CALI
El excombatiente que recuperó su nombre y ahora es un líder emprendedor en Cali
En tiempos de guerra se llamó René Nariño, pero al volver a la legalidad recuperó el nombre que le pusieron sus padres 40 años atrás. Estudiante de dos carreras, Johan Andrés Niño es reconocido hoy por su liderazgo entre los excombatientes residentes en Cali. Historia.
Nos comunicamos para informarle que le ha sido otorgada una beca total de matrícula para participar de la Especialización Políticas Públicas para la Igualdad en América Latina”.
Así decía el correo electrónico que el 10 de abril de 2019 el Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales, Clacso, con sede en Argentina, le envió a Johan Andrés Niño Calderón. Pero la verdad es que a quien estaban becando era a René Nariño. Se trataba de un espaldarazo a quien decidió que nunca más hacer la guerra.
La promesa se la hizo a sí mismo, a su pasado y a su futuro, la noche de un sábado 11 de mayo, cuando cruzó la puerta de cárcel de Chiquinquirá, en Boyacá, gracias a la Ley de Amnistía incluida en el Acuerdo de La Habana.
Para entonces todavía respondía a su nombre de guerrillero, pero un par de meses después, en la llamada zona veredal de La Elvira, en el Cauca, ya firmaría Johan Andrés Niño Calderón, como le pusieron sus papás hace 40 años en el acta de nacimiento.
Atrás quedaban las formas de lucha armada que guiaron a René durante los catorce años que estuvo en las filas d el Bloque Alfonso Cano de las Farc y que terminaron el día que el Ejército lo capturó en Bogotá.
Pero sí hay tres cosas de su vida pasada a las que Johan se niega a renunciar: a dejar de estudiar, a olvidarse de la solidaridad que practicó en la cárcel y a desistir en el reclamo por los derechos de la gente que está a su alrededor, de aquellos que ahora el país conoce como excombatientes.
Con esas tres banderas y en busca del amor, no pasaron cien días antes de que dejara las montañas del Cauca para intentar hacer nido en Cali, la ciudad a la que lo une el amor por su madre, una santandereana que siempre le inculcó el gusto por la salsa, el rock pesado y la cultura, y en la que tiene sede la otra gran pasión de su hijo, el América.
No fue una decisión fácil porque La Elvira terminó por convertirse en el hogar de reencuentro de casi 300 exguerrilleros, muchos provenientes de su mismo bloque y también de las cárceles. Tampoco fue bien recibida por los exjefes de las Farc, que para entonces, según Johan, pretendían seguir manejando el naciente partido político con la verticalidad que guiaba la vida en armas.
En Cali, lo primero fue tratar de retomar sus estudios de ciencias políticas en la Escuela Superior de Administración Pública, Esap, pues solo le faltaba un año para graduarse cuando fue condenado a 17 años de prisión.
Y si bien se encontró con que las normas de la universidad no contemplaban esperas para quienes iban a la cárcel, su insistencia llevó a que sí le dieran una segunda oportunidad por su condición de reincorporado: La Esap lo becó, él empezó de nuevo la carrera y ya va en séptimo semestre
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Pero a René, como insisten en llamarlo muchos exguerrilleros, no le gusta ir solo a clases. Durante este tiempo ha tocado a las puertas del Sena y las universidades del Valle y Javeriana para que sus ‘panas’ también aprendan sobre emprendimiento, cooperativismo, liderazgo y creación de empresas.
Es que lo suyo, explica, no es pensar en el ahora. Sabe que el Acuerdo de Paz tiene fecha de caducidad y que la renta básica mensual y demás beneficios que hoy reciben los reincorporados cesarán. Por eso sus esfuerzos están encaminados al mediano y largo plazo, a que cada familia rescatada de la guerra tenga garantizado su sostenimiento.
Y esos esfuerzos comenzaron a tomar una forma concreta una tarde de agosto pasado cuando, al término de una reunión convocada por la oficina de la Agencia para la Reincorporación y la Normalización en Cali, René quiso quedarse un rato compartiendo sus incertidumbres con otros cuatro exfarianos residentes en la ciudad.
Ese día decidieron que, sin importar que fueran pocos y que ninguno contara con el respaldo del partido político Farc, iban a pensar en una idea de emprendimiento, a tratar de recoger fondos con otros reincorporados y a tocar muchas puertas hasta que alguna se abriera y pudieran convertirla en realidad.
Nueve meses después ese sueño ya tiene nombre. Es Serviampaz, la sociedad que Johan y otros 22 exguerrilleros residentes en los barrios Desepaz, Remansos de Comfandi y Alfonso Bonilla Aragón, en el oriente de la ciudad, registraron oficialmente ante la Cámara de Comercio de Cali el pasado 14 de febrero, fecha que quedó plasmada para siempre en una foto que denota alegría, entusiasmo y confianza en el futuro.
