FUTBOL COLOMBIANO
Homenaje al 'Coloso': ¡En un Rincón del alma!
Hoy, y la otra semana y la siguiente, y el año entrante, será 19 de junio. Igual para recordarlo que para contarles a los hijos y a los nietos, que ese día, y muchos más, vimos a Freddy Rincón, lo que, muchachos, no es poca cosa.
No importa si hoy es jueves , viernes o sábado. Tampoco si es 14, 15 ó 16. O abril, mayo, junio...Hoy, mañana y pasado, será martes 19 de junio de 1990. Incluso, y para siempre, en el segundero del reloj del árbitro inglés Snoddy Alan, que asoma por el minuto 90 en la cancha del Giuseppe Meazza. Allá arriba, 72.510 espectadores no tienen ni idea de que en instantes se van a ganar el gordo de la lotería.
Hoy, y la otra semana y la siguiente, y el año entrante, será 19 de junio. Igual para recordarlo que para contarles a los hijos y a los nietos, que ese día, y muchos más, vimos a Freddy Rincón, lo que, muchachos, no es poca cosa.
Me preguntarán ellos, en medio de este duelo que vivimos ahora y más adelante, cuando ojalá no lo olvidemos, ¿cómo era Freddy? Aunque más bien es probable que me pregunten a quién se parecía.
Comienzo por lo segundo, para responder eso, y también lo primero ¿A quién se parecía Freddy Rincón? Fácil, a Freddy Rincón. A nadie más. Por una sencilla razón Freddy era él y su fútbol, lo que al final resultaba ser el fútbol de muchos más, de los mejores.
Y me dirán entonces: ¿De los mejores en su puesto? No, porque Freddy Rincón no tenía puesto o posición, o como lo quieran llamar. Freddy era el fútbol mismo por donde iba. Y, qué curioso, sin armar desorden o anteponer el sentido de la figuración. No, el equipo, y el balón, pasaban por Freddy. Solo que, antes que nada, Freddy pasaba por el equipo.
Ahora que escribo esto mientras voy abordo de un tren rápido de los de hoy, creo que Freddy era un ferroviario de los de antes. Igual, hacia de maquinista que de fogonero. Como era normal verlo saltar en plena marcha para cambiar el rumbo de un partido. O como era normal verlo pasar a cobrar, vagón por vagón, los aciertos propios y los errores ajenos.
Claro, hablo del Freddy maduro, del de aquel 19, de aquel otro 19, dirán algunos mientras la emoción se les sube a la cabeza hecha sangre. Ahí hay otra pregunta: ¿pero cómo llega Freddy a ser eso, un jugador de futbol aparte, tan diferente como, igual, tan completo?
Bueno, eso no lo sé. No faltará quien salga a decir que dio con la piedra preciosa en bruto para tallar la joya. Pensándolo bien, debió pasar por ahí, por manos maestras. Pero sumado, a lo otro, a que Fredy nació grande y se hizo más grande.
Grande de talla y de horizontes. Un ser de esos que mira al frente y de frente. Como hay que mirar para llegar lejos, con la cabeza levantada. Ese don de siempre en la vida y en el fútbol.
Cabeza arriba, igual por la banda que por el centro, que en las entrevistas. No recuerdo en cuál año pasó. Entonces yo, reportero de deportes - eso que, César Polania, vamos a ser hasta el último día- voy a las canchas del Parque La Florida, al occidente de Bogotá, a preguntarle a él mismo quién es ese hombre grande y huesudo que lleva, qué sé yo, dos o tres partidos en Santa Fe y al que ya la gente ha dejado de decirle Rincón para cantarle Freddy. Y me responde que viene de Buenaventura, como antes, le preciso, lo hicieron Delio ('Maravilla' Gamboa) y Marino (Klinger). Y, sin perderles el respeto, ni sé inmuta con la cita histórica porque él ha venido a Santa Fe a eso que ahora mismo hace, a pisar la pelota. Aquello que, si me descuido, va a convertir en un túnel, como el a Illgner en el Giuseppe. O en un 'ocho', ¿Recuerdan los 'ocho' largos de Freddy a, que, al igual que los túneles, eran prácticos antes que lujos? Y habló de más cosas, siempre así, cabeza arriba.
Después vino todo lo demás. Tardes de gozo y de comunión como parte de ese Santa Fe de la época, un equipo que mereció antes que suerte, respeto. Pero ya sabemos los tiempos que corrían entonces.
Igual, Freddy se hizo insignia. No para decir que era él y diez más. No, apenas diez y él en la batuta.
Y un día cualquiera se fue. En el mismo bus en que treparon a Eduardo Niño, Jorge Raúl Balbis, Wilmer Cabrera y Sergio 'Checho' Ángulo. ¿Quiénes y cómo? Que lo cuenten quienes lo saben.
Es ahí entonces cuando mi memoria, selectiva como la de usted y la de usted otro, se sume en la bruma.
La luz solo vuelve aparecer, muy precisa, aquel 19, el de junio del 90. Es Leonel quien recupera la pelota a ochenta metros del arco de Illgner y la tira adelante para 'El Bendito'. Y Fajardo se la da al 'Pibe', como si el mono no tuviera encima tres alemanes hechos perros de caza. O mejor, le da la.pelota precisamente por eso. Y Valderrama hace lo obvio en él, llevarles la contraria a ellos y a millones. El balón termina en Freddy, que toca de una, al metro cuadrado que comparten Carlos (10) y Luis (20). Los alemanes se preguntan, claro, en alemán: "¿Y dónde está la bolita?" Y desde su silla de emperador, Franz Beckenbauer tampoco lo tiene claro. Fajardo apenas toca y el hombre de los rizos desarma toda una línea de infantería con un crean que voy para allí cuando en realidad voy para acá. Y la pelota sale al 19. A Freddy, que da los pasos de jirafa precisos (¿diez, once, doce?) para llegar a una posición en la que Illgner no puede evitar el castigo del toque justo para que la pelota llegue antes que todos al lugar de las historias que se quedan para siempre con nosotros y que, además, se heredan.
Mientras vuelvo aquí, en el tren, a ver el gol de Freddy ese día, el vecino de puesto debe creer que me he vuelto loco por esos 17 segundos que repito una y otra vez en el celular. No imagina que lo que ahora siento es lo mismo de aquel día, hace casi 32 años, cuando, entre lágrimas, corrí a escribir en las páginas de El Siglo, una crónica. Esa que llamé: "¡En un Rincón del alma!". Ese 19 de todos los días y de todos los años, el del gol de Freddy Rincón, inmortal, como él mismo.