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Yefri Lorena Lezma (d), edil de la Comuna 21, todos los días está al pendiente de 12 ollas comunitarias de las que está a cargo en su sector. | Foto: Raúl Palacios / El País

La labor incansable y poco conocida de los ediles de Cali durante la crisis por Covid-19

Duermen poco, trabajan mucho y su labor no es remunerada, pero su gran satisfacción en sentirse útiles para su gente. En todos los sectores de la ciudad, durante la pandemia los comuneros han desempeñado una labor fundamental en beneficio de quienes más lo necesitan.

24 de mayo de 2020 Por: Kelly Sánchez - Reportera de El País

“Hace unos días llevamos un mercadito a una familia de mamá e hijo. Cuando le di la mano al niño, me dijo ‘gracias, porque mi mamá lo único que me ha dado de comer hoy es agua’. Miré a ese niño, quería cargarlo.
Llegué a mi casa llorando, miré a mis hijos y le agradecí a Dios porque ellos tienen qué comer”, cuenta Andrés Vanegas, uno de los ediles del corregimiento Montebello.

Él, como varios de los ediles de las 22 comunas y 15 corregimientos de Cali que fueron escogidos en las elecciones de octubre pasado, se ha entregado a la labor social durante la emergencia generada por la pandemia del Covid-19.

Andrés, que también es maquinista en Bomberos Cali, busca siempre la manera de alternar todas sus actividades. Es medio día y mientras se encuentra en la Estación de Bomberos, ha estado al pendiente de que todo esté listo para la olla comunitaria en su corregimiento, “ya está que se sirve”, dice emocionado.

Para conseguir qué ‘echarle a la olla’, él y su equipo han acudido previamente a establecimientos comerciales y a las personas que puedan donar. Gracias a eso, todos los días tienen algo qué montar en el fogón, con lo que alimentan hasta a 90 personas.

Dice que con su equipo de ediles han logrado un buen engranaje para hacer bien la tarea. “Saben que no estamos aquí para beneficiarnos de la comunidad, sino para ayudar. Si nos unimos y empujamos el barco vamos para adelante, pero si cada uno va a coger su lancha y va a tirarse a navegar solo, va a ser más difícil. Ahí vamos juntos remando”.

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Yeison Martínez, edil de la Comuna 16 -compuesta por barrios como Unión de Vivienda Popular, Mariano Ramos, República de Israel, Antonio Nariño, La Alborada y Ciudad 2000-, suspende un momento la entrevista para ayudar a bajar una olla gigante y tiznada que contiene la sopa de lentejas que en un momento se repartirá entre cerca de 200 personas.
Son siete ollas comunitarias en todo el sector, que benefician diariamente a unas 1400 personas, y son apoyadas por la Alcaldía de Cali.

Con su propia gestión, Yeison ha dado alimento a más de 3000 personas de su comuna e incluso de comunas cercanas. Ha buscado donaciones entre la ciudadanía, negocios del sector, ha acudido al Banco de Alimentos y ha sacado de su bolsillo para entregar más de 300 mercados, cerca de 2000 almuerzos, varias ‘chocolatadas’ y donación de medicamentos.

“La gente viene a mi casa con su fórmula y si tenemos el medicamento, se lo damos. Las medicinas también son donaciones de mucha gente, nosotros las recibimos, verificamos que no estén vencidas y mi prima, que es enfermera, me ayuda a entregarlas”.

Yeison confiesa que hoy ha dormido solo tres horas por todo el tiempo que le exige su labor, pero para él no hay nada más satisfactorio que ayudar a su comunidad.

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Cristian Perea, presidente de la Asociación de Ediles de Cali, Asoediles, y Yefri Lorena Lezma hacen su trabajo en la Comuna 21 -que tiene barrios como Vallegrande, Talanga, Compartir, Desepaz, Pízamos, Remansos de Comfandi, Calimio, entre otros.

Allí también se ha avanzado con la iniciativa de las ollas comunitarias, que al principio se nutría con lo que podían reunir entre los vecinos, pero luego empezó a recibir el apoyo de la Alcaldía y de la Arquidiócesis de Cali.

Yefri se encarga de doce de estas ollas. Cada una alcanza a alimentar a 200 personas a diario.

“Estamos atendiendo niños, adultos mayores y a la población que más lo necesita, dándole su alimento caliente a mediodía y buscamos donaciones para dar algunas veces la comida en la noche”, dice Yefri.

Cuenta Cristian que también han acompañado la entrega de mercados y de los bonos solidarios que ha dispuesto la Administración Municipal.
“Para eso, vamos por las cuadras observando, verdaderamente, dónde hay vulnerabilidad, no solo es que tengan el trapo rojo, sino que entramos y hablamos con las personas para conocer sus necesidades”, dice.

Cristian sabe que en este momento de crisis no solo necesitan ayuda las personas que siempre han sido parte del grupo de los más vulnerables, “muchas personas que tenían buenos trabajos han sido despedidas y están ahora en sus casas, ellos también lo necesitan y se acercan a las ollas comunitarias porque encuentran ahí ese sustento”.

Ambos comuneros no solo están pendientes de la seguridad alimentaria de su gente y de que las ayudas lleguen a quienes más lo necesitan, sino que trabajan en la pedagogía de la protección del Covid-19, una situación que se ha complejizado en la zona.