Su propósito y el de otras cinco personas que se les asociaron es brindar servicios ambientales y agroecológicos, como reza la hoja de vida de la sociedad, por lo que empezaron a ofrecer frutas deshidratadas y miel de abejas a través de sus cuentas en Instagram y Facebook, así como en los negocios de algunos conocidos.
El portafolio incluye mix de naranja, limón, jengibre, banano, pitaya, mango y piña que prometen entregar al día siguiente de hacer el pedido y pagar los cuatro mil pesos que cuesta cada paquete de “frutos del amanecer”, si la compra es en Cali.
Sin embargo, como a todo el mundo, el coronovaris los obligó a diversificar, así que Johan, que es el representante legal de la firma, se madrugó un día al centro de la ciudad a comprar unos pocos metros de tela quirúrgica antifluido lavable que ahora venden recortada en forma de tapabocas, gracias a cinco familiares que no tuvieron problema en poner sus máquinas de coser y su saber de modistas al servicio de Serviampaz.
También tienen para la venta alcohol glicerinado y gel antibacterial, además de caretas de bioseguridad para que sus clientes le hagan el quite al Covid-19 mientras ellos luchan por mantener vivo su sueño empresarial.
Por fortuna, la Fundación Paso Colombia, que financia varios proyectos productivos de exguerrilleros en el país, decidió apadrinarlos y les donó los insumos necesarios para elaborar doce mil tapabocas, lo que les permitió ampliar su oferta.
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Un logro más que se suma al liderazgo y al empuje de Johan, quien se ha dado a conocer en todos los espacios y entidades que hablan el lenguaje de la reincorporación en Cali, pese a que son públicas también las diferencias que mantiene con quienes están al frente del llamado ‘partido de la Rosa’ tanto en el Valle del Cauca como a nivel nacional.
Y es cierto que este excombatiente santandereano a quienes sus actuales compañeros de lucha por la sobrevivencia describen como “bien hablado” no se cohíbe al denunciar el “aburguesamiento” de los exjefes de Farc, como tampoco se ahorra cuando cree necesario reclamarle al Gobierno por los que considera incumplimientos en la implementación de la Paz.
Coherencia con el pensamiento crítico latinoamericano, responde René cuando se le inquiere también por la vehemencia con la que ya escribe un derecho de petición para que ninguna comunidad de reincorporados sea excluida de las discusiones del Plan de Desarrollo de Cali o por el ahínco con el que exige por Twitter o por algún chat de periodistas (en el que terminó listado) que todavía no se levante la cuarentena con la que se busca resguardar a los colombianos de la pandemia del Covid-19.
Para todo eso le queda tiempo a este estudiante de dos carreras que además fue llamado a trabajar en la Secretaría de Paz del Departamento en la época de Fabio Cardozo y a la que retornó hace un mes bajo la directriz de Orlando Riascos.
Es como si los seis años y medio que pasó en la cárcel le hubiesen enseñado que la vida es una sola y pasa rápido, pero también que lo más importante es buscar el bienestar común. De ahí que para Johan sea tan urgente ir a ayudar ahora a repartir los mercados de la Alcaldía en El Calvario como en diciembre pasado lo fue convocar a una veintena de exfarianos para que alrededor de un sancocho callejero construyeran las casas de pesebre que le regalaron a Siloé.
Pero mientras algunos ya le han propuesto que se lance a la política, uno de los más visibles reincorporados residentes en Cali, insiste en que su noción de democracia no se agota allí y más bien invita a otros exfarianos a que se lleguen a las juntas de Acción Comunal de la ciudad.
Él, Johan Andrés Niño Calderón, como recalca que nunca más dejará de llamarse, o René Nariño, como lo siguen reconociendo quienes estuvieron a su lado en el monte y los que en la prisión fueron testigos de su espíritu solidario y de su condición de líder, tiene otros planes para el 2026.
Para esa fecha, cuando según lo escrito en el Acuerdo de Paz dejará de ser un sujeto en proceso de reincorporación para ser un ciudadano más, él aspira a seguir enamorado, ha haberse graduado y tal vez a tener un hijo o una hija. Y, claro, a que Serviampaz sea entonces un modelo de reincorporación urbana.
Otros liderazgos e iniciativas en la capital del Valle
La cooperativa Coopripaz, encabezada por Leonardo Diaz y Gyovany Jojoa, se ocupa de realizar trabajo social con los reincorporados y la comunidad residente en el barrio Siloé.
Comunvalle, cuyo representante legal es Horacio Castro, también reincorporado, se dedica a la producción de huevos de codorniz, de la que obtiene el sustento de las familias pertenecientes a la cooperativa.
Gabriel Rosero, excombatiente, tiene una fábrica de pijamas.
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