cine Club ofrece, pues, toda su colaboración. Nosotros sabemos exactamente cuáles son las películas que existen en toda Colombia”. Firmaba así: Andrés Caicedo, director del Cine Club de Cali.

“Él toda la vida había tenido ese sueño, de crear su propio cine club y presentar las películas que él, que sí tenía experiencia como cinéfilo, quisiera ver, y hacer crítica de cine. Eso está bellamente representado en un cuento de 1969 que se llama ‘Los mensajeros’, donde se inventa esos Studios del río, reflejando la gran pasión por el cine que tuvo desde muy niño. Haber fundado ese espacio fue el equivalente a una obra de arte, una obra que después de un sueño cobra materialidad”, expresa Rosario, hermana de Andrés Caicedo.

La hermana del escritor también explica que solo recientemente, y gracias a la publicación del libro ‘Correspondencia (1970-1977)’ de Andrés Caicedo, es que muchos lectores podrán profundizar en su obsesión cinéfila, que él mismo describió como una enfermedad que contagió a muchos en Cali, la “cinesífilis”.

“Yo siempre vi a Andrés como un misionero del cine, esa era su religión, y con esa fe ciega logró convertir a muchos caleños, la gente que asistía se empezó a fascinar por el cine de tal forma que esto fue creando una sensibilidad muy auténtica y ecléctica que más adelante sería determinante para la cultura caleña”, comenta Rosario Caicedo.

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La consciente labor de formación de públicos tuvo un impacto grande, algo que como recuerdan los que allí estuvieron, Andrés no solo escogía, sino que enseñaba, ofreciendo charlas sobre las películas y los cineastas al principio de las funciones, esforzándose por romper su tartamudez. Entre los conversos a la religión del cine, estuvo precisamente Ramiro Arbeláez que al empezar el Cine Club en 1971, aún se dedicaba al teatro, pero entrando con pases de cortesía a las funciones y acompañando a Andrés en busca de las películas, oyéndolo hablar siempre de cine con otros amigos como Luis Ospina y Carlos Mayolo, en algún momento también sintió la necesidad de empezar a escribir de películas, y su amigo crearía el medio para que pudiera formarse como crítico.

Cuando Andrés sintió que había una cultura alrededor del cine en Cali que no solo consumía, sino que discutía y creaba cine, fue cuando decidió crear la revista ‘Ojo al cine’, aunque antes ya había publicado algunas de sus críticas en diarios locales como Occidente y El Pueblo, y en un folleto también llamado ‘Ojo al cine’. Esta revista, cuyo primer número se publicó en 1974 y el último en 1975, es su legado crítico más palpable en la actualidad, compuesto de artículos, entrevistas, editoriales y reseñas. Fueron cinco ediciones, dirigidas por el grupo que formaron Andrés Caicedo, Ramiro Arbeláez, Luis Ospina y Carlos Mayolo, en las que todos escribieron y también publicaron a otros críticos colombianos y extranjeros que colaboraron, de hecho la revista tenía suscriptores de países como Venezuela, México, Perú, Estados Unidos, Inglaterra, Polonia, Alemania, entre otros, así como en varias ciudades de Colombia. De modo que al final, cuando muere el escritor y director del Cine Club de Cali, quedando terminada pero no publicada la sexta edición de ‘Ojo al cine’, como asegura Ramiro, “Andrés en ese momento era más conocido como crítico de cine que como escritor literario”.

De esa misma época queda el registro de la única entrevista que respondió Andrés Caicedo en su calidad de crítico cinematográfico, realizada por tres estudiantes de la Universidad Pontificia Bolivariana (Medellín) que tenían la intención de consolidar un estado del arte de la crítica de cine en Colombia, de todos los críticos que consultaron, solo el director del Cine Club de Cali y la revista ‘Ojo al cine’ tuvo la modestia de contestar, definiendo su concepto particular de la crítica: “Ante la oscuridad de la sala el espectador se halla tan indefenso como en la silla del dentista (…) Hay que alertar al espectador, darle conciencia del peligro que significa el acto aparentemente trivial de ir al cine (…) Siempre, de la crítica, me ha gustado lo insólito, lo audaz, lo irreverente, lo maleducado. Para esto sería bueno encontrar un método que universalice lo personal. Cada gusto es una aberración”.

Cabe destacar también un encuentro genial en el espacio del Cine Club de Cali, ocurrido en 1971, cuando se conocieron Andrés Caicedo y Luis Ospina. Este hecho marcaría para siempre el destino de ambos cinéfilos, creando en torno al cine una hermandad que, en el caso de Ospina, continuaría después de fallecido prematuramente su amigo, como editor de su obra póstuma y dirigiendo algunos de los documentales básicos para entender la generación a la que ambos pertenecieron.

Como cuenta Ramiro Arbeláez, “cuando Andrés se mudó a Ciudad Solar, esto lo acercó con mucha gente, incluyendo a Carlos Mayolo que vivía en Bogotá pero siempre asistía al Cine Club cuando venía a Cali. Entonces, por eso Andrés primero conoce a Mayolo, y es él quien lleva a Luis Ospina a conocer a Andrés, recuerdo que le dijo: ‘Luis te tengo que presentar a una persona que sabe más de cine que vos’, y cuando se conocen, Andrés queda descrestado. Ellos tuvieron una muy fuerte vinculación, porque hablaban el mismo idioma, yo en ese momento no estaba a la altura de ellos en conocimiento cinematográfico, ese acercamiento con Luis fue crucial en su vida”.

