Innovación y fe son claves para que las empresas crezcan: Carlos Vallecilla
El caleño Carlos Vallecilla, fundador del Grupo Carval, dice a sus 86 años que la persistencia lo llevó al éxito de todas sus compañías, entre ellas Laboratorios La Santé.
El caleño Carlos Vallecilla, fundador del Grupo Carval, dice a sus 86 años que la persistencia lo llevó al éxito de todas sus compañías, entre ellas Laboratorios La Santé.
A sus 86 años, don Carlos Vallecilla Borrero, un empresario y caleño raizal, afirma que quiere seguir trabajando como lo ha hecho toda su vida. Dice que no ha pensado en la hora de su retiro, y que sólo le rendirá cuentas a Dios cuando él lo disponga.Don Carlos fundó hace varias décadas el Grupo Carval, uno de los más exitosos emporios empresariales del Valle del Cauca y de América Latina que hoy factura US$400 millones al año, tiene 2200 empleados y exporta sus productos a 17 países. Comenzó con un pequeño negocio de pollos, fue empleado bancario, perdió dinero, pero a punta de fe, persistencia y trabajo superó las dificultades. Le apostó al negocio de los laboratorios farmacéuticos agroveterinarios con Carval y humanos con La Santé, uno de los más importantes de su ramo en Colombia, y del cual afirma todavía tiene mucho por crecer. Por su brillante y larga trayectoria, la firma Ernst & Young, una de las más prestigiosas del mundo, lo galardonó con el premio Emprendedor del Año Master Colombia 2013, el primero que obtiene un vallecaucano en su historia.Don Carlos tendrá el honor el año entrante de representar a Colombia en Mónaco como representante del empresariado nacional en el mundo. ¿Cómo un empresario exitoso del sector farmacéutico comenzó vendiendo pollos en Cali?En 1951 tuve la idea de abrir un negocio que no había en Cali. En aquel entonces trabajaba en el Banco de Colombia, me levantaba a las tres de la mañana para comprar en plaza de mercado entre 20 y 25 pollos en las chivas que llegaban, ya que no había granjas avícolas. Monté el primer asadero de pollos de Cali La Fonda del Pollo y a los pocos meses ganaba más dinero que como empleado bancario, a pesar de haber sido gerente. Crecí año tras año hasta que llegó una época muy triste cuando me dediqué a la incubación de pollitos en una granja cercana a Juanchito. Hubo una gran inundación en 1968 y todo mi capital se perdió. Lo único que me quedó fueron mi esposa Lya Martínez y cinco hijos pequeños. ¿Cuál fue la clave para superar esa dura época?Seguí luchando y trabajando y con la ayuda de los bancos me levanté. Luego vendí materias primas para la alimentación de aves y productos químicos a los laboratorios. Viajaba todas las semanas a Bogotá donde quedaban los más grandes laboratorios hasta que luego de un gran negocio con una multinacional, a la cual le vendía cierto producto, me enteré, luego de indagar en las farmacias, que ellos lo ofrecían diez veces más caro. Le dije entonces a un yerno que no 'pendejearamos' más y que montáramos nuestro laboratorio. Aunque no sabíamos nada del negocio, enganchamos a gente que sí conocía. Lo importante es vincularse con personas capaces, cosa que hemos hecho desde 1988 cuando fundamos el laboratorio Agrovic hoy Carval compañía dedicada al desarrollo y comercialización de productos del sector pecuario- y en 1989 en Laboratorios La Santé. Iniciamos con un pequeño equipo de trabajo y hoy el Grupo cuenta con 2200 colaboradores. ¿Por qué incursionar en el negocio farmacéutico, una industria muy compleja, llena de retos y exigencias?Como le comenté anteriormente me inicié en el negocio de los laboratorios con Carval en la comercialización de vacunas y la fabricación de medicamentos veterinarios, ya conocía las necesidades de los clientes, pues fui avicultor. Posteriormente vi una oportunidad en el segmento de medicamentos humanos, luego de hacer muchas sumas y restas. Le pusimos La Santé (La Salud), nombre que me sugirió un yerno que estudió en Francia. Luego supe que La Santé era una cárcel en Francia. (risas). Fue un negocio arriesgado y muy difícil hasta llegar al punto de equilibrio después de muchos años. Eso era perder la plata que ganaba con los negocios del sector pecuario, ya que todo lo invertía en La Santé. Aquí el reto era tener gran calidad en productos, cosa que se logró.