DEPORTES
“La salsa es la ‘culpable’ de todo”: Brayan, campeón mundial de patinaje artístico
Antes de ser campeón mundial de patinaje artístico, Brayan fue bailarín de Delirio. Sus sueños cambiaron de rumbo y le trajeron éxitos.
Su carrera deportiva ha sido tan vertiginosa que, a sus 16 años, el caleño Brayan Carreño piensa que ya consiguió las victorias por las que tanto ha entrenado.
Siendo aún juvenil en el patinaje artístico, el vallecaucano es una verdadera realidad para esta disciplina, no solo para el departamento, sino para Colombia. Sus logros no son casualidad, son el resultado de sus esfuerzos personales y el buen trabajo que ha hecho en la Liga Vallecaucana de Patinaje.
Brayan acaba de cerrar una excelente participación con la delegación colombiana en los World Roller Games que se realizaron en China, donde se colgó primero la medalla de plata en la modalidad de Figuras y posteriormente la dorada en Solo Danza.
Pero el camino del hijo del barrio San Judas de Cali no ha estado precisamente lleno de oro y plata. Al ser un chico de estirpe popular le ha tocado luchar duro con la ayuda de su familia para que todo pueda ir sobre ruedas.
“La verdad es que mis padres se endeudaron mucho para que pudiera salir adelante. Hubo una época en la que tocó ahorrar mucho de los gastos normales de la casa, sobre todo en la comida. Llegó un momento en que se comía lo que se pudiera para invertir en lo básico que necesitaba para entrenar. Gracias a ellos y lo que hicieron por mí fue que traje estas medallas para Colombia”, expresa Brayan, siempre con la cabeza en alto y la sonrisa que lo caracteriza.
Y es que el esfuerzo de María Yanet y Germán, sus padres, fue muy grande teniendo en cuenta lo costosa que resulta esta disciplina.
Las ruedas de los patines apenas tienen como durabilidad cuatro presentaciones de alta exigencia y cada juego tiene un costo de 200 mil pesos, mucho dinero para una familia numerosa que está compuesta por Brayan, sus padres y tres hijos más.
Unos patines pueden costar hasta tres millones de pesos y las trusas de competencia pueden alcanzar un valor de hasta 900 mil pesos.
El bailarín que se perdió y el campeón que se ganó
Caleño y del barrio San Judas, eso es sin duda sinónimo de salsa. Sus padres son salseros y obviamente querían que sus hijos heredaran ese talento para ‘tirar paso’. Fue por eso que desde muy temprana edad le inculcaron el amor por la campana y el timbal.
“La verdad es que me gustaba mucho, bailar salsa es para mí de lo mejor que hay”, dice Brayan con sus dos medallas en el cuello. Para sus papás, las medallas tenían que ser en un Campeonato Mundial de Salsa, pero antes de conseguirlo su rumbo cambió.
“Llegué a estar en la Academia Nueva Dimensión y fui solista de Delirio a pesar de mi edad”. Sin duda, todo estaba perfectamente calculado para que Brayan fuera una de las estrellas del baile en Cali y demostrara su talento en la Feria. Sin embargo, una tarde cualquiera, con apenas 8 años, se enamoró de un deporte que, como dice él, “une sus dos amores”.
“Un día fui a ver el entreno de BMX de mi hermano, que queda cerca del velódromo, y terminé viendo patinaje artístico. Desde ese momento me enamoré, me gustó y de inmediato pregunté qué tenía que hacer para entrenarlo”, explica.
Fue Ramiro Velasco, un directivo de la época en la Liga Vallecaucana de Patinaje, quien le dijo que podía tener muchos resultados por el trabajo que venía haciendo como bailarín.
“La salsa es la ‘culpable’ de todo. Yo comencé muy tarde la etapa de formación, pero Velasco tuvo mucha razón porque creía que yo tenía mucho dominio y facilidad de manejar el cuerpo por lo que hacía en salsa. La salsa complementó mi preparación y me ha llevado a donde estoy ”, dice.
A los dos meses de comenzar a entrenar fue a su primer evento nacional en la ciudad de Manizales, donde se quedó con el primer lugar. Cinco meses más tarde repitió título y ya era claro que el chico salsero y de mocasín blanco pintaba para dejar las pintas salseras y convertirse en figura del patinaje artístico.
“Todos estaban felices, yo era de los pocos hombres que hacían parte de la liga, llegué y estaba consiguiendo buenos resultados; la verdad, sentí que había logrado lo que quería”, asegura. Pero aunque parecía que había alcanzado la gloria, la verdad es que aún sobre el papel había mucho por recorrer para conseguir sus sueños.
La sorpresa
Sus resultados a nivel nacional no dejaban una opción diferente a tenerlo en cuenta para ir a la Selección Colombia. Y fue así. A los 13 años Brayan se fue al Mundial de Clubes que se llevó a cabo en Italia en el año 2013. No fue su mejor experiencia, en esa oportunidad se dio cuenta de que tenía que trabajar más duro, y que el grado de dificultad cambiaba demasiado al atravesar las fronteras. Comenzaba el verdadero desafío.
“Lo que ocurrió en Italia me hizo despertar, que no nos podemos conformar con lo que hemos hecho. Después de lo sucedido en Italia, donde no pude figurar, sabía que tenía que mejorar”.
Fue rápidamente. Un año más tarde, la cita fue en España, donde alcanzó el sexto lugar de la competencia con apenas 13 años, 6 menos que sus rivales. Al parecer, Brayan había dado el salto de calidad, y lo que vendría en adelante lo confirmaría.
Un aviso de grandeza
El Mundial de Patinaje Artístico Cali 2015 fue la presentación oficial de Brayan Carreño ante el Mundo. El anuncio de una estrella naciente para este deporte.
“Esa vez logramos algo que esperábamos por lo hecho anteriormente, me quedé con mi primera medalla de bronce, que para mí fue muy importante ante mi familia, la ciudad”, recuerda Brayan con alegría, y evoca lo que fue aquel día en que, vestido de blanco y chaleco vinotinto, se metió de manera inesperada, para el resto del mundo, al podio orbital.
El caleño llegó a la cita mundialista de Cali con tres medallas de oro conseguidas tres meses antes en el Campeonato Suramericano de Encarnación, Paraguay.
Desde entonces la carrera de este caleño no ha parado, fue por eso que en el Panamericano de Brasil volvió a sumar tres medallas de oro y en el Mundial de Italia, en el 2016, repitió el tercer lugar en el podio.
“Mi sueño era ser campeón mundial, no pensaba lograrlo ahora, pero ya lo tengo y espero seguir mejorando”, explica Brayan, quien ahora piensa en graduarse como bachiller para luego estudiar arquitectura. Eso sí, sin bajarse nunca de los patines, que tantas alegrías le han dado.