Este deslumbramiento mutuo entre Caicedo y Ospina queda manifiesto en una carta de 1971, un viernes en que preparaba la exhibición del sábado 6 de noviembre (‘Ceremonia secreta’ de Joseph Losey), Andrés le confesó al cineasta caleño recién llegado de Estados Unidos: “Hermano, no vaya a creer que conocerlo a usted no me produjo sus cositas. Nada más comenzando porque es la única persona que conozco que ha visto más cine del que yo he visto”.

Ramiro Arbeláez, quien se formó como crítico al lado de Andrés Caicedo, convirtiéndose a futuro en una autoridad en la materia, fue en su momento uno de los amigos que asumió el liderazgo del Cine Club de Cali, en primer lugar junto a Luis Ospina, cuando en 1973 Andrés viajó a Estados Unidos con intención de vender algunos de sus guiones de cine en Los Ángeles, una experiencia que, como se sabe, resultó un fracaso para Andrés Caicedo: “tres veces mostré mis guiones y tres veces fueron rechazados: hubo argumento de mala traducción (lo que es un hecho) e imposible que suceda en un país de habla sajona, o el argumento mismo (lo cual no es cierto)”, escribió en carta a Miguel González en 1973. Sin embargo, desde allá redactó algunas de sus más honestas cartas y, desde luego, se encontró con más películas, que no perdió ocasión de ver por unos cuantos dólares. Y en segundo lugar, Ramiro también tomó la dirección del Cine Club cuando el escritor murió en 1977, y lo mantuvo activo al trasladarlo a la Cinemateca de la Tertulia —abierta en 1975—, donde acabaría el proyecto en 1979.

A pesar de la decepción y la distancia, Andrés no dejaba escapar ningún detalle del Cine Club de Cali. En una carta de 1973, dirigida a Ramiro Arbeláez, demuestra su obsesión por el cine y la importancia que este proyecto tenía en su vida, después de saludar lo primero que menciona es: “Ahora que te empiezo a escribir esta carta vos debés estar ya en el San Fernando o esperando a que te entreguen el material (…) ‘El extranjero’ es la película de Visconti que menos me gusta, pero el ciclo de junio me parece buenísimo, vas a ver que tiene mucha aceptación”. ‘El extranjero’ era la segunda película del ciclo dedicado a Luchino Visconti, ese día en particular asistieron 394 personas, pero la película con mayor asistencia fue ‘Psicosis’ de Alfred Hichcock, exhibida el 24 de febrero de 1973, a la que acudieron 1106 personas.

No obstante la fuerte empatía que se vivió al interior del Cine Club de Cali, la revista ‘Ojo al cine’ resultaba muy costosa de mantener y el amplio reconocimiento aliviaba la moral, pero no resolvía la carencia de recursos que las entradas a las funciones tampoco lograban subsidiar.

Para Yamid Galindo en su libro ‘Cine Club de Cali (1971-1979)’, “¿Por qué si la revista fue bien recibida en diversos medios no logró su objetivo de ser una publicación trimestral y constante? La respuesta viene de dos factores: primero, la financiación, que al leer la editorial del Nº 5 se percibe por el aire de pesimismo hacia el futuro que alberga la circulación, además de la nula ayuda estatal hacia este tipo de publicación, e igualmente la venta que no aliviaba los gastos de demanda con su tiraje (…) Segundo, la muerte de Andrés Caicedo el 4 de marzo de 1977, la cual se convierte en un golpe estructural en el grupo que conformaba el Cine Club de Cali, ya que la presencia de Caicedo llenaba muchos espacios del sostenimiento en dos frentes de trabajo: la exhibición cinematográfica y la publicación de la revista”.

En ese momento pareció que el sueño de Andrés Caicedo acababa, después de 9 años y 403 —contando solo los ciclos sabatinos— películas exhibidas, entre las cuales la última sería ‘La gran ilusión’ de Jean Renoir, a la que asistieron solo 42 personas. Pero ya no importaba, al igual que con su obra literaria, la influencia del Cine Club de Cali, sobrevivió a su creador. Después vendría el sueño colectivo de Caliwood, parecido ese otro sueño de míster Rudolph P. Houston de crear en Cali los famosos Studios del Río.

Como expresa actualmente Ramiro Arbeláez, “el legado del Cine Club se refleja en la creación de nuevos espacios que derivaron de su influencia, como fue la Cinemateca de La Tertulia, que acogió finalmente el proyecto, también está la apertura de la Facultad de Comunicación Social en Univalle de donde salieron cineastas y documentalistas. Antes de que Andrés muriera nosotros teníamos ya consciencia de que éramos un grupo muy influyente, porque exhibíamos películas, publicábamos una revista de cine, y Mayolo y Luis hacían cine, entonces cómo no lograr un impacto en la cultura. Cuando Mayolo se casó, al grupo también se integró Patricia Restrepo que publicó en los últimos números de ‘Ojo al cine’, todo esto ayudó a crear esa imagen de Cali como ciudad cinéfila”.

“Con el Cine Club de Cali y la revista ‘Ojo al cine’, Andrés logró crear un espacio libre de censura y donde su amor por el cine tuvo un impacto real en la cultura de la época, y esa lección de libertad es un capítulo fundamental que se mantiene en el arte y el cine actual, permitiendo que nuevos realizadores, críticos e investigadores acudan a sus escritos para encontrar guía e inspiración”, concluye Rosario Caicedo.

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