¿A qué atribuye su éxito empresarial?A la fe y la persistencia. Las cosas se pueden hacer a pesar de las dificultades. Por más que haya problemas, como los tuve yo, estando casi en la quiebra, logré superarlos y montar nuevos negocios. Así ha sido mi vida durante los 70 años que llevo trabajando, y es el legado que quiero dejarle a mi familia y a todos mis colaboradores.¿Qué le recomienda a los emprendedores que están surgiendo hoy, y que con la primera dificultad se desilusionan y renuncian?Creo que lo primero es tener fe y persistencia, que crean en Dios y en ellos mismos. Lo segundo es la innovación, la clave del éxito empresarial. A los 86 años sigo siendo emprendedor. Leyendo una revista de Estados Unidos, me enteré que en veinte años habrá una hambruna porque la carne será escasa y se me vino la idea de montar un negocio de crianza de cerdos, de los cuales saco 1500 mensuales. Es un negocio muy diferente a La Santé, y en dos años espero sacar 4000 semanales.A propósito, ¿qué significa haber sido el primer vallecaucano que a su edad gana un premio prestigioso como el de Emprendedor Master?Recibí este premio con mucho orgullo y humildad. Es un gran honor, sobre todo porque es el primer vallecaucano que lo obtiene. Eso es lo que más contento me tiene. Yo soy muy vallecaucano.¿Qué complementa su visión empresarial en un mundo donde los negocios son cada vez más competidos?Primero, tener gente muy capaz. Siempre. Es fundamental contar con personas de gran talento, porque son las que sacan adelante los negocios, no las máquinas. Esa es mi filosofía.Para lograr éxito como empresario uno debe ser ante todo amigo de sus colaboradores, desde el cargo más bajo hasta el más alto. Yo recibo a quien sea en mi oficina, ya que no hay más felicidad que la de un empleado que pueda dialogar con sus jefes. ¿Hasta dónde piensa llegar con el Grupo Carval?Estamos ya incursionando en el África y contamos con negocios en Estados Unidos, toda América Central y la gran mayoría de Suramérica. También tenemos proyectado llegar al Asia con todas las líneas de nuestros productos farmacéuticos, naturales y veterinarios. A futuro, ¿cómo observa el negocio farmacéutico, un ramo dominado por gigantescas multinacionales?Creo que tenemos un gran mercado todavía. Hay que competir, pero con calidad en los productos, porque laboratorio farmacéutico que no la tenga desaparece. Tenemos mucha competencia, pero estoy seguro a que todos nos irá bien. Nos han hecho propuestas, pero mis hijos y yo no queremos vender ni asociarnos con otras compañías. Queremos seguir siendo una empresa netamente vallecaucana. Por eso estamos en la expansión de todas las compañías del Grupo Carval y sus diversas líneas de negocios.¿Qué piensa del control de precios en los medicamentos?Ese control es sobre todo para los laboratorios multinacionales. Los nacionales, varios de ellos muy buenos, ofrecen precios muy equitativos en los medicamentos que producen. Acabamos de lograr la primera patente como laboratorio colombiano en los últimos cinco años gracias al esfuerzo de científicos nacionales. Es para un producto dermatológico. Somos pioneros en la innovación para obtener un producto netamente nacional. ¿Por qué luego de 70 años de trabajo no ha pensado en jubilarse?Mi hobie es trabajar. Mis hijos me hablan de retirarme, pero les digo que quiero seguir trabajando. Llego a las 7 de la mañana a la oficina y soy feliz. No soy de los que se van a aburrirse en una finca, porque yo todavía me siento bien a mis 86 años. Por eso, no le voy a jugar todavía al retiro. Me hallarán muerto en mi oficina, y creo que será mi final.¿Si volviera a nacer, haría lo mismo, es decir, ser empresario, o qué sueño le quedó por realizar?Volvería a ser empresario. En alguna ocasión me invitaron a una universidad junto a otras personas para contar nuestra experiencia de vida. Algunos dijeron que les quedaron faltando especializaciones en Oxford y Harvard. Pero yo les dije que me quedé con las ganas de ser bachiller. Todos aplaudieron. Uno aprende mucho en una universidad, pero la misma vida es la que enseña y traza el rumbo de las personas para que sean exitosas. Por eso yo soy feliz trabajando.