“Ha sido muy complicado ya que en algunos sectores de la comuna hay gente muy indisciplinada, irresponsable; hemos hecho un trabajo que se ha notado, uniéndonos a todas las estrategias de la Alcaldía y proponiendo las nuestras, pero ha sido difícil, muchas personas no creen que se pueden contagiar”, señala Yefri.

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Walter Bustamante es uno de los ediles que realiza labor en la Comuna 9 -con barrios como Alameda, Bretaña, Junín, Guayaquil, Belalcázar, Sucre, Obrero, entre otros.

Un sector donde un importante porcentaje de la población trabaja como independiente y se ha visto muy afectado por la crisis.

El edil, junto con su equipo de trabajo, también se encarga de hacer veeduría y control para que los auxilios que entrega la Administración Municipal lleguen a quienes más lo necesitan.

“Quisiéramos abarcar todo porque en esta pandemia todo el mundo tiene necesidades, pero no es posible porque los recursos no dan, por eso se hace la priorización”, dice.

Pero también ha tenido que reunir dinero con sus amigos para apoyar situaciones que no dan espera.

Trabajo de 24 / 7

Andrés, Yeison, Cristian, Yefri Lorena y Walter duermen poco. Se acuestan muy tarde y se levantan temprano para que el tiempo les alcance.

“El problema es que se me va acabando el tiempo. Ayer salí de mi casa a las 6 de la mañana y llegué a las 10:30 de la noche, por ejemplo. Yo le pedí perdón a mi familia por no dedicarles tiempo, pero si Dios nos puso en este caminar, hay que hacerlo bien”, dice Andrés.

Yeison dice que muchas veces se acuesta a las 2 o 3 de la madrugada y se levanta a las 5 o 6 a.m. Programa su ruta de acción: a dónde ir por donaciones, dónde recoger la leña para la olla comunitaria, definir con quién debe reunirse… Tampoco puede descuidar sus labores políticas como edil, que generalmente desempeña en la tarde.

“En la noche tengo que reflexionar sobre el día, mirar lo que nos hace falta para la siguiente actividad, ir consiguiendo el personal, los recursos que hagan falta. Además, hay mucha gente que me pide asesoría sobre un montón de temas y eso me trasnocha”.

Cuenta que las pocas horas de sueño al día le estaban cobrando factura y tuvo que ir al médico, pero dice que “el cuerpo resiste”.

Cristian, por su parte, estudia en el Sena y a veces se ve en dificultades para rendir en todas las labores. “Cuando no nos levantamos a las 2 de la mañana, desde las 7 estamos prendidos para direccionar las ollas, después para conseguir alimentos en la noche, para programar lo que se va a realizar. Mantenemos más en la calle que en la casa”.
Dice que durante la pandemia han trabajado “24/7”.

También Yefri cuenta que a veces duerme solo dos horas. “Ayudamos con la distribución de los kits de seguridad alimentaria que da la Alcaldía y siempre nos citan tipo 1:30 de la madrugada, y desde esa hora seguimos derecho”.


Aunque el médico le pidió guardar reposo por una quemadura de moto que sufrió hace unos días, dice que no puede parar porque “alguien puede necesitar algo. Si hay una olla que no tiene arroz o una que no tiene carne, yo sé que eso puede perjudicar a muchas personas que se alimentan allí, entonces ese es mi motor todos los días”.

Walter afirma que “me estoy acostando a la 1 o 3 de la mañana, realmente es algo agotador. Yo pensé que en esta pandemia uno iba a tener, como decían mis hijos, más tiempo para la familia, pero no, se ha incrementado el trabajo”.

Una labor a veces desagradecida

Una de las cosas que más le duele a algunos ediles es “el desagradecimiento de muchas personas de la comunidad”.

“La gente a veces no entiende que nosotros realizamos la labor de vigilancia y control, a veces cree que nosotros somos los que damos los bonos y los mercados que entrega la Alcaldía. Nosotros somos el enlace que gestiona la entrega. Pero muchos terminan criticando nuestra labor”, dice Cristian.

En eso coincide Andrés, quien dice que, incluso, algunos piensan que se roban los mercados, “nosotros quisiéramos que hubiese ayudas para todos, pero eso no es cuestión de nosotros. Ir a pedir y gestionar no es fácil, y luego ver el desagradecimiento de algunas personas es triste”.

Dice Yeison que muchos creen que es su obligación como ediles, “no tenemos la obligación, en mi caso me nace del corazón. Siempre hay crítica, pero también hay mucho respaldo y eso es satisfactorio”.

A pesar de la función que realizan y que son elegidos por voto popular, los ediles no son remunerados y esa termina siendo otra dificultad.
“Las Juntas Administradoras Locales son ad honorem, es decir, que a nosotros no nos pagan por nuestra labor, entonces a los ediles nos perjudica un poco porque es tiempo que destinamos para la comunidad, es un tiempo de trabajo social, es un tiempo de hacer vigilancia y control. Es una labor que demanda mucho pero no es retribuida económicamente”.

Dice Walter que se ha hecho peor el no recibir un sueldo por estos días, “es muy triste cuando uno ve que alguien le toca a la puerta y no hay la oportunidad de uno poder ayudar. Da impotencia ver que uno no tiene los recursos para hacerlo”.

Sin embargo, en lo que todos coinciden es en que es más grande la satisfacción de sentir que ayudan en su comunidad.

“El mejor pago es la cara de una persona feliz, con gratitud después de que uno le brinda la mano”, afirma Yefri.

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